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viernes, 28 de enero de 2022 in

Adormilado y torpe

 

Adormilado y torpe

¡¡¡ Madre!!!

Te miro ir y venir por estos versos.

 Aún estoy en la cama.

Son apenas las ocho y hace frío,

Oigo cantar los gallos.

Es invierno.

Amanece.

“Date prisa, me dices;

“no tardes, date prisa”.

Pero yo todavía permanezco

unos minutos bien arrebujado

entre las tibias sábanas.

Me levanto por fin y desayuno,

adormilado y torpe

Mientras se deshilachaba en mis adentros

algún sueño reciente.

Después me lavas cara y manos rápida,

me peinas con cuidado

y me pones un poco de colonia.

Veo tu rostro, madre, en el espejo.

Tengo seis años, o algo más tal vez.

Me dices, “date prisa”, y me sonríes.

Yo también te sonrío en el cristal.

Me colocas aquel abrigo gris,

de punto espiga

y me mandas corriendo hacia la escuela.

El niño confiado

que aparece contigo en estas líneas

te mira en el espejo para siempre:

despabilado y lúcido.

Te miro ir y venir por estos versos.

 ¡¡¡ Madre!!!

 

PRJP. N.º En 28 de enero de 2022. Cuando hace tantos años que te fuiste.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

viernes, 21 de enero de 2022 in

El lenguaje del frío

 

 

Estos días de fuertes heladas recuerdo, y así cuento mi vivencia de niño rural, que antes, también hoy, en este mes y en las zonas rurales se vivía con el temor de la helada; esa muerte nocturna y segura que viene todos los años a hacer de las suyas. Trae poco y se lleva lo que puede, fundamentalmente pegujales, primera flor de ciruelos y almendreras. Hija de los cielos serenos y de las noches claras, invisible y extensa, deja su huella en los campos, blancos al amanecer, aterida la planta y encogido el fruto.

¡Buena ha caído esta noche!

Y el resuello humea en el aire. No hay quien se asome a la puerta. Les tiembla todo el mundo. La manda, sin duda, el hielo durísimo de las estrellas a besar la tierra, en unas nupcias tremendas, que detienen la vida, en medio del silencio de la noche. Su cuerpo de amante inmenso y mortal queda extendido en desolación y blancura sobre el campo.

¡La que va a caer!

Y el cielo está impasible, preparándose. Y a penas oscurecido, con las ultimas luces y las primeras estrellas, invisible, comenzará a caer la helada sobre la tierra inerme, sobre la plántula recién despuntada, sobre la flor que se adelantó y sobre las aves. Sobre el paisaje se cernirá un halo, un velo de niebla que hará fantásticas las perspectivas, tiernas las lejanías, intimo el campo.

Siempre, en este mes, se vive con el temor de las heladas. Es una muerte nocturna y segura que viene todos los años a hacer de las suyas. Trae poco y se lleva lo que puede. Y hasta tiene su lenguaje: el lenguaje del frío.

¡Buena ha caído esta noche! y ¡La que va a caer!


 El lenguaje del frío

 Enero, el mes podador,

llega a nuestro pesar

helador.

 

Morir de frío

entre el ser y el estar

puede ser que el invierno

 aún nos aflija

con mensajes cifrados en la estrella

geométrica del hielo.

 

Pero ya en la memoria,

 fiable de los árboles

apunta nuevamente

 la consigna

de otra primavera

 y eso basta.

 

Morir de frío

entre el ser y el estar,

morir antes de llegar

 a las cuatro esquinas del lenguaje

donde nada entra ni sale;

morir en la casa

en la que no hay esperanza

esperaré a la orilla

sentado sobre la silla blanca

a que el frío termine de cuajar.

 

Enero, el mes podador,

llega a nuestro pesar

helador.

 PRJP. N.º 7. En el día más frío, hasta ahora, del invierno del 2022


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


viernes, 14 de enero de 2022 in

El tiempo en mi almanaque


 El tiempo en mi almanaque

 “El tiempo es un banquero que sólo guarda en su caja fuerte las hojas vivas del calendario.” (Aforismo del Campo de Cartagena)

El último almanaque, me decía un sabio agricultor del Campo de Cartagena: “es como un limonero de una casa vacía: se marchitan sus hojas, pero no son caducas.” Y si eso es así, que lo es, mi tiempo es cual efeméride roja entre días de luto fagocitando enero mientras el futuro se esfuma con su porte viajero cuando a solas los meses sólo son paradojas enclavadas de tiempo: ¿en qué día me alojo, en qué antiguo recuerdo, en qué azul, en qué mar? El último almanaque nada más, eso es todo. La secuela de un beso, la sonrisa en un bar, soledades, anhelos, un abrojo de marzo, una cruz en abril, un huidizo periodo, el sabor de una magdalena mojada en el café... Cada año repite sus impulsos de cuarzo.

Ya está. Aunque “hasta san Antón Pascuas son” regreso a la rutina arrancando el último almanaque de la alcayata del salón de ese calendario Zaragozano de Don Mariano Castillo y Ocsiero que ya ha sido sustituido por otro por respeto a mi abuelo Arcadio que él siempre lo tenía a pie de obra para consultar, además de los días de abundantes rocíos matutinos, beneficiosos para los campos, los días en que mejoraría el temple, gozándose de algunos días hermosos y, sobre todo, los días de ferias y mercados de España. Y hoy, en esta reposición, he entendido que el pasado no existe, que lo único que queda de él en nosotros es el dolor, que la memoria es mentira, que todo lo que somos es sólo lo que seremos. Mirar atrás es sangrar por las cicatrices.

Eso es todo. Lo único que queda atrás es lo que no hemos vivido. Hace pocos días, cuando arranqué el almanaque del 21 para poner el del 22 en la alcayata del salón, dejé escrito sobre la hoja marchita del último diciembre este croquis de espíritu borgiano: A veces paso el tiempo reflexionando sobre el Tiempo y pierdo el día. Soy como el relojero que cree que es propietario, trucando el minutero, del tiempo que le queda y no es así, aunque mi heredado viejo reloj siga sonando y sin moverse desde que lo ajusté. La cábala del pobre se basa en la medida del vaho moribundo, del tiempo terminal, ése que no depende de los sistemas métricos, el que jamás se vende por una cantidad: el infinito, un segundo... El tiempo se derrama por la peor herida del mundo. Ni se pide ni se presta: se gasta. Quien lo ha guardado, pierde y quien lo ha tirado, gana. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


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