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sábado, 30 de marzo de 2024 in

Vivencia Procesional

 


 

 Vivencia Procesional

 

Hoy visto al pueblo de campo

con las ramas del olivo

siendo, temblando, oración

en las manos de los niños.

O espina de oro escapada

de un palmeral amarillo.

 El pueblo, Jerusalén

con túnica de domingo

tejida con el sol nuevo

que le llegó desde el frío

 o, acaso del otro lado,

de los olorosos pinos.

 Campo y pueblo,

pueblo y campo

en elegante equilibrio.

 Cuando a Dios lo celebramos

acuden siempre en su auxilio:

flores, maderos, espinas,

ramas de palmera,

olivos…

y sarmientos que flagelan

al Buen Señor y cautivo

 

La noche del Domingo de Ramos quedé solo en casa, mi señora, Marta mi hija, nietos y amigas, venidas de Cartagena, salieron a disfrutar de su paseo y tardeo. Me senté delante del televisor para fantasear en Domingo de Ramos. Y soñé como una multitud ocupaba las sillas de la carrera nazarena, y otra deambulaba de calle, a plazuela, apresurada y expectante, sorteando los carritos de chucherías y las improvisadas y castizas algaradas a las puertas de los bares. Sentí oler a algodón de azúcar. Oler a palma de Domingo de Ramos recién cortada. Ver, en las solapas de las chaquetas, formando un lazo, diminutos ramitos verdes de olivo, manolas altivas y guapas y como un anciano miraba al cielo y no veía nubes en lontananza.

 


Comprobé como bullían las terrazas de gentes que burlaban, bajo los naranjos de la plaza, el primer sol que ya prologa el verano. Vi desfilar delante de mí, como ramillete de lirios morados y cofradieros, rosquillas coronadas de ensaladilla y anchoa, por aquí las llaman marineras, que, a golpe de estante de caña húmeda contra la barra marmórea, celebran esta Doménica que es oasis cartagenero y murciano en el comienzo de la Semana que se avecinaba. Y mis oídos estallaron ante la aclamación de la multitud ante el pasar de la popular borriquilla que da nombre al trono de la cofradía.

 Aún el sol alumbraba los aleros de algún edificio singular, que caía como escondido, cuando una desconocida silueta, que avanzaba mecida entre las bocanadas de aromas de los primeros azahares, se recortó bajo las palmeras del recorrido. Un vendedor de ramos, artísticamente labrados, instalado ante la verja del convento, quebraba por unos instantes el eco de la siesta de esta tarde-noche de primavera. Luego se hizo el silencio. A lomos de una borrica, Cristo caminaba hacia Jerusalén.

 

Vuelvo a la realidad y recuerdo aquellos años, prodigios de Murcia y las sorpresas de Cartagena. Fue hace años, en 1961, cuando, por circunstancias estudiantiles, se me dio la oportunidad de ver llegar la Semana Santa y sus desfiles procesionales en ambas ciudades. El poeta que nació en el patio del limonero no sabía cómo había llegado la primavera. Yo sí sé cómo llegué a disfrutar de esos sagrados días presenciando en ambas ciudades sus desfiles procesionales. Y los presencié con la característica luz de primavera. Yo sé cómo llegó la Semana Santa y como llega todos los años a Murcia y Cartagena.

 Sentí respirar, ya lo escribió Jorge Guillén, la luz. Esa luminosidad, que rebrota inquieta de cofradías desde la huerta hasta el campo y se mantiene intacta al caer la tarde sobre los tronos que componen el cortejo, el avanzar de sus nazarenos en procesión contando, suspiro a suspiro, las horas largas de gozo que les queda. A poco les sabe, como cada año. Y a mí, también hoy, despertar de este sueño. ¡Feliz Pascua Florida para todos!

  Estos días se llevan

entre aguanieve y frío

el ayer de tinieblas

y el hoy, ya florecido.

 

 

Texto La Medusa Paca y fotografías cortesía de un amigo. Copyright ©.

 

sábado, 23 de marzo de 2024 in

Horcajo florido

 

 


Hoy, sábado previo al domingo de Ramos, me he despertado con el trinar de los pájaros y he comprobado cómo el primer vencejo se ha adelantado, impaciente y novelero, en cuantito ha visto niños correteando por la baranda del pórtico de la casa, y por el mensaje de ese hermoso peral que ya quiere estar en flor. Me he desperezado reflexionando y contemplando como toda esta belleza es la que refleja la magia de las estrellas sublimes y de los curiosos planetas que reinarán en esta Semana Santa tan baja, tan baja, tan baja, que el inminente Domingo de Ramos todavía tiene el desperezo del invierno. Oigan, ¿a que el incienso va a oler a espliego, romero y también a azahar?

