PUEBLOS COMO EL MIO NO NECESITAN CALLEJERO
PUEBLOS COMO EL MIO NO NECESITAN CALLEJERO
¡Imagínenselo! Conocen que últimamente circulo por
carreteras secundarias y suelo detenerme en aquellos pueblos que, de visu, no
esconden nada pero si te adentras por sus callejuelas para saludar a algun
espantado felino te das cuenta que esas entrañas solitarias rebosan
información.
El de hoy no es un pueblo cualquiera y puede ser el
de todos, bueno el de todos no, todos no hemos nacido ni somos de pueblo, solo
unos pocos privilegiados llevamos marcada a fuego la identidad de lo
pueblerino. El de hoy es un pueblo sin necesidad de callejero, todos saben
perfectamente dónde está la escuela, habitada de alumnos o derruida, la calle
más concurrida, cuál es la mejor mesa de su bar y cómo es el torreón, si no se
derrumbó, de la iglesia. El de hoy es un pueblo de serie. De verdad, nada
cartón piedra en el que, sin arreón turístico, todavía puede servir de escenario a las historias de amor, intriga
y misterio de nuestras ficciones.
Paseando por una de sus empinadas y encantadoras
calles, calle de La Dula, me vino una bocanada de olor a petardo y a cerveza,
con toque de fondo de vino estrepitoso, usado para el festivo zurracapote y un perfumado olor a “cirria” de excrementos
ovinos, anteriormente caprinos. Gentío insignificante, sin exagerar. Ambiente festivo, como de
fiesta Mayor y todos a su tam-tam y muchos globos del “caramelero”, fiel
visitante anual para ganarse, ayer, unos eurillos.
De todos modos, tampoco vi, no había necesidad,
barrenderos, ni camiones de basura, ni furgones de policía. Este pueblo siempre
presumió, y es cierto, de ser higiénico y, aún sin desodorante o con él,
siempre tuvo convivencia. Creo que fue Panero quien dijo que toda narración
debe ser corta y que lo importante es saber acabar.
Cuando decidí partir y seguir la carretera
secundaria el olor a petardo era ya un perfume que sirvió para recordarme que lo descrito fue el paisaje de mi vida,
civilización reconquistada y altísimo triunfo.
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