Estos días de fuertes heladas
recuerdo, y así cuento mi vivencia de niño rural, que antes, también hoy, en
este mes y en las zonas rurales se vivía con el temor de la helada; esa muerte
nocturna y segura que viene todos los años a hacer de las suyas. Trae poco y se
lleva lo que puede, fundamentalmente pegujales, primera flor de ciruelos y almendreras.
Hija de los cielos serenos y de las noches claras, invisible y extensa, deja su
huella en los campos, blancos al amanecer, aterida la planta y encogido el
fruto.
¡Buena ha caído esta noche!
Y el resuello humea en el aire. No
hay quien se asome a la puerta. Les tiembla todo el mundo. La manda, sin duda,
el hielo durísimo de las estrellas a besar la tierra, en unas nupcias
tremendas, que detienen la vida, en medio del silencio de la noche. Su cuerpo
de amante inmenso y mortal queda extendido en desolación y blancura sobre el
campo.
¡La que va a caer!
Y el cielo está impasible,
preparándose. Y a penas oscurecido, con las ultimas luces y las primeras
estrellas, invisible, comenzará a caer la helada sobre la tierra inerme, sobre
la plántula recién despuntada, sobre la flor que se adelantó y sobre las aves.
Sobre el paisaje se cernirá un halo, un velo de niebla que hará fantásticas las
perspectivas, tiernas las lejanías, intimo el campo.
Siempre, en este mes, se vive con
el temor de las heladas. Es una muerte nocturna y segura que viene todos los
años a hacer de las suyas. Trae poco y se lleva lo que puede. Y hasta tiene su
lenguaje: el lenguaje del frío.
¡Buena ha caído esta noche! y ¡La
que va a caer!
El lenguaje del frío
Enero, el mes podador,
llega a nuestro pesar
helador.
Morir
de frío
entre
el ser y el estar
puede ser que el invierno
aún nos
aflija
con mensajes cifrados en la estrella
geométrica del hielo.
Pero ya en la memoria,
fiable
de los árboles
apunta nuevamente
la
consigna
de otra primavera
y eso
basta.
Morir
de frío
entre
el ser y el estar,
morir
antes de llegar
a las cuatro esquinas del lenguaje
donde
nada entra ni sale;
morir
en la casa
en
la que no hay esperanza
esperaré
a la orilla
sentado
sobre la silla blanca
a
que el frío termine de cuajar.
Enero, el mes podador,
llega a nuestro pesar
helador.
PRJP. N.º 7. En el día más frío, hasta
ahora, del invierno del 2022
Texto y fotografías La Medusa
Paca. Copyright ©