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martes, 30 de mayo de 2023 in

LLUVIA DE MAYO

 

 

 



LLUVIA DE MAYO

 Llueve fuerte, así está pasando desde la madrugada. No madrugo. Aquí quedo, boca arriba en la cama, a mi izquierda tengo la ventana abierta desde donde contemplo una verde fila de inhiestas palmeras, avivando sus troncos y verdeando sus hojas; a mi derecha está la mesilla de noche con la radio encendida y enfrente la salida al balcón desde donde, con la luz de ahora, diviso y contemplo el mar, blanquecino por un lado y achocolatado por otro. Ahora en primavera suelo despertarme hacia las seis de la mañana cuando por la ventana me llega el canto melodioso de los pájaros mientras la emisora de radio, siempre la misma, comienza a dar las primeras noticias del día. Por el oído izquierdo me llega, directamente al cerebro, la belleza y la armonía de la naturaleza; en cambio, el oído derecho no cesa de acumular toda clase de miserias que genera este mundo. Recién salido del sueño, en el cerebro de este ciudadano... oigo lo siguiente que una locutora dice leer del diario El Mundo: “La contienda del 28 de mayo ha estado marcada por la demagogia, que es el estilo corrupto de la democracia, con los charlatanes sueltos, las promesas irrealizables y los disparates verbales. En toda España, a pesar de lo que digan, no se ha notado un ruido especial, o sí. Han nacido muchas estrellas, más chulas que un ocho. al borde de la mayoría absoluta”.

 Cuatro gotas, como quien dice, y el campo se ha venido arriba. Todo lo que depende de la lluvia tiene otro aspecto, como ese niño de pecho que, ahíto, se queda dormido con el pezón de su madre en los labios. Parece satisfecho, el campo; y no lo está, pero es su gratitud, su forma de convertir lo poco en abundante, su forma de agradecer.

 Es agradecido con todo, el campo. Con el tiempo y con los hombres, aunque los hombres se olviden de él tantas veces, tantas, como si el campo fuera algo ajeno y menor.

 Aquí y así quedo mientras oigo caer la lluvia y contemplo como mayo está acabando por doblarle el codo al calor y a la primavera, por fin, ha impuesto en la naturaleza el imperio de sus colores. Y como dice Miguel Hernández: Ha enmudecido el campo, presintiendo la lluvia. / Reaparece en la tierra su primer abandono. /La alegría del cielo se desconsuela a veces, / sobre un pastor sediento.

 LLUVIA DE MAYO

Llueve

una lluvia floja.

Llueve

una lluvia triste.

Llueve

una lluvia que llora.

La miro

y me cala.

Nos miramos

con ojos de ancianidad.

Sabemos.

Sentimos.

Nos emocionamos.

Nuestros latidos

son de agua y tiempo.

Latidos tan tristes

y tan cansados.

 PRJP. N.º 37 en Garnacha y en unos días de lluvia fina en el final de mayo de 2023.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

martes, 23 de mayo de 2023 in

Aguacero

 


Un pájaro inaudito en la acequia

canta, y una infinidad —mis años—
evoca en la soledad…” (Pier Paolo Pasolini)

 El pasado fin de semana, estuve esperando que lloviera. Se ha hecho de rogar y, de pronto, la Dana tormentosa anunciada ha empezado a descargar hoy lluvia, mientras los relámpagos, entre las nubes negras, dibujan fugaces raíces de árboles celestiales. Está lloviendo como si nunca hubiese llovido. No hace falta que imagine el olor de la tierra mojada, ¡qué gran olor!, lo disfruto y celebro cómo los espartales, campos de alcachofas, lechugas, melonares y sandias, limoneros y naranjales que parecen levantarse de alegría. Ha vuelto la lluvia y aunque en algunos costados del Campo de Cartagena está haciendo daño y malogrando cosechas con perdigonadas de granizo en algunos lugares, todo es festivo en la inmensidad agraria y en todas partes. La lluvia ha vuelto, ¿después de cuánto tiempo?, como alguien querido y lejano que, sin avisar, un día, cuando ya el recuerdo va atenuándose camino del olvido, aporrea la puerta y contesta con su voz, que reconocemos inmediatamente. Pero al par de la alegría, he sentido miedo de pensar que con la lluvia pueda ocurrir un día como con la nevada, que sea algo tan extraño, que siempre me recuerde a la última y lejana vez de la lluvia. Aunque conozco por Borges que la lluvia siempre sucede en el pasado. Vale.

 Aguacero

 

El cielo dijo sí.

Mis limoneros

se emocionaron.

La tierra de mi huerta

respiró feliz,

hermosa.

¡Por fin

llega la lluvia!

Torrentosa,

tempestuosa,

engalanada

y empavesada

de trueno y plata.

