sábado, 20 de septiembre de 2025 in

VERANEAR

 

 



 Los campos vaciados que se me presentaron y contemplé un jueves por la mañana nada tenían que ver con los de aquellos jueves de mi juventud en los que sentado a la sombra de la pilastra de la iglesia-corral leía la exclamación de Alicia según Lewis Carroll: “¡Que extraño es todo hoy! Ayer sucedía todo como siempre. ¿Habrá cambiado todo por la noche?”.

 

VERANEAR

Aproveché los días del mes de agosto próximo pasado para pasear por caminos entre almendros, encinas, fincas de girasoles y de cereal, las menos, y esas nuevas extensiones coloristas con los olorosos bancales de lavanda que circundan y dan colorido a lo que siempre será la hoya de Ordoyo. Hacía tiempo no trotaba por estos andurriales que fueron de grandes estancias en mi juventud. Han sido como una especie de ritual temporal que me invitaron a la meditación. Unos van y otros vuelven mientras los girasoles van girando al sol naciente. Pienso en la sabiduría de Heráclito cuando dijo que el camino hacia arriba y el de hacia abajo es uno y el mismo. Hay en la naturaleza un sustrato que integra los opuestos y que podrían simbolizar esos llanos que permanecen igual a sí mismo en su perpetuo cambio.

Todo pasa, todo se desvanece, como apuntaba el filósofo de Éfeso. La vida es un continuo fluir en el que, a cierta edad, las ausencias empiezan a ser más numerosas que las presencias. Y esto se nota en las vacaciones cuando uno vuelve hacia aquellos lugares, a los mismos sitios y en los mismos meses de aquellos pasados veranos. Siempre hay algo que ha cambiado: aquella iglesia-corral casi totalmente hundida, el nogal, ya tronchado, donde sesteaban las ovejas en los calurosos veranos, esa era, ya desaparecida, en la que una trilladora tomaba posesión durante casi un mes y esa abejera que ha sido derruida y ya no hay ni abejas ni flores ni dulzores.

 Han sido días de veraneo de colcha, jersey y de recuerdos que han tenido mucho de nostálgico, incluso la propia palabra “veranear” me ha estado sonando a tiempo pasado. Los ritos y creencias y las costumbres me han ayudado a conjurar el transcurso de los años. Hay algo de verdad en la idea de un eterno retorno que es pura repetición. Y un cierto placer en ese reencuentro con los viejos hábitos asociados a un lugar. Vale.

 

 TINIEBLAS DE OLVIDO

 

Hoy tengo la infancia ahogada

ahí abajo, dando pena,

en el fondo de la niebla,

bajo las oscuras aguas del tiempo,

entre las tinieblas del olvido,

y no soy capaz de adivinar

esas tierras del pasado;

las umbrías de algún bosque,

ya perdido para siempre;

los fantasmas de niñez

que aún permanecen

en algún lugar extraño,

y que nunca terminan

de volver completamente.

 

PRJP. N.º 85. En memoria de las tierras frescas de Ordoyo hoy violetas y olorosas.

 Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


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