domingo, 23 de septiembre de 2012 in

La vendimia es una fiesta



La vendimia es una fiesta


Ha terminado el verano y ya están ahí los sugestivos paisajes del viñedo en época de vendimia, aquí en La Rioja- alta, media o baja- donde el final de la estación significa vino y fiesta que animan a utilizar corquetes, comportillos, tinancas  y cunachos: belezos de trabajo, esfuerzo, sudor y recompensa, que son viña, racimo, uva y vino. 

Asomado al otoño, deseamos sigilosamente andar el camino por mis carreteras secundarias y, entre campos colmados de vides cargadas de racimos, vivir el trajín de los vendimiadores, cestas, tractores y sentir el campo y el viento que se inunda de olor a parra, mosto, pino-carrasco, frambuesa, enebro y el perfume ligeramente agrio de las hierbas silvestres compitiendo con los balsámicos, para, después en la bodega, embriagarnos, gozosamente serenos, con los aromas intensamente frutales de la fermentación. 

Pocos paisajes hay tan sugestivos como andar, experiencia inolvidable para los viajeros, entre viñedos envueltos en luminosidad mediterránea cobijada con la bruma atlántica. La vista de los viajeros se relaja y emociona ante las colinas, donde el viñedo tapiza las laderas de verde vivo, cambiante en tiempos de vendimia, pintando retazos de rojo otoñal. Otear los meandros del Ebro, con la sierra Cantabria protegiendo las cepas de los vientos del Norte, es adentrarnos en complejas sensaciones de infancia muy remotas. Y es volver a gozar con el fascinante rito anual de la cosecha que, este año, según observamos vuelve a pintar sana y pletórica.

En estas tierras del Rioja, donde los viñedos se escalonan en las colinas y cerros, asomados al río para absorber su refrescante curso, el viñedo se nutre de sudor, sacrificio y mimos. Vendimia asombrosa, donde los vendimiadores, hombres baqueteados por la vida y el trabajo, vitalistas, gozadores y sabedores de que el buen Rioja nace en la viña, parecen oferentes de un grandioso templo natural. 


Los viajeros tomamos la LR 210 para dirigirnos de Briones a San Vicente de la Sonsierra y pasear por la otra orilla del río Ebro donde villas y viñedos nos adentran en la historia enológica y hace nos topemos con arquitecturas bodegueras vanguardistas. De allí, tomando la A-4205, nos dirigimos a Elciego, villa de la Rioja Alavesa donde nos contaron nació la primera bodega riojana y se creía que el exceso de vino provocaba alucinaciones. Hoy, junto a sus históricas y renovadas instalaciones de elaboración y crianza, construidas en 1883, se alza un portento arquitectónico ideado por Frank O. Gehry en el que conviven, en armonioso contraste, con el titanio y las formas voladizas del genial arquitecto, las viejas prensas hidráulicas verticales y los grandes tinancos de roble, lanzando a los cuatro vientos que pocas ubicaciones geográficas pueden competir con este terruño prodigioso, síntesis de vino, paisaje y bodega donde la vendimia es manual, y la selección, racimo a racimo, rigurosa.

Cerca nos trasladamos por la A-124 hacia una de esas bodegas llamadas “de autor”, donde los viajeros quedaron atónitamente extasiados ante esa catedral del buen vino, proyectada por Santiago Calatrava e insertada en su paisaje, formando parte de él, recortándose sobre el fondo de sierra Cantabria, con su perfil sinuoso y ondulada esbeltez de cubierta laminar en aluminio.

Y allí nos quedamos para contemplar, en el fervor de la vendimia, ese agitado mar de viñedos y un sinfín de bodegas volcadas en la cosecha gozando de la grandeza de la tierra.

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©

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