Poemas que no narré en su momento. Achicoria III
Poemas que no narré en su momento:
Achicoria III
Salgo a pasear cuando la tierra todavía huele a dormida. Cuando ya se han despertado los jilgueros y los labradores para llenar con sus colores de sirgo, amarillos, rojos, el verdor de los ciruelos. Bajo sus troncos, un hombre quita los chupones, chupones o vástagos que no darán frutos el próximo año al chupar la savia y amenguar el fruto. Otro se encorva entre el bosque de palos que sostienen las tomateras y los hilos de alubias enzarzados en ellos. Tiene el camino blasones florecidos como los de los acantilados, y yezgos y achicorias que nombro con la vista. Hace calor. Hay caracoles blanquecinos encaramados a los tallos. Como un cuadro es la caseta de aperos y la huerta con sus primeros cardos, coles, tallitos de coliflor y esos rosales que plantó el hortelano en la cerca, sobre la avena mala agostada, para llevárselas a su mujer a casa. Esta parte no productiva de la huerta es la que la convierte en hermosa.
Al fondo suenan la chopera y el río Iregua, lleno de piedras su cauce, donde el agua, al tropezar, se vuelve blanca como una enagua.
Achicoria
Entra octubre,
primeros balbuceos del otoño
avanzan por la amarilla desnudez
de sus rastrojos.
¡Detente!
¡Colecciona! en tu mirada
las últimas flores de la estación
decayendo al lado frio del espectro:
azules, añiles, violetas.
Es el momento del biércol,
de las quitameriendas
y de la achicoria.
¡Oh achicoria!
Regusto a infusión pobre,
desayuno de posguerra,
sabor de raíz tostada
tratando de engañar
nostalgias de lo auténtico
llevando al paladar
ese aroma nervioso,
cálidamente amargo del café.
Tus flores de azulete son hermosas,
son sueños románticos de un amor
huérfano de infinito,
humildad de planta caminera
floreces como consuelo
de ánimo alicaído
por la llegada del otoño.
¡Oh achicoria!
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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