domingo, 4 de diciembre de 2011 in

San Ginés de la Jara…dicen que es “Bien de Interés Cultural”

San Ginés de la Jara…dicen que es “Bien de Interés Cultural”


He vuelto  a San Ginés de la Jara, hacía tiempo que no lo hacía, lo he hecho acompañado en una mañana en la que la neblina cubría, subiendo desde la playa de Los Nietos,  la ermita del santo escribano, y lo he hecho acompañado para poder explicarle a mi esposa que hace muchos años el viajero ya corría por estas tierras y cenobios. Me he acercado en la víspera de San Francisco Javier, el santo peregrino y misionero, aquel que recorrió los campos navarros y pisó las fronteras divisorias de Francia y del reino de Navarra  que vierten y dividen aguas justamente en el monasterio de Roncesvalles, lugar en el que se encuentran los símbolos más preciados de la Canción de Roldán.

Me he acordado de esto porque tengo leído, en fábula contada, que San Ginés era hijo de Roldán Magno y Oliva, reyes de Francia, y hermano del legendario Roldán; y, por tanto, sobrino de Carlomagno que, deseando peregrinar a Santiago de Compostela, se embarcó en una nave, que fue arrastrada por una prolongada tempestad hasta Cabo de Palos, donde decidió llevar vida de anacoreta.

¿Y a cuento de qué traigo aquí a  San Francisco Javier, Roldán, Carlomagno y San Ginés de La Jara? Simplemente es una asociación de recuerdos, recuerdos de adolescente, recuerdos que se fraguaron en este monasterio, allá por los sesenta del siglo pasado, cuando fue refugio de jóvenes en un campamento de verano instalado en el cenobio que, en esta mañana de  diciembre, también me ha servido para revivir aquellos fuegos de campamento junto a la fuente-pozo del claustro y, agotados, caer derrumbados sobre los jergones de paja tirados en el suelo de aquella gran sala corrida situada en la planta primera del histórico monasterio al que hoy le queda muy poco para derrumbarse y esconder entre sus escombros las ilusiones de aquellos jóvenes  que, juntamente con el viajero, convivieron durante quince días en los calurosos días del mes de agosto de 1963 y que para mitigarlo tenían que caminar, aproximadamente novecientos metros, entre caminos de tierra rojiza para adentrándose entre las ramblas del Beal y de Lo Poyo poder bañarse en aquellas playas vírgenes y que hoy son un constante hormiguero en la urbanización del Arenal.


Si en aquel verano todo fue o nos pareció confortable y fresco, divertido y jovial, esta mañana al verlo todo han sido lamentos, llantos y dicterios, impotencia contra todos y contra nadie al estar todo él rodeado de la soledad del expolio de los buscadores de tesoros inexistentes, los viajeros esta mañana no se encontraron con ninguno, si se tropezaron con un agricultor que, cultivando su campo de lechugas les indicó el lugar del muro por el que introducirse a la huerta del monasterio  y poder contemplar desde allí la desolación, techumbres y muros desplomados, madrigueras de conejos dueños de la libertad y en ronda constante por este enclave que fue  de cultura y oración, tradición y costumbre de romería y ocio.

Nos cuenta el labriego de ese hermoso campo que: “en el convento anualmente se convocaba una feria, con fiesta de toros, con enorme atractivo  y número importante de gentes venidas de Cartagena, Murcia y Orihuela. Que varios cronistas atestiguan un desembarco de moros en plena feria, refugiándose los romeros en su torre y que en este episodio se basaron los vecinos de El Algar para organizar durante algunos años las llamadas Fiestas Históricas de la Xara, con desfile de campesinos y berberiscos y feria medieval.

Nada más llegar y aparcar el coche en la vía de servicio por la que paseábamos nos hemos topado con la pared en la que un azulejo blanco con letras mayúsculas, esmaltadas en azul, nos indicaba que estábamos paseando por la Calle de las Mercedes y como si el nombre mercedario pidiese árnica para frenar el deterioro y el continuo saqueo de este conjunto histórico, datado en el siglo XIII.


Como demuestran las fotografías con las que acompaño es lamentable que un lugar que es parte de la historia de Cartagena, que tiene como  copatrón al santo francés, con su correspondiente leyenda y justa fama no sólo en la comarca sino también en toda la Región, esté tan abandonado, cuando lo lógico es que se mimara y pudiera exhibirse como una de las reliquias del patrimonio histórico cartagenero. Su enclave, en plena carretera que discurre hacia Cabo de Palos y La Manga, demanda también que el viejo edificio pueda mostrar su importancia.

Viendo esta escombrera, los viajeros han vuelto a casa comprendiendo que el santo Ginés se resista a desaparecer del folclore, costumbre y vida de su tierra. Ahora sólo falta que se recupere la antigua liturgia, vuelva a vestirse severamente con el ropaje de antaño, aunque sea modernizado. ¡Por favor! Que todo él sea ornado con su vieja y clásica imaginería y que todo él brille para poder mostrar el esplendor de sus antiguas costumbres y procesiones.

Fotografías y texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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