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miércoles, 22 de febrero de 2023 in

Niña y mar

 



Niña y mar

“Apártate de todo esta mañana

y adéntrate en ti mismo al tiempo que te

adentras

en la insólita paz de este olvidado

retiro silencioso”. (Eloy Sánchez Rosillo)

Hoy, en mi paseo diario, me acerco, como todos los días, a la orilla del mar y contemplo un grupo de estudiantes y a sus profesores jugando con las olas. Es Carnaval, Miércoles de Ceniza y en lugar de tomar la ceniza han preferido tomar la sal. Mi vista se detiene en la lejanía observando a una escolar alejada del grupo. Ha prescindido del grupo y de las pantallas. Está sola, frente al mar, frente a la inmensidad del horizonte donde se dibuja, casi en el infinito, la Sierra Minera. Escuchando la música blanca de las olas que rompen en la playa, sintiendo la tosca caricia del viento en el rostro, el sabor salobre de las gotitas de agua. 

 Una estampa insólita en estos tiempos la de esta niña asombrada -apenas un garabato lejano- que prefiere lo grandioso, lo misterioso, lo inabarcable, lo incontrolado, a esa sensación de falsa omnipotencia y de falsa compañía que emana del mundo jibarizado en el código digital de los dispositivos. 

 Una alumna y el mar: una imagen para la esperanza. Vale. 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

miércoles, 15 de febrero de 2023 in

Migas de pastor

 

 



Migas de pastor

 Según la receta transmitida por la tía Teresa y, hasta cierto punto, aprendida

Aquí viene -tomen nota-
el busilis de este plato:
darle vueltas y más vueltas,
con muchísimo cuidado
sin dejar que se te agarren
ni que huelan a quemado.
Darle vueltas con paciencia,
manteniendo el fuego bajo.
No te pares ni un minuto,
porque… ya se te han pegado.”

Pedirle a Teresa que nos hiciera unas migas para desayunarlas junto al oscuro fogón de su casa era una delicia de auténtico plato gourmet y eso aunque no hubiese matanza ni por supuesto mondongo. Nunca regateó el hacerlas al tiempo que se explayaba contándonos sus historias con auténtico sabor costumbrista. Esto no sólo nos servía como plato degustación sino como compendio de aprendizaje de la cocina y gastronomía tradicional que, en eso, era una auténtica maestra.

Me contaba que: “de origen centenario y con centenares de versiones, las migas no son sólo un clásico del ámbito rural, más bien representan su esencia más primitiva, toda su riqueza y toda su austeridad”. Esto me lo repetía “la Teresa” constantemente y siendo fiel a sus principios: “las migas son y serán un plato típico de pastores con el que aprovechan las sobras de pan duro. Tengo entendido o leído que provienen del cuscús magrebí pero que se aderezaban con torreznos de cerdo para distinguirlo de la típica comida árabe. “Mi receta, solía decirme, es muy sencilla: consiste en sofreír con ajos y manteca en rama de cerdo derretida, trozos de pan duro, previamente humedecidos con agua y dorados o enrojecidos con un buen pimentón, mejor si es un poco picante”. Me recomendaba tomarlas solas, aunque ella conocía que, en algunos lugares de Soria, se acompañaban con unos típicos huevos fritos, torreznos, trozos de chorizo picante y, opcionalmente, acompañadas de algo dulce: una rociadita de azúcar o con granos de uva.

No sé cuántas raciones de migas pudo haber cocinado en su vida, fundamentalmente en las sucesivas matanzas que se hicieron en casa de mis abuelos maternos, pero, sin duda, se podrían contar por miles. Murió con los años justos.

Esta receta de migas, que ella llamaba de la trashumancia, la perfeccionó en sus largas estancias en las tierras altas sorianas de Matasejún, junto a San Pedro Manrique. Eran las que alimentaban a los pastores que no tenían a mano nada más que pan duro, alguna cabeza de ajos y los productos que obtenían de los propios animales. Fueron ideadas para elaborarse lejos de la civilización y con lo que cabe en un zurrón, de modo que su preparación no es compleja. No obstante, solía decirme, “cuando uno carece de experiencia, hay que tener en cuenta una serie de claves para evitar decepciones en el resultado”. JAJAJAJA.

Y es entonces cuando comenzaba a repetirme las claves de la receta, aunque ya la hubiese contado anteriormente:

- Los ingredientes fundamentales son: pan, ajo, y manteca en rama, ésta necesariamente deberá ser de cerdo. Se puede sustituir la manteca por grasa obtenida de la fritura de la panceta.

- El pan tiene que estar bastante duro, de 4 o 5 días por lo menos, y debe desmenuzarse cuanto más mejor, para que absorba al máximo el sabor del resto de ingredientes.