PRJP. N.º 36. En el alboreo del 23/05/2023 y en Santiago de La Ribera en la descarga de Dana.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.


martes, 16 de mayo de 2023 in

Y mayo

 


 

 

Y mayo

Aquí está mayo,

seco y caliente

como solera de averno reciente,

que la vida va teniendo demasiado

de calvero y desierto sin fuentes.

 

¿Rogativas?

 

Por favor, no.

No salgas de la tierra,

pídele a mayo

que del abril de fuego

no sea tocayo.

 

Sí, eso lo sé; sé que si lloviera como tendría que llover, torrencialmente, aunque algunos cultivos y asomos de cosecha se malograran, la tierra agradecería el regalo y con ese premio gordo podría hacer planes, prepararse para multiplicarse, avisarles a todas las semillas y decirles que pueden proyectar lo que quieran. Y rebosarían los ríos, los pantanos, los arroyos, torrenteras y ramblas serían una serpenteante travesura por las laderas, correteando como chiquillos. Eso lo sé. Los beneficios de la lluvia los conozco de viejo, que desde niño vi la cara de satisfacción de los hombres, aquellos hombres arrugados como la tierra cuarteada de la sequía, cuando pasaban bajo los chaparrones. Sí, eso lo sé. Lo que no sé, ni quiero saber, no quiero ni pensarlo, es lo que pasaría si al tiempo le diera por mantenerse acartonado, por alargar esta locura de desierto, por no pintar nunca más nubes en el cielo, por no dejar pasar los vientos que siempre vinieron con la lluvia en las manos, en la cara. Ha pasado abril, y mira cómo ha pasado, quemando como aquellas calorinas de julio. Y ya está aquí, andando, mayo que viene en el mismo plan que abril.

Y mientras aquí quedo porque vengo de aquellas celebraciones al aire libre cuando mayo asomaba espigas granadas y el campo sin cultivar era una locura de flores todavía sin nombre, en aquella edad mía, tan distraído con los asombros, mientras la luz le daba pan de oro a las nubes de la tarde y aquellas muchachas, hijas de María, ensartaban flores en alambres a la sombra de los zaguanes, para ir a adornar los altares, “Venid y vamos todos / con flores a María…” de las Vírgenes locales, cuando la tarde andaba remolona, sin saber si quedarse a disfrutar el fresco que subía desde el barranco o venía de las Oranillas Vale.


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

martes, 9 de mayo de 2023 in

Ababoles

 

 

Ababoles

“Yo te labraré tu campo,
tú irás por agua a la fuente,
yo te regaré tu campo
con el sudor de mi frente.
Amapola del camino,
roja como un corazón,
yo te haré cantar, y al son
de la rueda del molino.” (Juan Ramón Jiménez)

No sé cuándo decide la Mano de Dios la hora de su siembra. Nunca sabré si es capricho, debilidad, inspiración o detalle con el paisaje lo que hace que nazcan aparentemente anárquicos, que se agrupen para conseguir la más absoluta belleza roja. No creo que vaya descaminado cuando creo que nacieron para ser mariposas y se quedaron prendidas de un tallo, en un quieto vuelo que sólo ensayan al amor de los vientos o la brisa. Venían para mariposas, sí, y nacieron ya posados en cuanto abrieron las alas de sus pétalos.

Son la brevedad, la metáfora de lo fugaz y la lección de que hay bellezas que sólo admiten la contemplación, y si intento el sacrificio de cortarlos para lucirlos en otro sitio, mueren en el camino, gustosamente sacrificados. El ababol nace y se embellece para adornar el altar de su nacencia. Es casi una aparición, una aparición que me recuerda a la de Jesús a la Magdalena, y, como Éste, parece decirnos “Noli me tangere”, no me toques. Por eso siempre creí que el ababol venía para mariposa, porque si a ésta sólo podemos mantenerla intacta si la pinchamos con un alfiler, el ababol sólo vive, muerto, embalsamado en la suma sencillez entre las hojas de un libro, como si otra flor, el libro, lo amortajara con sus hojas y lo mantuviera aparentemente vivo mientras duerme hermosamente muerto. En el campo de mayo, por el que paseo le veo ahora, ensangrentándolo todo de una sangre floral, hermosa, necesariamente derramada, bellísima, y sé que si le tocara las alas —quiero decir, los pétalos—, respondería como una mariposa, dejándome parte de su vida en las yemas de los dedos. Siempre los vi, hoy también, posados en bando en un renadío de raspa, o, a capricho, en cualquier llano, o en el vallado, y sé que debo conformarme con mirarlos, con no molestarlos siquiera con una excesiva cercanía. Y los dejo ahí, como si no quisiera asustarlos, como si temiera que, al acercarme, fueran a levantar un vuelo para huir en un planeo de sangre alada, apretados en bando, en busca de cielos desconocidos. Ababol, amapola, ababa, la flor más delicada, la belleza que sólo permite que la luzcan las manos que eligen su capricho. Es, por eso, la esclava más libre. Vale.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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