sábado, 5 de febrero de 2022 in

Escarcha agarrada al cristal

 

 


Escarcha agarrada al cristal

Y la luz es el color del sol
un sol color de luz
tierra donde vive el sol.” (grupo musical Herencia)

El grupo murciano “Herencia", puso música hace unos años a la campaña turística de la Región de Murcia con la canción “Tierra donde vive el sol". Una melodía con la que quisieron transmitir la luminosidad, alegría y calidez de su región. Y este invierno de omicrones, ¡qué contradicción!, con las ventanas abiertas y la vida en los veladores, está siendo un calvario.

Según canta “Herencia” se puede deducir que en la Región de Murcia no hace frío, lo que es un topicazo, porque en este mes de enero, ya pasado, hemos aguantado muchooo frío. Y les diré más: el abrigo hemos tenido que ponérnoslo al entrar y permanecer en las casas y no al salir. Y encima la humedad, esa que no teme a los chambergos, penetra por los pies como un virus invisible y se va instalando en los huesos hasta hacerlos temblequear con el castañear del invierno. También es cierto que en esta tierra están preparados para el verano, pero no para las heladas y las calefacciones, radiadores, camisetas térmicas, sábanas de franela y demás prendas para combatir la tiritera han cedido su lugar en los presupuestos familiares al aire acondicionado. No es que haga un frío de muerte, es que apenas le prestan atención al termómetro del coche cuando al arrancar por la mañana hay que esperar diez minutos a que el parabrisas disuelva el dedo de escarcha que se ha quedado agarrado en el cristal. Pero este año estamos haciendo un máster en eso que, en toda tierra de garbanzos, clásicamente llamamos biruji. El arreón de ómicron nos ha obligado a abrir las ventanas de las casas y eso está dando pasaporte de acceso libre a los: “invisibles átomos del aire/ en derredor palpitan y se inflan/ el cielo se deshace en rayos de oro/la tierra se estremece alborozada” a los que aludía Bécquer. Lo digo mejor sin poesía: este año estamos pasando un “frío del carajo porque el grajo vuela bajo”.

Salimos a pasear, nos sentamos en uno de los muchos veladores existente en el paseo para tomarnos el consabido tercio de Estrella de Levante, a cuerpo limpio, mientras nos colocamos la bufanda para estar en la casa. Y no sólo eso: en los bares nos agarramos con las manos descarnadas al café hirviendo para no evolucionar hacia la criogenización. Y a eso lo llamo yo tomarse un café con yemas de dedos. ¡Qué gustito más bueno!

Ayer me puse a tomar un tinto, Rioja por supuesto, en el confortable zaguán de mi casa con las cristaleras abiertas de par en par y tuve que elegir entre la hipotermia o el virus. ¡Qué gustito más bueno! Si en verano la mejor manera de atrapar al cliente es la mesa alta, también llamada quitamiedo, este invierno dentro de casa no ha habido nada como un brasero o ese fogón quemando encina, ya que en cuanto hemos sentido la gelidez de la casa hemos estado vendidos a un castañeo de muelas repentino tan incontrolable como la música de las tripas en ayunas. Y hay que taparse rápido antes de que se nos hiele el corazón. Por eso cuando he leído sobre la altísima tasa de Covid que existe en esta Región murciana lo he entendido fácil. 

El frío del Mar Menor es paradisiaco, de acuerdo. No me quejo. Siendo joven ya soporté hermosas nevadas y brillantísimas heladas en las Merindades burgalesas con un gorro incrustado al cerebro y unos calcetines, todavía andan por casa, que pedían dos o tres números más de zapato.

Aquí quedo, medio embozado, esperando a ver si pasa rapidito este invierno, ¡Dios mío de mi alma! porque lo único gélido para lo que estamos preparados en esta tierra es para tomarnos un “reparo carretero”, el “láguena”, una “paloma” o esa mezcla alcohólica hecha con vino, moscatel y menta llamada “alfalfa”. Vale.

Cuando te vengas conmigo
¿dónde te voy a llevar?
a darte una vueltecita
por la Uva jumillana

Y la Muralla del mar. 


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

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