lunes, 24 de febrero de 2014 in

El paseo





El paseo

Salgo a pasear cuando la tierra todavía huele a dormida, cuando ya se han despertado los chorlitejos, algún charrancito y ese flamenco solitario de la Charca y mientras los pescadores preparan sus aperos para llenar con sus colores de sirgo, verdosos y ocres el azul de la mar.  Lo más interesante de donde me encuentro, lo descubro mirando al horizonte, dos molinos blanquecinos, hermosísimos, hacen de fachada de la lejanía, la luz verde del  faro que me  vigila y más allá, la luna llena envuelta en nubes rosas y azules. Avanzada la mañana, el cielo se llena de miles de gaviotas reidoras y sombrías que pasan tan altas que sólo se distingue un gris volandero sobre el azul, azul del cielo. Hoy que me siento melancólico, más que reidoras, estas Chroicocephalus ridibundusme me suenan como lloronas. Pasan muchas bandadas, a veces formando una "V" muy desdibujada, como sus compañeros de la Patrulla Águila. Sobre la arena mojada de la Llana y al aire de su playa, se van juntando para hacer un descanso, dando vueltas en espiral como los papeles abandonados en sus dunas. Se pueden observar las gaviotas entre-mares al despuntar el día, al calentar el sol, a eso de las seis y cuarto, cada vez más tarde, según se alarga, con la marea de luz, la noche de los días. Hasta hace poco, casi todo eran gaviotas reidoras, pero ahora hay tantas, o más, gaviotas lloronas pasando al atardecer por el cielo salitroso, tan bajas, tan rasas, tan cerca, que resultan familiares. Vale.



Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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