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martes, 28 de abril de 2020 in

El Sacamantecas y el lobo feroz







El Sacamantecas y el lobo feroz

“Se diría que es un pueblo sumergido. El anochecer
gotea, frío, sobre los umbrales y las casas
propagan humo azulado por las sombras. Rojizas,
se encienden las ventanas. Una luz se enciende
tras los postigos entornados de la casa a oscuras”.
(Cesare Pavese: Tolerancia)

Nadie creyó que venía, cuando nos lo anunciaban, cuando nos decían que había matado ya a mucha gente. Cuando vinimos a darnos cuenta, el lobo invisible, ese “Sacamantecas” de nuestra niñez se había metido en nuestro territorio, cubil y empezamos a conocer los efectos de sus primeras mordeduras entre los nuestros. Un herido, dos, tres… Un muerto, hoy ya son 23.832. Qué espanto. “Se diría que es un pueblo sumergido. / El anochecer gotea, frío, sobre los umbrales y las casas /propagan humo azulado por las sombras. Rojizas, se encienden las ventanas. Una luz se enciende /tras los postigos entornados de la casa a oscuras”.
 
Ando en estos días recuperando ese miedo infantil de aquella vez que por las calles de mi villa corrían diciendo que había un “Sacamantecas” rabioso, babeando, loco por morder. Mi madre cerró los tapaluces de las ventanas de la alcoba y le echó el cerrojo a la puerta de la calle, también a la del balcón; por si acaso, y yo terminé de cerrarla poniéndole la tranca, y me fui a la puerta de la cocina a cerrar su doble puerta de madera, no fuera a ser que el rabioso, furibundo y sangriento “Sacamantecas” saltara por la tapia y se colara en mi corral, rompiera los cristales y…dejara paso libre al “Hombre del saco”. Y los dos, coléricos y airados, aprovechándose de lo que el otro dejara.
Miedo, sí. Pánico, también. Ese es el miedo, el pánico que tengo ahora. ¿Miedo al otro? No; miedo a lo que no veo en el otro, a lo que no sé que el otro pueda estar echando en el aliento, en la saliva. Miedo a que el enemigo esté en el aire, vestido de oxígeno, tapado entre aerosoles, y yo me lo lleve y me mate. Miedo a hablar con alguien frente a frente; miedo a pasar junto a alguien; miedo a tocar algo que otro lleve y deje para que yo lo coja, miedo a lo que mi mente, ya madura, invente en este negror nocturno de mis noches que me hacen sentir esa tempestad como un líquido azotamiento despiadado.  

De cualquier forma, este “Sacamantecas” u “Hombre del saco”, lobo invisible, lobo acechante, me asquea y no me da confianza. Cuando el próximo dos de mayo me anime a salir al romperse las cadenas del presidio, ¿con qué seguridad saldré? Saldré mirando para todos lados o como hace años cuando yo iba camino de vuelta a mi casa en noches de vientos, tronadas y aguaceros y la luz, la poca luz que teníamos, se iba sin permitirnos ver dónde podía estar el peligro, porque todo estaba negro como la boca de un lobo. De un lobo invisible. Como ahora, como ayer y como…mañana. Vale.

“Cuando anochece de nuevo, se reanuda la lluvia
crepitante sobre muchos braseros. Las esposas,
aventando los carbones, echan un vistazo a la casa
a oscuras y a la fuente desierta. La casa
tiene los postigos cerrados…”
(Cesare Pavese: Tolerancia)

PD. Con todo mi cariño y a pesar del acojonamiento del yayo. Va por vosotros: Marcos, Vega, Millán, Alfonso y Eugenia.


