lunes, 13 de octubre de 2025 in

Esos otros septiembres

 



Esos otros septiembres

 

El azul palidece hacia lo blanco.

El rojo halla en lo negro
su redobla ausencia.

El amarillo
desciende todas las escalas
hasta entrar en lo gris.

Pájaro largo del otoño acuérdate
de mí,
y de este canto,
cuando estés en tu reino. (José Ángel Valente)

 No sigas, no sigas, amigo, que lo que me estás diciendo me suena tanto que parece que me hubieses robado la copla. Te recuerdo aquellos versos de Whitman, otras veces citados y otras veces con razón: “…Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, / porque lo que yo tengo lo tienes tú.” Y si no lo tienes todo, más o menos. Si en la infancia nos juntábamos niños de seis a doce años y pasábamos todos por ser de la misma tanda, esta edad nuestra es la misma, porque estamos juntos en otra tanda, una tanda que entonces creíamos que jamás podría llegar, porque pensar entonces en que llegarían estos días era, más o menos, pensar al alba de mediados de junio que la noche acabaría llegando.

Qué distinto este septiembre, ya pasado, de aquellos que se nos venían oliendo al hule de la carpeta escolar, a tinta, a cuaderno nuevo, a pizarra con su pizarrín de manteca y un trapillo colgado de ella para limpiarla, a la goma de borrar, al queso americano, aquel olor amarillo de los días de la necesidad, cuando aquellos condiscípulos, preferidos del maestro, se pasaban media mañana remando en una caldera, luchando con el espeso oleaje de la leche en polvo en el cuarto contiguo al aula de las escuelas nuevas. En aquellos septiembres, la preocupación era forrar libros y rellenar con nuestro nombre, en la portada, aquel cuaderno que traía escrito un “para uso de…” que yo no entendí hasta muy tarde. Preocupación de pizarra y pizarrín, de la música y la letra de la tabla de multiplicar, de salir de la escuela como de una cárcel y correr al juego, corretear bien por las calles, bien al campo, que no era otro que las afueras del pueblo. Si en la calle, libertad con puntos seguidos de carros, carretas, galeras, remolques, mulos o algún coche; si en el campo, libres en aquella luz que maduraba como una fruta transparente envuelta en un olor a madurez absoluta, que si las cañaveras, que si el rastrojo que aprovechaban cabras y bestias, que si las veras del barranco, que si el ramoneo, allá en el tapiado, que siempre olieron a frescura y monte. Y ya ves estos septiembres: que si tengo que ir al médico a ver si me cambia las pastillas, que no mejoro; que si no sé dónde me he dado un golpe (en ningún sitio, es la edad) que me duele este codo; que a ver cómo me las avío para limpiar los canalones, antes de que llueva fuerte; que si tengo que cambiarle el aceite al coche; que si me voy a comprar un bastón porque he probado uno este año en las vacaciones y hay que ver lo cómodo que se camina con un bastón… y no porque me haga falta. Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti…Algo para la artrosis, y para el colesterol, y para los ardores, y para dormir, que no duermo muy bien… Y voy a cambiar las gafas, que con estas no veo bien, será que son viejas, no son las gafas, soy yo. Ay, septiembre…Vale.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


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