martes, 22 de noviembre de 2016 in

LA SOMBRA DEL NOGAL





LA SOMBRA DEL NOGAL

Hoy, esta semana, estimados lectores, ahora que definitivamente parece que el otoño se nos va yendo, mi intención ha sido escribir del sol del membrillo. No lo he hecho. Desistí y me he entretenido, después de releer y releer, meditar y pensar sobre el poema de Gerardo Diego titulado “LA SOMBRA DEL NOGAL”, en resaltar la penumbra de la nogalera. No lo hago porque, aun siendo tiempo de los deliciosos dulces de membrillo, estoy disfrutando de un magnífico y benigno otoño y todavía ando, como alguno anda, buscando la sombra del nogal. Y eso a pesar de lo que mis mayores me enseñaron y la sabiduría popular recomienda que: “a la sombra del nogal no te pongas a recostar”, pues existe la creencia, ellos así me lo relataron, de que la sombra de este árbol de imponente porte no es buena para que se quede uno dormido debajo. Yo más bien creo que el dicho se refiere a que debajo de los nogales nunca crece nada, entre otras cosas debido a su tupidez umbrosa, y a que, según parece, sus raíces producen una sustancia tóxica para otras plantas, que impiden que crezcan debajo de él. Por eso también el sabio refranero dice que “al poder le ocurre como al nogal: no deja crecer nada bajo su sombra”. Como si este delicioso árbol fuese otro caballo de Atila.

Y si el poeta Gerardo Diego se ocupó del tema en su poema “La sombra del nogal” que hoy les traigo, les digo y recomiendo que, también Miguel Delibes tiene un cuento corto titulado “Los nogales” donde nos relata la triste y sencilla vida de sus dos protagonistas, Nilo “El Viejo” y Nilo “El Joven”, que sobreviven a la sombra del nogal en el tiempo de descocar sus frutos llamados nueces. Vale,
Poema de Gerardo Diego

La sombra del nogal es peligrosa
Tupido en el octubre como bóveda
como cúpula inmóvil
nos cobija e invita
a su caricia fresca
y van cayendo frutos uno a uno
torturados cerebros nueces nueces.

Por las noches
sombra de luna muerta de el nogal
y van sucidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable.

Pero ¿quién pasa quién posa?
¿De quién los pies piadosos redentores?

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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