domingo, 22 de enero de 2023 in

MEMORIA DE LA NIEVE

 



MEMORIA DE LA NIEVE

 “Este es un paisaje de miradas de nata y tejados helados. Es un paisaje helado e indestructible donde los niños muertos juegan junto al molino con cuévanos vacíos y varas de avellano.”  (Julio Llamazares; Memoria de la nieve)

Doy comienzo a esta escritura en la tarde de San Antón honrando a: “ese viejo meón, que mete a las mozas en un rincón y antes de que llegue San Sebastián, mocito y galán que sacará a las niñas a pasear con la heladura”, ya que ésta, según el calendario Zaragozano de mi apreciado Mariano Castillo y Ocsiero, derivará allá por San Lorenzo en calentura, no en vano estamos en la semana de los santos barbudos, fríos y vientos.

Siento que el calendario y su tiempo van transcurriendo en un largo y sostenido bostezo. Y, aunque hoy disfruto de media hora más de sol, me siento como muy perezoso, será porque ya se han vistos los primeros copos de este invierno y esto da sosiego, porque las horas están cayendo a cuentagotas y porque la vida se queda amuermada y como sin pilas. Contemplando el invierno desde las cálidas tierras del Mar Menor me está costando un triunfo ponerme en marcha. No hago poesía sino galbana.

Aquí estoy, como el Bastián de esa historia interminable, estoy con calcetines gordos, de los de andar por casa y, también, sentado al estilo árabe delante de la fogata, y es que, ¡por fin!, ha llegado el invierno y, como un indio, me arropo los hombros con la manta multicolor que mi madre me tejió, acerco junto al cojín sobre el que estoy sentado mi cuaderno de notas… y ese libro de color blanco con tapas duras e ilustrado por Adolfo Serra. Pienso en los escasos habitantes de los pueblos deshabitados que, precisamente y debido al temporal, estarán dando fuego a sus fogones. Miro el libro, veo las ilustraciones, y después de comprobar que yo también soy de un pueblo donde nevaba y había rebaños, caballos y mulos, demasiada tierra erial, poca gente y hasta una escuela con niños y… me dije como Bastián: “Me gustaría saber qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente, dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóticos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo”. Y de pronto siento que el momento es casi solemne. Me siento derecho, tomo el libro, lo abro por la primera página y comienzo a leer donde dice: “Los bardos llegaban con el verano. Por los verdes caminos vagaban de aldea en aldea. Y siempre había un anciano que decía: “vienen del país de la nieve, del país de los bosques y los lagos helados.”

Despierto y me doy cuenta de que es la nieve la que sustenta mi memoria porque estoy releyendo “Memoria de la nieve”. Y seguí escuchando su silencio. Vale.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


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