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sábado, 25 de noviembre de 2023 in

Alucinación

 

Alucinación

 


Hay días que expreso y digo muchas cosas sin decir nada. Unos días hablo con palabras, con la fotografía, como hoy, y otros con silencio. Me cuesta comprender el silencio.

Alguien, creo fue José Luis Martín Descalzo, dijo: “En realidad todas las cosas verdaderamente importantes ocurren en el silencio: se cree en silencio, se sueña en silencio, se ama en silencio, se piensa en silencio, se vive en silencio, hasta la misma muerte se acerca a los hombres con pies de terciopelo”. 

Y hoy he quedado alucinado ante los reflejos del puerto de Lo Pagán y del Mar Menor, antes de las ocho de la mañana, parecen salidos de una alucinación, teñidos de delirantes colores, como si el otoño tuviera propiedades lisérgicas. Y el Mar Menor, aplicado discípulo de la estética impresionista, reniega hoy de ella y deriva su reflejo hacia el cubismo.

Y pienso y reflexiono junto a Bernard Williams: "Nunca una noche ha vencido al amanecer y nunca un problema ha vencido a la esperanza". Esta mañana, en mi vagar, me alucinó el silencio de este mi querido Mar Menor y hasta me habló. Lo disfruto cada momento, descanso y me cuido mucho. Todo un feliz finde. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.




sábado, 18 de noviembre de 2023 in

Entre mares

 



Va transcurriendo noviembre, ya va pasando. El mes de las castañas, las bellotas y las chimeneas que avivan el calor del hogar. Ya están aquí las noches largas y densas, los fríos, las siembras que asoman sus crines verde esperanza, los charcos y las cunetas que corren dando un abrazo al invierno que duda con ganas de quedarse. Avanza noviembre, el mes favorito de los que amamos la lumbre y la siembra.

 Me gusta noviembre. Los montes agitan sus encinares mientras alimentan montoneras, los olivares se cargan de vida con su devenir. El nuevo vino ya está en el tino. Hay movimientos en los corrales pues la paridera de la cabaña de churras y merinas espabila para dar vida a una buena remesa de corderos que harán las delicias de las cocinas en pocas semanas. Los caballeros clásicos se calan sombreros de fieltro, gabanes de tres cuartos y guantes de piel. Y pasean por los paseos entre mares con aires elegantes. Con aires del mes noviembre, que va pasando. Quedo aquí con Dios. Vale

Entre mares

Noviembre. Dos mares.
Y un sol veraniego.
Parvedades surcan
playas y paseos.

El mar merodea,
sosegado y quedo,
en marea baja,
ya bajo el roquedo.

Fijo sobre rocas,
un mástil de acero
vigila, controla
a barcos y vientos,
las olas del mar,
las lluvias del cielo.

Hoy nada se mueve.
Sólo unos veleros
de color gaviota
velan mar adentro.

Sólo una gaviota, 
sin prisa y sin miedo,
posa sobre el espaldón,
dique de los vientos.

PRJP. En Garnacha y a resguardo del decaído sol de noviembre.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

sábado, 11 de noviembre de 2023 in

EL CIPRES

 


EL CIPRES

“…A veces se le olvida hacer ruido,

a veces hace por salir del nido

y si no lo consigue, humano, llora.

A veces suena a Dios. De todos modos

es un reloj y un día, como todos,

se quedará parado en cualquier hora.” (Carlos Murciano)

 

No tengo por costumbre ir o venir, estos días, a/de los cementerios -dormitorios, en griego-, los benditos camposantos, como los llamábamos en tiempos de niños. Sin ir soy consciente que, cada vez quedan menos nichos ocupados, y, por lo tanto, cada vez hay menos gente y menos flores.

 Pero quedan todos los cipreses, siempre fieles, siempre enhiestos, siempre vigilantes. Cupressus sermpervirens pyramidalis es su nombre de pila linneana. Otros los llaman Cupressus italica, por haberlos visto en la vía Appia, junto a los monumentos fúnebres de la Roma ántica, y junto a cualquier monumento singular. Era ya en Grecia un árbol sacro, consagrado al dios Hades, dios de la muerte. Los judíos los utilizaron para levantar el Templo de Salomón, y hasta se decía que el arca de Noé estaba hecha de esa madera imputrescible. Los romanos, según Horacio, envolvían los cadáveres de sus seres queridos con ramas de ciprés.

 No voy nada, desde hace años, a los cementerios. Y, cuando, voy, voy casi siempre por obligación y de prisa y corriendo. Tal vez me aquieto un poco porque veo que los cipreses están allí, que ellos no faltan, que ellos no tienen prisa. Sus raíces son horizontales y alargadas, bien ancladas en la tierra: arraigadas. Sus troncos son anchos, rectos y altos, resistentes al calor y al frío, bien adaptados a suelos ácidos y básicos, con cortezas lisas y delgadas, de color pardo oscuro. Sus ramas tetragonales, compactas y prietas, de las que cuelgan como joyas naturales los recios y lustrosos estróbilos o conos, masculinos y femeninos. Sus hojas o ramillos tienen forma de escamas. Su follaje es denso, vertical, verde oscuro mate, que los hace discretos, firmes, serios, pero no lúgubres, ni tétricos, ni funestos. Todo esto lo aprendí aquel día, fue un día del mes de febrero y hacía frío, en el que el Abad Clemente asomó su cabecita, para saludarnos, por entre los ramillos del ciprés de Silos, al que estaba subido. Luego descendió y nos dio una hermosa lección a mi hijo Ignacio, a José Luis y a mí sobre el Claustro. ¡Qué hermoso día y qué gran lección!

 Los poetas los compararon y comparan con los monjes y sus cogullas. Otros con cirios, candelabros, hachones y luminarias. Monjes de silencio y votos perpetuos.  Luminarias de dirección y transcendencia “Enhiesto surtidor de sombra y sueño, y flecha de fe y saeta de esperanza”, describió al protociprés de Silos el cántabro Gerardo Diego.

Mejor que cualquiera representáis, cuidáis, protegéis, acompañáis a nuestros muertos. Vale.


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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