Tengo delante de mí el programa estrellero, que no es otro que el Almanaque Zaragozano de toda la vida. El de don Mariano Castillo y Ocsiero, que viene retratado en su portada de color naranja del Museo con una indumentaria como de capataz antiguo del grabado de un Santo Entierro Grande y sepia. Hoy sé, por este Almanaque Zaragozano el prodigio que esta primavera, recién estrenada, está obrando en mi peral.

 


Horcajo florido

 

Horcajo de mi casa florecido,

peral en primavera, fruto vivo,

de vejez y de savia estas ungido

siempre eres y serás muy bien querido.

 

Leñoso, silencioso y aún vivo

tu tronco seco del invierno

hoy se embellece,

él sigue tan curvado

en tanto que sus ramas continúan
poblándose de blancas flores

y pájaros cantores.


 

Eres de esta casa portal

y de tus yemas peral,

con arrugas centenarias,

de entraña tan ancestral

que siempre la has adornado

y nosotros hemos sentido,

el árbol que nos ha arropado.

 

¡Oh peral, todos te admiran!

Esos hombres, los antiguos,

ancestrales y remotos

por los veranos curtidos,

al mirarte se estremecen

ante esas flores que se abren,

te disfrutan y se enternecen.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 16 de marzo de 2024 in

¡Nanay de la China!

 

 

 

¡Nanay de la China!


 

Busca un lugar de paz,

junto al azul que retorna:

azul de viento y de sal.

El aire que te atormenta

no es aire tuyo o mío.

Que es viento nuestro.

 Mi afición, en los días de asueto, que felizmente son todos. es acercarme a la costa, donde hay puerto, para observar el trajín de los barcos, arrimarme a los marinos apiñados en las tabernas, tomar unos pescaditos, recién pescados, escuchar y deleitarme y entrar en conversación, si me dejan, en aquel ambiente centelleante que es un muestrario de buscavidas, tahúres, gentes de existencia desvencijada, pescadores, algún tullido al que un marrajo le llevó la mano al fondo del abismo, sablistas, mercaderes ambulantes y otros fenotipos de dique seco. Ver pasar los barcos, barcos que se pierden y se agigantan por igual en la lejanía de estos horizontes y en mi mente.


Y así en una mañana de la primera mitad del mes de marzo me he acercado hasta Puntas de Calnegre donde el primer sopapo soplante que sentí fue el de una corriente garduña con breves rachas fatales y, en esta costa de la pedanía lorquina, escuché como el viento provocaba un grilleo de jarcias nerviosas y como en  uno de los pantalanes, con altiva sobriedad, amarrado a los norayes, asomaba un velero rotundo y elegante.

 El mar estaba erizado y, a pesar de eso, en él no había nada más que silencio. Y un lugareño, más agricultor que marino, me dijo que: “aquí hay que estar atento a todo: al sol, al viento, a las nubes, a las previsiones meteorológicas y al crecer de la rambla”. Observé, soy de tierra adentro, que consideran al mar como un enemigo y también como enemigo. Saben que está ahí y esa conciencia les tiene vigilantes y despiertos. 

Disfrutador de la calma de las aguas del Mar Menor creía que el mar siempre es amable, pero aquí mismo escucho que eso es lo que dicen quienes no lo conocen. "El Mediterráneo es un mar bravo, imprevisible, traicionero, de cambios drásticos y rápidos... Aunque el mar en sí no es malo, el viento es el que lo encanalla”. Entro en conversación con un tipo callado, observador, con templanza de la que hace oficio y norma.Un sujeto fascinado, sin desgaste posible con el mar, me suelta de repente: "El Mediterráneo es mi patria”. Todo esto, sentados en “El ventorrillo del Sombrerico”, me lo narra mientras disfrutamos delante de un plato donde hay longaniza murciana y otras chacinas del lugar, una copa de Rioja blanco, dos cervezas, unas almendras fritas, un poco de mojama, unas huevas de mújol y unos picos. 

 Y cayendo la tarde tomamos dirección a Cabo Cope con la intención de, pasando por Ramonete, tomar la RM- 332 y dirigirnos a la AP-7 dirección a nuestra casa.

 Fue en Ramonete, pedanía costera de Lorca, donde he visto por primera vez un naranjo de la China, colmadito de naranjas. Me he detenido ante él, lo le fotografiado y me he dado cuenta de aquello, - “¡Nanay de la China!”, que mi madre, ¡ay mi madre!, exclamaba, como imposible de alcanzar,- existe y no es pura ficción. Son simplemente ¡Naranjas de la China! Difíciles de alcanzar, pero ahí están. Y yo, entre tanto, recordando a García Lorca entre azahares:


 “Naranja y limón.

¡Ay de la niña

del mal amor!

Limón y naranja.

¡Ay de la niña,

de la niña blanca!

 Limón.

 (Cómo brillaba

el sol.)

Naranja.

 (En las chinas

del agua.)”

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

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