Nieve de abril
Jalón de Cameros: Fotografía de Sergio Moreno
Nieve de abril
“Pero la nieve siguió
cayendo mansamente.
y sepultó su memoria para siempre.” (Julio Llamazares)
“La entrada por el norte peninsular de una masa de aire muy frío, procedente de Escandinavia, deja a partir de este lunes tres días de puro inverno en primavera, con temperaturas “excepcionalmente bajas” y nevadas en amplias zonas de la Península en cotas “anormalmente bajas” para la época del año.”
La noticia de esta nevada invernal, venida en primavera, me ha traído recuerdos de las gélidas nevadas en Grávalos, mi pueblo. Eran nevadas intensas que alteraban la vida diaria de los habitantes del lugar, donde la primera tarea de los padres de los colegiales de La Escuela Unitaria era la de “abrir vereda”, es decir, hacer pequeñas sendas hasta llegar al edificio de las escuelas. La segunda tarea, la de los labradores, era agradecer la caída de esas “moscas blancas” por aquello de que: “Año de nieves, año de bienes”. Luego estaban los ganaderos, que en mi pueblo eran dueños de pequeños hatajos, sufriendo en sus carnes las inclemencias de tener que ir a pie o a lomo de caballerías, a los corrales esparcidos por el término a “apiensar”, es decir, echar a las ovejas el pienso de la cebada, alfalfa, paja o esparceta para suplir la circunstancia de que el pastor no podía sacarlas a pacer por el campo. Y luego el disfrute a placer, de los chicos, organizando batallas incruentas o montando orondos muñecos de nieve en el patio de las escuelas, en la plaza o en “el Puerto”, rodando bolas que iban aumentando de tamaño a medida que las empujábamos por el suelo cubierto del manto blanco.
Estas dos fotografías que me han enviado de pueblos parecidos al mío me devuelven al paisaje de mi infancia y me sirven de guía para recrear mi vida y alentar mi memoria. El blanco manto cubriéndolo todo -la primera gran nevada del año - 2020- en las tierras riojanas me conduce a paisajes originales, puros, sin mancha y perfectamente reconocibles, donde, en estas horas sin aliento, resistimos solos, sin nadie, aun habiendo personas, a varias leguas a la redonda, junto al fuego de la cocina y entre las ruinas nevadas del caserío. Vale.
¡Ay nieve del alma!
¡Nieva!
Nieve
blanca,
blanca
nieve
¡Ay
nieve del alma!
Cae
la nieve
y
es abril.
Abril
florido y hermoso
y
blanco.
¡Nieva!
Nieve
blanca,
blanca
nieve
¡Ay
nieve del alma!
Mi
nieve,
cobertor
blanco,
cayendo
callada,
ligera, susurrada,
miro
la nieve cuajada.
¡Nieva!
Nieve
blanca,
blanca
nieve
¡Ay
nieve del alma!
Exploro la nieve.
Avanzo en la nieve.
Admiro la nieve.
Adoro la nieve.
El albor de la nieve,
la dulzura de la nieve,
la tersura,
la ternura de la nieve.
¿De dónde viene la nieve?
De angélicos molinos,
respondió el poeta.
Avanzo en la nieve.
Admiro la nieve.
Adoro la nieve.
El albor de la nieve,
la dulzura de la nieve,
la tersura,
la ternura de la nieve.
¿De dónde viene la nieve?
De angélicos molinos,
respondió el poeta.
¡Nieva!
Nieve
blanca,
blanca
nieve
¡Ay
nieve del alma!
“Nieve por nieve al fin”
Villa de Ocón: Fotografía de María Félez
Texto La Medusa Paca. Copyright ©
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