lunes, 5 de marzo de 2012 in

Antoñanzas…si las paredes hablaran


Antoñanzas…si las paredes hablaran


Es cierto que hubo una vez un pueblo situado entre montes en un lugar privilegiado, lo he leído en el Diccionario de MADOZ (1845-50):

"ANTOÑANZAS: Ald. en la prov. de Logroño, part. jud. de Arnedo, térm. jurisd. de Munilla: (V); SIT. en una altura combatida por todos los vientos, y CLIMA frio, pero saludable. Tiene varias casas con 1 igl. á la que concurre á decir misa el cura de Peroblasco, que es individuo del cabildo parr. de Munilla. El TERRENO prod. granos de todas clases, patatas, legumbres y sostiene con sus buenos pastos mucho ganado lanar y cabrio. POBL. 45 vec., 49 alm. CONTR. con el ayunt. de la espresada villa"

Y me he acercado, nos hemos acercado para comprobar si todavía seguía guardado por sus cuatro Ángeles de la Guarda. No había nadie, ni seguía guardado, ni se les esperaba, por lo que el atractivo de nuestra visita, además de acordarnos de lo que dijo Ezra Pound:

“Lo que quieres de verdad perdura,
el resto es escoria.
Lo que quieres de verdad no te será robado,
lo que quieres de verdad es tu verdadera herencia”.

ha sido observar por qué por estos andurriales ya no andaban perros sueltos que se apareasen en sus calles.

Siempre me han gustado estos despoblados, hacen volar la imaginación y me trasladan a tiempos pasados. Tiempos de niño y de joven y aun de maduro. 

Aquella mañana los viajeros, después de repostar en un bar de pueblo situado al borde de “las pozas termales” y de entrevistarnos con la familia de Saturnino Latorre, una de las últimas familias que lo habitaron y abandonaron hacia mediados de 1960, y con la última familia que lo dejó en sus recuerdos, la familia de Anastasio Pérez Antoñanzas, también a mediados de los 60, tomamos la LR115 para salir del pueblo de Arnedillo en dirección a Enciso. A pocos metros tomamos, saliendo a la derecha, una pista. A los pocos minutos, vimos unos pabellones y antes de llegar a ellos, abandonamos la vía tratando de buscar una senda a la izquierda. La encontramos y, rodeados de olivos, oteamos,  desde un lugar privilegiado,  el pueblo de Arnedillo que habíamos dejado a nuestras espaldas para zambullirnos hasta esas montañas capaces de robarle la luz en invierno.  A media altura,  observándolo en la distancia, dimos con un pequeño rastro, se trataba del antiguo trazado del regadío y que, siguiéndolo, nos dirigimos hacia Antoñanzas. 

Anduvimos por viejos caminos carreteros, empinadas sendas y curvas en zig-zag. Discurrimos por antiguas regaderas y hasta nos paseamos por un pequeño puente románico que flanquea un pequeño barranco y anotamos unos viejos corrales por si era menester necesitarlos. Poco después, cerca del cauce del arroyo, nos llamó la atención una caseta de captación de aguas quera era testigo para dividir el cauce en dos, siguiendo la senda por el ramal derecho (en el sentido que subimos). Cruzamos arroyos y sendas que discurren por laderas y, remontando el barranco en unos pocos metros, llegamos a la aldea de Antoñanzas. 

Las casas del pueblo aparecieron de bruces entre escombros y zarzas  y lo que ayer fue habitáculo para personas, hoy son cobijo habitual de piaras de ganado de los alrededores. ¡Qué pena, qué desidia, qué abandono y qué ruina!  


A pesar del abandono nos contagió la pasión de sus ingentes montes, sus afiladas peñas, el sentir la maravillosa vegetación mediterránea, observar la gran riqueza de los vuelos de buitres leonados, alimoches, lechuzas y búhos.

Antoñanzas, aldea despoblada de Munilla, (La Rioja), aunque se encuentra dentro del municipio de Arnedillo, es un enclave intermunicipal. Me cuentan quedó despoblada en el trascurso del siglo XX. Todos marcharon desperdigados a vivir a la localidad vecina de Arnedillo y que la última familia que habitó Antoñanzas fue la de Anastasio Pérez que permaneció en ella hasta mediados de los 60.

Lo que La Medusa Paca vio de Antoñanzas es una aldea despoblada, ruinosa, hundida y situada en un enclave de una gran belleza paisajística a la que la única forma fácil de acceder ha sido a través de la pista que discurre entre San Vicente de Munilla y La Santa. Una vez en esta pista nos encontramos con la modernidad que sus pobladores anteriores no disfrutaron o padecieron: unos Yacimientos arqueológicos y una Subestación Eléctrica correspondiente al Parque Eólico “Sierra de la Hez”. Desde aquí los viajeros divisaron ya Antoñanzas, siéndoles fácil la llegada al pueblo. El recorrido, en una duración aproximada de 30 minutos, lo hicimos a pie a y a buen ritmo. La aldea nos ofreció como tarjeta de presentación un aspecto descuidado y muy desaliñado sorprendiéndonos que en una de sus viviendas, construida o reformada en el año 1951, y en su cocina había restos de haber sido habitada recientemente. Tirado en el suelo y como notario de la actualidad los viajeros se encontraron con una hoja de periódico en el que se podía ver la fecha de su publicación, 7 de febrero de 1998. 

Los viajeros anduvieron por casi todas las dependencias de la casa, comprobaron su distribución y tomando notas de que se encontraban inspeccionando una de las muchas viviendas típicas de un pueblo agrícola, situado al carasol y en la orilla de una era, lo que le daba al pueblo una fisonomía en forma de terrazas muy característica de las zonas riojanas y serranas.

Cuando ya nos marchábamos, y al volver la vista atrás para despedirse, nos dimos cuenta que unos molinos de viento de modernidad comenzaban a girar al mismo tiempo que espantaban con sus aspas a unos cotidianos visitantes que por allí pululaban: eran una cuadrilla de buitres leonados en número de cinco.
Hoy los viajeros querían ver, también oler y respirar puras sensaciones, de verdad lo consiguieron.


Fotografías y texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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