viernes, 4 de octubre de 2013 in

Un paseo, una pintura



Un paseo, una pintura


“En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina”.
(Jiménez, Juan Ramón)

La Medusa sale cuando la tierra todavía huele a dormida. Cuando ya se han despertado los jilgueros, mi agricultor y los labradores para llenar con sus colores de sirgo, amarillos, rojos, el verdor de las vides. Bajo los sarmientos, un hombre vendimia, otro rompe los ensortijados zarcillos, impedimentos del corquete penetrante y recuerda a esos nietos primaverales que escardó en el entretiempo pasado, al ser pámpanos sin fruto en la vendimia siguiente. Otro se encorva entre el bosque de cañas y palos que sostienen tomateras y alubiares. Tiene el camino armerías florecidas como las de los acantilados, y yezgos, borrajas, escarolas, apios y achicorias que nombro con la vista. Zarzamoras que agonizan. Hace calor. Ha llovido y hay infinitud de caracoles blanquecinos encaramados a los tallos. Como un cuadro es esa caseta de aperos dibujada a lo lejos y la huerta con sus primeros cardos, alcachofas, lombardas y repollos redondos y compactos, tersos, vistosos y modestos y esas últimas rosas que plantó el hortelano en la cerca, sobre el cemento agostado, para llevárselas a su mujer a casa. Esta parte más productiva de la huerta, es la que la convierte más hermosa. Al fondo suenan la chopera y el río Iregua, lleno de piedras su cauce, donde el agua, al tropezar, se vuelve blanca como una enagua de abuela.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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