miércoles, 21 de diciembre de 2011 in

Y lo popular, en la Navidad, se convirtió en arte musical

Y lo popular, en la Navidad, se convirtió en arte musical

 “La zambomba pide pujo,
y el que la toca, prudencia,
si no me dais aguinaldo,
aquí me siento a la puerta”
  
Zambombas, panderetas, panderos, rabeles, hueseras, crótalos, triángulos, castañuelas, guitarras, bandurrias y laudes, violines, sonajas, y almireces. Ya están preparados, ya han salido del arcón en el que estaban guardados, en él duermen casi todo el año sin saber que fueron específicamente construidos para estas fechas y sin más uso que el musical tradicional en esta época del año, ya se escuchan los sones de los ensayos que ya están sonando al compás que marcan esas sencillas gentes sin conocimientos pero con enormes gustos musicales.



Ya la tradición, ya la sencillez, ya lo popular se han puesto en marcha, grandeza de mezcla entro lo tradicional, lo humilde y lo popular. Jamás se podrá escuchar música escrita para objetos comunes que, sin ser instrumentos musicales, suenan haciendo música como la mejor melodía y son capaces de acompañar las voces con todo tipo de percusión cacharrera de pobre: sartenes, cucharas, botellas, calderos, cascabeles, botellas labradas... ¡Qué sonoridad, cuánto ritmo y cuanta inventiva! Cualquier cosa que hiciera ruido y estuviera en casa podía ser utilizada para la música.

Ya se ha puesto en marcha la percusión y la razón instrumental insiste en satisfacer la necesidad humana de hacer música y raudos toman lo primero que tienen a mano y en el momento que fuese, de forma espontánea y sin utilizar los servicios de un músico especializado surge el sonido, suena la guitarra, retumba el tambor y la gaita endulza. La música popular se eleva con tan sencillo y vulgar instrumento alcanzando el máximo exponente del ingenio tradicional y haciendo sonar esos ritmos que ascienden desde lo más sencillo hasta las bóvedas del virtuosismo.

“Con guitarras y almireces,
panderetas y sonajas,
vamos a ver a Jesús,
porque ha nacido entre pajas”

Ahí está la zambomba para acompañar rondas, pastoradas, autos sacramentales de pueblos, aldeas y otros cantos. Apta y útil vibra su piel y surge el sonido del interior del   recipiente desfondado -cántaro, barril, tinaja o lata- atando en uno de sus extremos una piel tensa con carrizo amarrado perpendicularmente en el centro. ¡Cuántas veces he visto al pastor humedecerse su mano, frotar el carrizo y el recipiente, como alegrándose, para amplificar y expulsar el sonido que genera la vibración de la piel!

Y ahí, también esperando, el pandero y su descendiente la pandereta que, venidos de Oriente como los reyes Magos, serán golpeados con mano delicada y cariñosa en su piel para producir ese sonido brillante causado por las sonajas simultáneo al sonido grave que genera la mano en el parche de piel. Ahí está preparada para hacerla sonar en todo tipo de manifestaciones y danzas musicales navideñas, como aguinaldos, villancicos, pastoradas, al mismo tiempo que un conjunto de piececillas metálicas de hojalata o sonajas, semillas, chapas, cascabeles, piedrecitas se vuelven nerviosillas y comienzan a saltar suavizando y enriquecer el sonido grave nacido de la piel tensada que soporta la presión de los dedos o el golpeo con la palma de la mano.

Y de repente aparece, deseando sumarse a la fiesta, baile y canción el instrumento más rudimentario y humilde para producir un sonido estridente y brillante a causa del choque de sus piezas metálicas: Es la sonaja que, para lanzar al aire su sonido, es necesario golpearla contra la mano o el muslo. 

“El rabel está enojado,
y el que lo toca también,
porque no le dan de aquello,
que rechina en la sartén”
 
Y, como no deseando ser conocido, ese desconocido en otros ámbitos musicales fuera del entorno de la música tradicional, se nos presenta, aparece y se muestra sonando el rabel, instrumento pastoril por excelencia e instrumento de cuerda con pequeña caja de resonancia y multiforme con tapa armónica de piel de cordero tensada y con número variable de cuerdas, entre una y tres o cuatro. Este tiene una aptitud de delicadeza y finura producto del material, tripa, crines de caballo o metal de las que suele equiparse, para ejecutar la melodía  con una sola cuerda siendo las otras tres acompañantes. Necesita apoyarse, sustancialmente para sonar, en un arco de crines de caballo bien untadas en resina. 

 

Ya están aquí los huesos -tibias de cordero o cabrito- perfectamente hermanados y unidos entre sí por medio de cuerdas o incluso alambres. Ya llegó la huesera, instrumento de percusión frotado. Viene colgado al cuello del que lo toca, y sujeto por la parte inferior con la mano. Para que suene es necesario frotarlo con una castañuela de arriba hacia abajo y generará ese sonido necesario con el que ejecutar diversos ritmos en rondas de las fiestas navideñas. 

Y con este instrumento termino y me marcho con la música a otra parte. He pretendido dar a conocer en esta pequeña relación, corta por necesidad, estas joyas musicales que es necesario divulgar y apreciar para evitar su desaparición, ya que durante cientos de años han sido, y siguen siendo en afortunados casos, compañeros inseparables de la fiesta y la celebración familiar por excelencia, la Navidad.


“Dale a la zambomba,
dale a los platillos,
a la pandereta
y a los sonajillos”.
Texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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