- Las migas deberán humedecerse la noche anterior. Este proceso se llama adobado, y consiste en mojar -salpicarlas más que sumergirlas- con agua en la que se ha disuelto previamente sal, muy poca, ya el pan tiene su correspondiente sal, y pimentón. Conseguir el punto justo de adobo es tal vez lo más complicado de toda la receta. Después es conveniente que reposen envueltas en paños secos. Si no se está muy habituado al pimentón, que será siempre picante, se fríe al mismo tiempo que la manteca, y es aquí, si se desea, cuando pueden añadirse troceados la panceta y el chorizo.

- La sartén tiene que ser amplia y no debemos llenarla hasta arriba, sino asegurarnos de que las migas queden bien extendidas y no se amontonen los ingredientes unos sobre otros.

- En el momento de freír, primero se echa la manteca de cerdo en rama y después, si se desea, el chorizo y la panceta con cinco, seis dientes de ajo bien picados, aquí el pimentón picante, en cantidad de una cucharadita de café. Y el pan, pan candeal troceado, adobado y remojado. Y remover, remover, remover continuamente para que las migas no se apelmacen y se mantengan sueltas. Con seis o diez minutos en el fuego estarán listas para comer.

Y…buen provecho.

Posdata. Se me olvidaba. Y después de gozar de esta gastronomía nos daba de postre “Papachas” una especie de masa frita y rociada con azúcar y canela. ¡¡¡DELICIOSAS!!! ¡Qué pena que no tenga su receta, pero la encontraré! Vale.


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

miércoles, 8 de febrero de 2023 in

La calle más fría junto al mar

 

La calle más fría junto al mar

“Al anochecer
cuando deja de nevar
nuestras casas se levantan
muy por encima de la tierra
en el silencioso espacio
al que ni el ladrido de un perro
ni el grito de un pájaro, llegan.”
(Charles Simic; Mil años de soledad) 

 

Estos días se habla mucho del frío que se pasa aquí, a la ribera del Mar Menor, pero hay un frío que es más frío que éste que padecemos hoy.

El icono del cuentakilómetros encendido. El pitido mañanero al arrancar. Dos grados. La escarcha en la luna. Los abrigos andando por la calle con espectros dentro. La capa de cencellada sobre la yerba del parque. Telarañas de nieve en los naranjos. El vaho de quienes se atreven a asomar la boca por encima de la tapia de la bufanda. El saludo con un leve giro de cuello, jamás con la mano fuera del bolsillo. La calefacción sin el rodaje todavía hecho después de 20 años...

Dice la propaganda turística de la Región de Murcia que “Murcia es la región donde habita el sol”, esto es cierto, no hace frío, pero se pasa mucho frío. Y esta Región no está preparada para la gelidez. Y donde yo habito es una ciudad de sangre caliente. Reptiliana. Y en estos días de helada punzante hiberna en la cueva de la esperanza. Se pasa frío aquí, sí, de ahí la leyenda de que en las casas palacio hay que ponerse el abrigo al entrar, no al salir. Los muros anchos para el verano, los patios frondosos, las fuentes y los techos altos de Ocnos se olvidaron de los azotes del invierno porque necesitan defenderse de las llamas del estío. Y cada vez que en el solsticio de las sombras cae el termómetro hasta la Virgen de la Fuensanta tirita en su camarín del monte. Me cuenta un pescador que ayer vio a las palmeras tapándose con el lábaro. Lo del grajo que vuela bajo está muy usado. Este frío se explica mejor con el descenso de ventas de Estrella de Levante. Son días de oloroso. De puchero evaporándose por las ventanas. De piraguas más lentas sobre la bahía marmenorense más espesa. Días de tendido barato. De calle Sol, pero no esquina con Villananitos, que en Villananitos da la vuelta el viento.

Pocas veces en Lo Pagan la conversación de las tabernas es tan banal como estos días. Ya sabemos que cuando se habla del tiempo es porque no hay nada de qué hablar. Pues estamos hablando del tiempo: “Que, por lo visto en un pueblo de la sierra de Ezcaray, allá en tu Rioja, ha hecho, noches pasadas, siete grados bajo cero”. “Que ayer no me arrancaba el coche porque se le había congelado el líquido”. “Que con esta bronquitis que tengo desde navidades no puedo salir a la calle temprano porque como coja otro frío me tienen que poner el pijama de madera”. Son conversaciones escuchadas estos días. Siempre con las dos manos agarrando fuerte el café. El camarero frotándose las palmas delante del tostador y las estufas de los veladores simulando infiernos de plazoleta.

Habría que hacer un año, éste es el mejor, una encuesta sobre cuál es la calle más fría del entorno a San Javier. Unos apostarán por la playa de Barnuevo, donde la espaciosidad abre el paso a los vientos, tanto de Levante como al Lebeche. Otros por el paseo Colón porque en lo alto de las palmeras se quedan tiesos los gorriones. Pero yo tengo otra propuesta que sirve también para el verano. El paseo más frío para mí es el de entre molinos, rodeando la bahía, lagunas de lodos y caminos salitrosos. Ahí se hiela el corazón y se achicharra la memoria dependiendo de la estación. Vale.


Texto La Medusa Paca. Copyright ©; Fotografías Molata de Charán Moratalla. Guillermo Carrión.

 

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