lunes, 1 de octubre de 2012 in

Octubre: mes del petirrojo resucitando y del ganso pasando



Octubre: mes del petirrojo resucitando y del ganso pasando



Vaya por delante que me gusta el mal tiempo. Me gusta que llueva, que truene y que haga frío. Y me gusta la caída de la nieve “sonando casi a nada”. 

En octubre el tempero, en el sentido que le da mi agricultor, anda revuelto. Es lo suyo. En un solo día se pueden desatar todos los elementos y la naturaleza pasar a convertirse en un lugar hostil, del que hay que protegerse. 

Empezamos, pues, a cubierto. Pocos días ha que un temporal barrió absolutamente todo. El viento, con ráfagas de hasta 110 kilómetros por hora, lanzaba su bramido produciendo estrépitos impenetrables. La lluvia racheaba con rabia la cúpula de cristal. Allí arriba, en la salida de humos de mi fogón de piedra que, al menos hasta ahora, ha resistido todos los temporales, el viento se enrosca y produce un bufido sordo, profundo, que parece subir desde el centro de la tierra. Es toda la estructura de mi casa la que tiembla y resuena.

Otoño, estación en la que ladran los corzos, sí, los corzos ladran, berrean los ciervos y roncan los gamos propagándose por bosques y montes voces potentes, broncas y ásperas bajo el apacible tintineo del ganado montaraz.

Otoño, momento cuando se encienden los bosques de hoja caediza con todos sus colores otoñales; cuando el paisaje sonoro calla, quedando de fondo sólo su murmullo, el formado por el rumor del viento en las copas arbóreas hasta la llegada de los voceríos de las aves de invernada, hasta entonces un manto de silencio se extiende por la naturaleza. Es aquí,  bajo la luz rojiza de los árboles, donde se escucha el silencio lanzando al vacío sonoro matices y colores.

Paradójica y esporádicamente, es el tiempo, algún habitante del bosque gritará a lo lejos, o una bandada de pájaros forestales deambulará, de aquí para allá, envuelta en sus reclamos. Serán notas agudas y largas, emitidas por aves posadas, luego vendrán las risas, algún relincho suelto, que se desplazará por entre el arbolado durante el vuelo. Serán los árboles los que presten su voz, emitida al rozar el viento contra sus copas. También la lluvia crepitará contra las hojas de las hayas, amplificando el tamborileo de las gotas.
  
Otoño. Es noche cerrada, oscura y sin luna. Ladrará muy lejos un zorro, y más cerca, allá, a espaldas de la casa, entre encinas, vides y bodegas, un gamo enredará su cornamenta en las ramas bajas de una encina. Madera contra madera. Los últimos grillos otoñales, perseverantes como el buen tiempo, todavía componen un fondo armónico sobre el que destacan los ásperos eructos del celo. Es otoño. Y aquí quedo, acordándome de aquel cuento, “El Bosque Animado”, con el que Wenceslao Fernández-Flórez nos deleita. Quédense con la obra y léanla, por favor.

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©

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