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domingo, 29 de enero de 2023 in

ME LLAMAS

 




Puesto que el tiempo pasa de forma cruel e inexorable y no hay cómo pararlo, una prueba de sabiduría consiste en hacerse a un lado y dejar que transcurra sin que me dañe demasiado. Es todo un arte el saber colocarse discretamente al borde del camino para contemplar el paso de los días y de las horas con una copa en la mano y brindar por el hecho de seguir vivo. El tiempo ya no existe para mí, solo es el cortejo de la historia que pasa con su fanfarria. Nadie cumple años. La edad no es sino el número de placeres y heridas que a cada uno le tiene asignado la fortuna.


Justo enfrente y un poco por debajo de mi zaguán hay una señora en su balcón, ocupada con algo que se encuentra a la altura del suelo. No sé bien de qué se trata porque me estorban las ramas peladas de la copa de varias palmeras que se estiran delante de mi casa. Es la primera hora de una tarde de invierno en Garnacha y hace más frío que el acostumbrado por este pago. La luz transparente es ya amarillecida y, encima, el cielo confiable del Mar Menor. Vale.

ME LLAMAS

¡Madre!

Me llamas: yo siento tu voz sin palabras,

silencio que habla y envuelve en su hechizo,

te noto impalpable rondar a mi lado,

pidiéndome algo que yo no averiguo.

 

Sondeo en la noche de negrura llena

y jamás penetro el embrujo síbilo,

que tú dices algo que mi alma presiente

y choca en el muro que son mis sentidos.

 

Tal vez una súplica, quizás un consejo,

algo que quisiera compartir contigo

y que yo entreveo rondar a mi lado

igual que el trovero rondaba el castillo.

Nos separa el foso de la vida misma

y que mi alma tiene en el cuerpo el nido

y tú, vuelas alto, transparencia y cielo,

y yo, de la tierra, camino cautivo

por esta materia que pasa a mi alma

y que a oveja y lobo une mi destino.

 

Mo sé qué me dices, sombra impenetrable,

que mi alma llenas de extraño vacío

queriendo hacer cuenco que llenar más tarde

con tu ninfa clara de amable fluido.

¡Madre!

Me llamas: yo siento tu voz sin palabras,

silencio que habla y envuelve en su hechizo.

 

PRJP. N.º 5. En 28 de enero de 2023. Cuando hace tantos años que marchaste.

 


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


domingo, 22 de enero de 2023 in

MEMORIA DE LA NIEVE

 



MEMORIA DE LA NIEVE

 “Este es un paisaje de miradas de nata y tejados helados. Es un paisaje helado e indestructible donde los niños muertos juegan junto al molino con cuévanos vacíos y varas de avellano.”  (Julio Llamazares; Memoria de la nieve)

Doy comienzo a esta escritura en la tarde de San Antón honrando a: “ese viejo meón, que mete a las mozas en un rincón y antes de que llegue San Sebastián, mocito y galán que sacará a las niñas a pasear con la heladura”, ya que ésta, según el calendario Zaragozano de mi apreciado Mariano Castillo y Ocsiero, derivará allá por San Lorenzo en calentura, no en vano estamos en la semana de los santos barbudos, fríos y vientos.

Siento que el calendario y su tiempo van transcurriendo en un largo y sostenido bostezo. Y, aunque hoy disfruto de media hora más de sol, me siento como muy perezoso, será porque ya se han vistos los primeros copos de este invierno y esto da sosiego, porque las horas están cayendo a cuentagotas y porque la vida se queda amuermada y como sin pilas. Contemplando el invierno desde las cálidas tierras del Mar Menor me está costando un triunfo ponerme en marcha. No hago poesía sino galbana.

Aquí estoy, como el Bastián de esa historia interminable, estoy con calcetines gordos, de los de andar por casa y, también, sentado al estilo árabe delante de la fogata, y es que, ¡por fin!, ha llegado el invierno y, como un indio, me arropo los hombros con la manta multicolor que mi madre me tejió, acerco junto al cojín sobre el que estoy sentado mi cuaderno de notas… y ese libro de color blanco con tapas duras e ilustrado por Adolfo Serra. Pienso en los escasos habitantes de los pueblos deshabitados que, precisamente y debido al temporal, estarán dando fuego a sus fogones. Miro el libro, veo las ilustraciones, y después de comprobar que yo también soy de un pueblo donde nevaba y había rebaños, caballos y mulos, demasiada tierra erial, poca gente y hasta una escuela con niños y… me dije como Bastián: “Me gustaría saber qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo”. Y de pronto siento que el momento es casi solemne. Me siento derecho, tomo el libro, lo abro por la primera página y comienzo a leer donde dice: “Los bardos llegaban con el verano. Por los verdes caminos vagaban de aldea en aldea. Y siempre había un anciano que decía: “vienen del país de la nieve, del país de los bosques y los lagos helados.”

