Paseante y ocioso en el otoño del Mar Menor
Paseante y ocioso en el otoño del Mar Menor
“Gracias doy a la vida por haberme
nacido.
Gracias doy a la
vida porque vi los árboles, y los ríos y el mar…¨ (Blas de Otero)
Como siempre por estas fechas, habrá que retocar las manecillas del reloj Con el cambio de estación y la vuelta a las rutinas, otra de las modificaciones de esta época de otoño e invierno es atrasar el reloj una hora, lo que nos traerá amaneceres más tempranos y la puesta de sol llegará antes que en los meses de verano.
Los ropajes de la gente indican la llegada del otoño tanto como el día o las castañas pilongas que empiezan a rodar por las esquinas de la plaza de san Pedro. Que es por donde acabo la jornada de ocio, camino de la heladería José Antonio, en la calle Avda. del Ejército del Aire. Es un clásico del barrio sin literatura, escasamente ensalzado. Las salinas y su parque mutan por estas calendas como un camaleón sobre un palo de canela. Tonos ocres, terracotas y rojizos inundan cañaverales; algunas hojas amarillas tocan el suelo. En nada la hojarasca extenderá alfombras por los caminos que rodean los pinares donde crecen las azucenas de mar y el cuernecillo de mar. En los saladares aparecen las salicornias, las sosas, las siemprevivas, los juncos y los tarayes.
El espectáculo visual convierte el gran jardín de los Arenales en otro imprescindible del Mar Menor, un tiempo para hacer realidad la segunda acepción del verbo jugar en el Verbolario de Rodrigo Cortés: “Tomarse la niñez en serio”.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
