Octubre: mes del petirrojo resucitando y del ganso pasando
Octubre: mes del
petirrojo resucitando y del ganso pasando
Vaya por delante que me
gusta el mal tiempo. Me gusta que llueva, que truene y que haga frío. Y me
gusta la caída de la nieve “sonando casi a nada”.
En octubre el tempero, en el
sentido que le da mi agricultor, anda revuelto. Es lo suyo. En un solo día se
pueden desatar todos los elementos y la naturaleza pasar a convertirse en un
lugar hostil, del que hay que protegerse.
Empezamos, pues, a cubierto.
Pocos días ha que un temporal barrió absolutamente todo. El viento, con ráfagas
de hasta 110 kilómetros por hora, lanzaba su bramido produciendo estrépitos impenetrables.
La lluvia racheaba con rabia la cúpula de cristal. Allí arriba, en la salida de
humos de mi fogón de piedra que, al menos hasta ahora, ha resistido todos los
temporales, el viento se enrosca y produce un bufido sordo, profundo, que
parece subir desde el centro de la tierra. Es toda la estructura de mi casa la
que tiembla y resuena.
Otoño, estación en la que ladran
los corzos, sí, los corzos ladran, berrean los ciervos y roncan los gamos propagándose
por bosques y montes voces potentes, broncas y ásperas bajo el apacible
tintineo del ganado montaraz.
Otoño, momento cuando se
encienden los bosques de hoja caediza con todos sus colores otoñales; cuando el
paisaje sonoro calla, quedando de fondo sólo su murmullo, el formado por el
rumor del viento en las copas arbóreas hasta la llegada de los voceríos de las
aves de invernada, hasta entonces un manto de silencio se extiende por la
naturaleza. Es aquí, bajo la luz rojiza
de los árboles, donde se escucha el silencio lanzando al vacío sonoro matices y
colores.
Paradójica y esporádicamente,
es el tiempo, algún habitante del bosque gritará a lo lejos, o una bandada de
pájaros forestales deambulará, de aquí para allá, envuelta en sus reclamos. Serán
notas agudas y largas, emitidas por aves posadas, luego vendrán las risas, algún
relincho suelto, que se desplazará por entre el arbolado durante el vuelo. Serán
los árboles los que presten su voz, emitida al rozar el viento contra sus
copas. También la lluvia crepitará contra las hojas de las hayas, amplificando el
tamborileo de las gotas.
Otoño. Es noche cerrada,
oscura y sin luna. Ladrará muy lejos un zorro, y más cerca, allá, a espaldas de
la casa, entre encinas, vides y bodegas, un gamo enredará su cornamenta en las
ramas bajas de una encina. Madera contra madera. Los últimos grillos otoñales,
perseverantes como el buen tiempo, todavía componen un fondo armónico sobre el
que destacan los ásperos eructos del celo. Es otoño. Y aquí quedo, acordándome de
aquel cuento, “El Bosque Animado”, con el que Wenceslao Fernández-Flórez nos
deleita. Quédense con la obra y léanla, por favor.
Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©
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