Despierto y me doy cuenta de que es la nieve la que sustenta mi memoria porque estoy releyendo “Memoria de la nieve”. Y seguí escuchando su silencio. Vale.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


domingo, 15 de enero de 2023 in

Juntando piedras

 



… Y en torno a mí se arrastran palabras de puntillas
y me ahogan,
cuando quiero asirlas…” (Jaroslav Seifert)

Juntando piedras

A veces era la marejada.

A veces el viento.

A veces un bañista malhumorado,

por el mero afán de destruir.

Pero él siempre rehacía su obra.

Juntando piedras,

 clasificándolas por tamaño, color, forma.

Arrebatándoselas al caos de la playa.

Y la escultura surgía de nuevo, era nueva cada vez.

Su escultura, tan tenaz como la vida.

Tan vulnerable.

Y al final el mar

esculpe en libertad.

PRJP. N.º 4. Cuando el Lebeche azota La Llana

 

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

domingo, 8 de enero de 2023 in

Semblanza de la noche hermosa

 



Adoración de los Reyes Magos o Epifanía, de Giotto

 Semblanza de la noche hermosa

Estoy en La Ribera, región de Murcia, son dos tardes después de la llegada, por supuesto en barco, de Melchor, Gaspar y Baltasar. La ciudad, aquí existe una Ciudad del Aire, está sostenida en pilares de algodón de azúcar. Ropones dorados, tronos de plata, estrellas de purpurina, dulcería volando por los aires y brisa de roscones entre el humo de encina de las casas-chalé que aún siguen habitadas. Una Ciudad del Aire reinventada en un cuento de final feliz. Paseo por sus arenales y sueño con esa cabalgata de Reyes Magos que tuvo en mis años de niñez la virtud de convertir el pueblo en un relato, en una fábula, algo que me salva de tanto cuento perverso. Un cortejo de fantasía que me protege de la intemperie del mundo. Una pausa en medio del caos de la vida.

 Hoy 8 de enero vuelvo a confirmar que el cortejo de los Reyes Magos ha cumplido a la perfección con su artificio mágico. Otra vez me ha llevado donde vagan los sueños de mi infancia. Ahora que el tiempo nos alcanza, he vuelto a reencontrarme con los juguetes olvidados en el desván del pasado, a esa patria arcádica de la que hablaban los poetas, a ese lugar ameno de la tradición clásica donde seguimos jugando. Los niños de ayer, los niños de hoy y los niños de mañana.

 Pasaron los caballos de cartón, los soldados de plomo, las muñecas, los diávolos y los rompecabezas de tarugos de cartón para dejar paso a la modernidad. Y no sé si os he dado alguna vez las gracias por aquel tren mecánico, con esa elegante y negra locomotora, vagones de transporte y sus railes apropiados para ser colocados encima de un gran tablero y contemplar su funcionamiento, que vino en un gran paquete enviado desde Nueva York y que me dejasteis en el balcón de aquel cuarto, junto a la cocina y al lado de la puerta bajera de ese aparador rinconero y que fue el regalo que más ilusión me ha hecho en la vida. Ya puedo revelaros un secreto: aquella noche oí las pisadas de vuestras botas en la habitación y hasta quise veros, aunque había luz eléctrica, ésta casi alumbraba y era muy mortecina, pero cerré los ojos y me hice el dormido. Siempre supe que veníais por la carretera de Alfaro, bordeando el barranco, almendreras, viñas centenarias y verdes sembrados que apuntaban. No sé cómo se las arreglaban vuestros camellos para cruzar el Puerto con dos o tres cuartas de nieve. A propósito, en Grávalos, pueblo todavía con vida, viven algunas personas que ya pasan de los cien, son escasas, pero ahí siguen. Son vecinos del pueblo muy ancianos y algunos están solos. ¡Por compasión, no os olvidéis de ellos! Vale.

 

Adoración de los Magos (Botticelli)

Texto La Medusa Paca. Copyright ©

 

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