jueves, 20 de octubre de 2011 in

Cuando la sierra se hace postal

Cuando la sierra se hace postal

 Paisaje Valle del  río Oja

Siete postales serranas, siete aldeas, seis maravillas, una Ayabarrena, derruida, está en proceso de restauración. Siete veredas son las que el Viajero y compaña han recorrido y les han  llevado entre cerros y pastizales en busca de una naturaleza de ríos, torrenteras y riachuelos, deportes de aventura y escalada, barranquismo, rapel y tirolinas. 

La fiebre verde y la moda de volver a los orígenes están haciendo que vuelvan a respirar los humeros de muchas aldeas abandonadas de esa sierra. En una de ellas, Azárrulla, los viajeros se han encontrado con tres zagales que, aunque debieran estar escolarizados a estas alturas de curso, ellos no lo están. Nos lo cuenta su padre, David Ferreiro, agricultor, ganadero de bovinos, granjero de caballos, odontólogo en ejercicio durante dos días a la semana y  profesor junto a su señora en eso que la sociedad moderna se ha inventado, que se llama “homeschooling” y que traducido es nada más y nada menos “que la escuela en su casa”.  

Esos tres escolares, tres pequeños zagales, hijos de David, son los que, en la mañana de hoy, nos han recibido en Azárrulla  que, seguramente, cuando se han acercado para saludar a los viajeros, estaban disfrutando del recreo, ese recreo tan particular de esos chicos que están cursando sus primeros conocimientos en un verdadero jardín natural de infancia. Aquí no hay murmullos, solo silencio, adornado con el lagrimeo del agua que fluye por el arroyuelo, de algún sonido o cacareo de la clueca con sus polluelos escarbando en las orillas del arroyo Zambullón, alguna esquila del prado cercano y las horas de la campana marcando el tiempo cuando aquí éste no existe. Cuando sí hay silencios rotos y barullo es cuando fluyen auténticas pandas de críos (y no tan críos) para pasárselo a lo grande durante los fines de semana en los que llenan de bullicio lo que durante los restantes días de la semana son bosques silenciosos y pastizales micológicos.

Posadas

Enumerar o recitar el nombre de las siete postales, son tan bellas, que el viajero se las ha aprendido de carretilla y no le cuesta escribirlas para que, si en alguna ocasión, se acercan por estas montañas en las que nace y discurre el Río Oja tengan la osadía de visitarlas y callejear por sus empedradas y perfectamente conservadas callejuelas de estas siete aldeas: Turza; Urdanta; Zaldierna; Azárrulla; San Antón; Posadas; Ayabarrena y Altuzarra.

Urdanta

¡Por favor! Que no se conviertan estos activos en focos turísticos masificados. Es difícil. Los viajeros lo dudan al estar próximos a los centros  jacobeos de su camino. Les cuentan a los viajeros que estas sierras deben poco, muy poco, prácticamente nada, al apóstol Santiago y mucho a las ovejas. Cuesta imaginar que en el Siglo de Oro esas ásperas cumbres gozasen de cierto bienestar su enclave como puerta de la sierra y su arquitectura tradicional, bastante conservada. Los viajeros han observado y les ha extrañado no ver ninguna casa blasonada que quizás se resistieron por la carencia de  doblones y reales de los tratantes de ganado.

Especial encanto tienen los soportales de sus casonas, pajares, los molinos junto a los riachuelos y las estancias bajeras de las casas  que permitían seguir con los trajines cotidianos en los rigores del invierno. Aquí todo es casco antiguo, restaurado, perfectamente restaurado pero antiguo. Antiguas son sus iglesias, todas construidas entre el XVI y XVII. Reliquias son algunas de sus tallas alojadas todas en la sacristía convertida en un pequeño museo en la iglesia de Santa María en la Villa Ezcarayense.

Al marcharse los viajeros, los cielos comenzaron a abrirse, languideció la luminosidad que había presidido todo nuestro viaje y los aldeanos comenzaron a embozarse con  pañoletas de cabeza, en esos echarpes, bufandas y mantas que, a partir de los años setenta, comenzaron a tejerse con el mimo artesanal heredado de los viejos telares de esa Real Fábrica de Tejidos impulsada por el marqués de la Ensenada, ministro ilustrado de Carlos III que languideció y se extinguió en el siguiente siglo XIX y hoy es un albergue para el descanso del esquiador. De todo esto los viajeros ya les hablarán otro día.

 Azárrulla
Fotografías y textos de La Medusa Paca copyright ©

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