lunes, 5 de diciembre de 2011 in

Y el Castillete cantó por fandangos

Y el Castillete cantó por fandangos


Hace tres días aprovechando y comprobando que es verdad que en esta Región “habita el sol” los viajeros, junto a La Medusa, se trasladaron hacia la sierra minera para recordar y revivir aquella Mañana Literaria Flamenca a la que, en el mes de agosto pasado, asistí para escuchar al profesor y flamencólogo José Francisco Ortega Castejón en la presentación de su libro “Cantes de las minas, cantes por tarantas”. 

Queríamos conocer sin atropellos, sin algarabías, sin vehículos masivos que se interfirieran en nuestro camino y comprobar y sentir, oyéndolo, el silencio de la sierra, el silencio de la mina en el desarrollo que tuvieron cantes que a ella llegaron, traídos por esa baraúnda de jornaleros del mineral, a estos parajes de tierras de color royo, cenizo, cobrizo, grisáceo y pardo y que portaban en sus alforjas y gargantas, como único equipaje, aquellas tarantas, manantiales originarios, de las que se desmembraron las cartageneras, las mineras, las levanticas, murcianas, tarantos y fandangos mineros.

Así que nos adentramos, sierra adentro, para conocer la rehabilitación y su centro de interpretación de La Mina Las Matildes  y La Blanca o San Quintín. Desde el Beal los viajeros no fuimos solos, un cortejo, ciertamente escaso, pero importante, de halcón peregrino, búho real, cernícalos y algún camachuelo trompetero nos hizo la guardia y nos cubrió la carrera. Hasta llegar al castillete de tres poleas capaz de soportar dieciséis toneladas en cada uno de los cuatro cables guía tuvimos que bordear la Rambla del Picharro y sortear cornicales, algún rabogato, palmitos, aliagas y algún cambrón, solamente nos faltó ver, mi viajera acompañante deseaba contemplar en su medio, alguna planta de esparto. Esta todavía no se había revegetado. No pudo ser y fue una pena.



Llegamos al castillete, después de contemplar desde arriba la balsa de estériles y el Pozo de La Matilde y los bordones, la lámpara minera y los cascos. Fue allí donde nos dimos cuenta de el por qué La Unión prepara, “es la veta de donde surgen nuevos yacimientos y nuevas sonoridades”, cada verano sus soleás con sombrilla, su tiempo de tarantas y su cita cultural veraniega con más raigambre del mundo mundial.

Es aquí el lugar en el que se fraguaron las letras de las coplas y letras del flamenco. Es aquí donde  las coplas del pueblo expresan su Filosofía. Es aquí donde; “Cantando la pena, la pena se olvida” como muy bien expresó Manuel Machado.

Fue aquí donde el cante flamenco cumplió con su función consoladora del hombre cristalizando en arte el amor, el odio, la esperanza y el desasosiego que todos llevamos dentro: “Cuando el español canta, es que está “jodío” o poco le falta”.

Es aquí donde Manuel Machado pudo escribir  para que lo cantaran los cantaores: “No hay penilla ni alegría/ que se quede sin cantar. / Por eso hay más cantares/ que gotas de agua en el mar/ y arena en los arenales”. Y donde el granaíno García Lorca pudo definir el flamenco como “el cauce lírico por donde se escapan todos los dolores” y escribir para que Camarón cantase por bulerías aquello de: “¡Ay, qué trabajo me cuesta/ quererte como te quiero!/ Por tu amor me duele el aire, / el corazón/ y el sombrero”.

O pudo ser aquí donde Gustavo Adolfo Bécquer, aficionado al cante, donde pudo componer: “En la tumba de mi mare/ a dar gritos me ponía, / y escuché un eco del viento / no la llames, me decía, / que no responden los muertos”.

Por hoy La Medusa da por terminado su recorrido. Muchos han sido, en efecto, los poetas cultos recordados mientras nos asomábamos a la negrura del pozo donde el vértigo hizo que: “Que se me abrieran las carnes/ y me partieran los huesos, /antes de llevar esta pena/ que no resiste mi cuerpo”. Lo escuchamos, recordándolo, como si saliera del fondo de oscuridad cantado por tonás y con mucha verdad por José Menese.



Aquí nos quedamos junto a La Blanca, junto a la escombrera de estériles del plomo ya lavado, junto a la robusta torre construida con grandes muros de piedra de sillería que no hace otra cosa que lanzar contra el silencio su amplio repertorio  de  malagueñas con abandolao, cantiñas, mineras, fandangos mineros, tarantas y tangos y es que un cachito de buena cultura todavía se puede extraer de las entrañas de esta tierra, por eso vinimos.

Fotografías y texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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