lunes, 1 de mayo de 2023 in

Santo Cristo y Humilladero

 



Estos últimos días de abril y primero de mayo me refugio entre lo alto de la iglesia de Grávalos y la llanura de su ermita, en esos rincones de cuyo nombre me acuerdo a casi todas las horas. Y vengo a cantar que, cada año, no hay procesión más hermosa que la que se desplaza por sus calles entre abril y mayo. Son dos: la del 22 de abril y la del primero de mayo; la del Humilladero y la del Santo Cristo. Son estas dos procesiones, las de sus eternos habitantes, las de sus centenarias cofradías, las que poblaron y pueblan sus tierras por los siglos. Aquí, no hay largas hileras de cofrades enhebrados en el tiempo, son pocos, que no escasos, y semejantes a esas otras procesiones silenciosas que emprenden los chopos en primavera. Procesiones que van y las llevan por dentro.

Estas dos procesiones siempre están adornadas de amapolas de capa roja, como regueros de sangre redentora, que tienen su comitiva de regla por las cunetas, eriales, cebadales y trigales del pueblo. Amapolas de rojo indómito vestidas por la sangre y por la historia. Plantas de lirios morados y blancos que brotan como si fuesen palomas. Cofradías escasas de clientes y austeras. También, a otras horas y desde otras esquinas, se manifestará la procesión incontable de las espinas, que nacen por los orillos de los campos y que marcan los caminos a la ermita y a la iglesia. Algún rosal blanco también florecerá para dar color de pureza ciñéndose a la espalda de los huertos y se quebrantará mirando al cielo porque en esta Rioja nuestra, cumplido el tiempo, todo mira al cielo. Y a lo alto miran también los trigales que ya verdean soñando con ser pan blanco, y que este año visten tristes y lánguidos, con espigas como capirotes sin aliento que mecen los vientos.

Y en las estribaciones, un Getsemaní de encinas. Encinas añosas que se anudan en un terruño al que bien podría haberse retirado El Santo Cristo a orar: encinas de frutos secos, como seca es esta tierra, y este año más; árboles que son frondosos para cobijar las leves dudas ante el tormento de pueblos vaciados. Y al lado de la ermita un palomar, antiguo y sabio, que parece estuvo desde el principio de todo, clavado en el tiempo y el paisaje, y hoy ya palomar podrido y roto y hasta arrepentido del abandono. Y a la hora del atardecer, surgirá la precesión a la que acompañarán, entre sus cofrades devotos, vencejos y golondrinas estacionales, hasta llegar a sus nidos colgados del alero de lo que es su casa eclesial o ermitaña.

Éstas son las procesiones más importantes de mi tierra en primavera. Mientras, más allá, en otros cielos, dialogan entre sí El Santo Cristo y su Madre Humilladero paseándose por sus calles y explicándonos su manifestación a golpe de cincel y gubia.

 

El Santo Cristo

Y entre tanto yo me asomo

a tu cantón

y lo recorro

de la duda al abandono,

Tú te estás muriendo a plomo

¡Crucificado Jesús!

Cruz a Cuestas con decoro”

 

 PRJP. N.º 35. En un primero de mayo y ante la procesión de Madre e Hijo

 



 

HUMILLADERO

 

¿Quién te esculpió, Humilladero?

¿Qué cincel de amor te hizo?

¿Y quién talló el compromiso

de tu alegría y tu pena?

y en aflicción tan serena,
¿quién dibujó sin tardanza

esa bienaventuranza

hecha de gracia y de endoble?

¿Quién hizo tu perfil tan noble

y tan dulce tu esperanza?
¿Quién puso llanto en tu ceño

y en tu boca la sonrisa?

¿Quién la ternura precisa

en tu mirada de ensueño?

¿Y el marfil, y el sol trigueño

del nido de tu mejilla?

Pues, de tanta maravilla y
con expresión tan plena,

¡Dios te hizo, Humilladero

de Grávalos agarradero!

 

PRJP. N.º 36. En un primero de mayo y ante la procesión de Madre e Hijo

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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