lunes, 15 de octubre de 2012 in

La exposición y el claustro



La exposición y el claustro 

Tomando el refrigerio propio de la mañana entablé la siguiente conversación con un Oniense mayor, bastante mayor y le pregunté: ¿por qué ahora no se construyen iglesias, conventos, monasterios, catedrales como las góticas famosas? Y me dijo: “Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión”.


Antes de entrar a San Salvador para extasiarnos con los recovecos de las Edades del Hombre, ¡qué mayores somos!, nos sentamos en la escalinata previa a la puerta de entrada y descansar de ese fresco y saludable itinerario que nos habíamos dado por la orilla del río Oca que, tras concluir su recorrido por tierras burebanas, excava un estrecho desfiladero en busca del río Ebro enclavado en este estratégico lugar, entre la meseta y la cornisa cantábrica.

El Monasterio de San Salvador se nos ofreció, desde la escalinata, como un monasterio poderoso, fundación de comienzos del siglo XI por el conde castellano Sancho García, el de los Buenos Fueros. Fu
ndación pensada para que su hija Tigridia presida y gobierne a todos los servidores de Dios (Dei cultores) y devotas de Dios (Deo devotas), que allí habitan y que, durante siglos, fue un importante centro de poder.

Allí esa su escalinata, antesala orgullosa de otros tiempos, fijó en los viajeros el orgullo que los antepasados lugareños mostraron, hoy también, en sus grandes edificios religiosos y civiles, en los restos de sus murallas y en el conjunto de su trazado urbano articulado en estrechas y sinuosas callejuelas en torno a sus varias plazas y espacios abiertos, casonas blasonadas y casas de fachada estrecha de piedra y entramados de madera y ladrillo de tejar o de adobe.

Y allí, sentados en la escalinata y observando el edificio consistorial que teníamos ante nuestros ojos fuimos repasando el conjunto de villas, tierras, heredades, predios, iglesias, monasterios, cellas, eremitorios, casatos y siervos del dominio de este Condado que: "Don Sancho y Doña Urraca fundaron  y le dotaron con mucha magnificencia".   


Eso es, magnificencia, esa es la justa y bella palabra resumen y animadora  la que, superando el cansancio hizo animarnos a contemplar esa magnífica descripción histórica y artística. Para empezar, nos centramos en el conjunto de la iglesia: edificio con varias fases en su construcción, básicamente de un edificio tardogótico, con diversos elementos de otros edificios románicos. Allí los viajeros reconocimos columnas románicas con capiteles decorados con bestias fantásticas y puntas de diamante semejantes a las del cercano monasterio cisterciense de Las Huelgas de Burgos;  la cabecera tardogótica de arquitectura espectacular gracias a su inmensa bóveda estrellada con ocho puntas; el retablo barroco, la magnífica sillería gótica del coro (siglo XV) y las tumbas de los condes Sancho García y su esposa Urraca, García Sánchez y los reyes Sancho el Mayor de Navarra y su esposa Doña Mayor y Sancho II de Castilla; un extraordinario Cristo románico de Santa Tigridia y un conjunto de pinturas de estilo gótico lineal del siglo XIII mostrando la vida de Santa María Egipciaca.


Nos detuvimos, al impresionarnos, delante de la fachada occidental en la que se conservan dos ventanales románicos correspondientes a la primitiva construcción, situados simétricamente para iluminar la primitiva iglesia románica y delante de esa puerta central que, aunque reformada, conserva el guardapolvos ajedrezado original.

Y allí nos dimos de bruces con esa interesante Sala Capitular y en ella los ventanales, hoy cegados, de la construcción románica que comunicaban la sala con el claustro; bellos arcos de medio punto decorados con puntas de diamante en sus aristas, capiteles de decoración zoomorfa y arcos policromados de una extraordinaria arquería románica que probablemente ocupó parte del refectorio. 

Y  allí en este conjunto arquitectónico se colaron, como temporalmente invitados, los varios capítulos de la exposición: Cristo como origen, fortaleza y término de toda vocación religiosa; personajes bíblicos y santos que marcharon al desierto y algunos personajes históricos de Castilla y León y de Burgos; el siempre recordado “Ora”, clásico de la vida religiosa; la Liturgia de las Horas, la celebración eucarística y la lectio divina; el dedicado al panteón condal y real, relacionándolo con la monarquía y el monacato en Castilla y León; el capítulo que aborda ese “Labora” mezclado con apartados dedicados a la regla, el abad, el scriptorium, los horarios, la hospitalidad, la comida, el territorio… y todas aquellas cosas que conformaron la vida comunitaria cotidiana de los monjes y, por último, el que trata la figura de los santos fundadores de las órdenes monásticas presentes en Castilla y León,-benedictinos, cistercienses, premostratenses, cartujos y jerónimos-.


Allí, también nosotros, como si fuésemos premostratenses, los dejamos con sus cosas pasando, meditabundos, a pasear por ese Claustro gótico, obra que Juan de Colonia ideó en las cercanías del año 1500, de planta trapezoidal constituido en cuatro galerías abovedadas con crucería compleja; crujías delimitadas exteriormente por un extraordinario conjunto de ventanales con arquerías agudas de elegantes tracerías del gótico final; decoraciones escultóricas que salpican de manera continua sus galerías, tumbas resguardas en arcosolios y también algunos restos románicos esparcidos por el mismo, como esa arquería sostenida por dos grupos de tres columnas paralelas.


Y allí dejamos la historia, el arte, el tiempo y lo que Las Edades esconden. Nuestra meta final será Tobera. Discurriremos por los MontesObarenes, seguro que, en este final de etapa, se nos ofrecerán paisajes y esa fauna variada que seguro encontraremos, siempre que avancemos en silencio y con los ojos bien abiertos: serán aves rapaces,- buitres leonados, águilas calzadas, alimoches e incluso águilas reales-, que escoltarán como amigos de los viajeros junto a los abundantes corzos, jabalíes, gatos monteses, zorros,  martas y tejón, para todos ellos jugar al escondite entre las hayas, los tajos, acebos y fundamentalmente el boj. 


Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©

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