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

martes, 21 de abril de 2020 in

Nuestra Señora del Humilladero no procesionará este año





Nuestra Señora del Humilladero no procesionará este año

¿Quién nos lo iba a decir? ¿Alguien recuerda si esto alguna vez sucedió? ¿Cuál es la antigüedad de esta cofradía, setenta, noventa años? No más. ¿A alguien le pasó por la cabeza que un virus iba a impedirnos no procesionar junto a Nuestra Señora? ¿Cuántas apuestas hubiésemos perdido, de habernos apostado algo por no salir con chaqueta y corbata, bien vestidos, decentemente vestidos, para trabar orgullosos, encima de nuestros hombros al Humilladero querida, como cada veintiuno de abril? 

Ahí estamos quietos, sin arrancar. Ahí estás tú, sin pisar el poyete de tu casa ni para hacer el intento de salir a la calle. Ahí está usted, que lleva algo más de cuatro semanas con la misma ropa —aunque se duche todos los días—, pantalón de andar por casa, camiseta deportiva y calzado cómodo, si no babuchas. Ahí está usted, sin ir a un restaurante, como hacía, y conformándose con los guisos de toda la vida. Han bastado casi dos meses para que nos convirtamos todos —o casi todos, que siempre hay excepciones— en socráticos, en el más austero sentido de la palabra. 

Es por todo ello que, aunque la conozcan, yo les traiga aquí esta anécdota filosófica y esta SANGRE DE AMAPOLAS. Voy a mis apuntes filosóficos, la busco, copio y aquí la tienen: “Paseaba Sócrates junto a uno de sus discípulos por un mercado de Atenas, contemplaba y disfrutaba del gran despliegue de joyas, telas, perfumes, cerámicas y otros objetos de todos los tipos que se exponían en los diferentes puestos. Se detuvo un momento y comentó a su discípulo. “Ciertamente, no sabía que existieran tantas cosas que no necesito para nada”. Ahí somos socráticos. O vamos camino de serlos. Nos sobra todo el ropero. Me respondo diciendo que ese plan de no ser esclavo de lujos ni de ropa lo aprendí hace mucho tiempo, aquí en estas queridas tierras murcianas cuando era niño, casi adolescente, al ver cómo vivían dos personas que más tarde fueron mis amigos. Ellos fueron la referencia más cercana que tengo de la felicidad. Son mis primeros socráticos.

¿Pero de verdad mañana, veintidos de abril, seremos plenamente felices? Yo sí. Socrático y feliz después de versear y recitar estas mis estrofas- SANGRE DE AMAPOLAS- en honor del Humilladero. Mañana, en su día, no procesionará, aunque confinados la llevamos en nuestro corazón:


Sangre de las amapolas

Fuente Sorda donde mecen
con sangre las amapolas
para que las flores recen
oraciones, mientras crecen
los vivas, las acerolas.

¡Tú, Humilladero bendita!

Eres gemido del viento,
de la Antigua, zalamera,
un dolor de monumento,
eres el trance más lento
que jamás la sangre hirviera.

¡Tú, Humilladero bendita!

Deja paso, por favor,
que estoy en un sinvivir
y ya los rayos del Sol
alumbran la cicatriz
del que en un corral nació
porque lo quiso parir
una Virgen, Virgen de Dios,
en un humilde tapiz.

¡Tú, Humilladero bendita!

Aun no estando yo allí,
siempre en la distancia te vi  
como veo en sueños las estrellas,
y cuando me acerco a Ti,
lo hago sin despertarte,
para con la mía fe orarte.

Y tú Humilladero bendita
sigues ahí, adormecida
en ese tu sueño elegido,
sabedora de que tu espera
tiene a bien reconfortarte,
sabedora de que el mundo
debe perpetuamente esperarte,
con tu amor siempre rotundo.

Tú, Humilladero bendita,
a lo tuyo:
diciéndole al tiempo
cuál es el ritmo del tiempo,
que ya en Ti hay un momento
que es otro tiempo:
tu tiempo.

Fuente Sorda donde mecen
con sangre las amapolas
para que las flores recen
oraciones mientras crecen
los vivas, las acerolas.

PRJP. Nº 18. En Santiago de la Ribera, en un día del Humilladero sin procesión y sin fiesta.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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