lunes, 14 de febrero de 2022 in

Armajal de palabras

 



Armajal de palabras

 

El cuco canta

bajo inmenso armajal

de lapislázulis.

Las palabras son palomas torcaces sobre una playa de trigo, tras el mar de almendros, donde se posan cuando el tractor deja el campo como si hubiera pasado una ola, listo para sembrar de nuevo, como si la tierra, igual que el mar, jamás se cansara. Son las palabras como esas torcazas que veo al pasar a la luz del lubricán, quietas, porque no he dado un paso hacia ellas. Luego llego a una casa que tiene en las puertas el azul lapislázuli del Mediterráneo en el horizonte, donde el arte vive en las cosas y las conversaciones, que es la casa de Florentina y Facundo, cuyo corazón es un patio de helechos con una palmera. Ceno entre madroños y un mantel de hilo con ese blanco puro que tienen al principio las vidas. Facundo habla de armajos tras los que se escondía de niño para llamar con Juna Pedro a los ánsares en Las Salinas de San Pedro del Pinatar. Dice que volvían, y que se posaban. Ojalá conociera yo un reclamo así para las palabras.


Es curioso lo bien que suenan en los escritos de Álvaro Cunqueiro y Rosalía de Castro todas las palabras de la tierra, empezando por Terra. Leyéndolos me he encontrado con expresiones que no encontré en ningún otro autor, como “recender” que quiere decir “oler bien” utilizada por Cunqueiro cuando escribió: “en aquella misma habitación que recendía a manzana carnosa”; o “ventimperio” para describirnos el tiempo desapacible en el que se mezclan la lluvia y el viento escrito por Rosalía de Castro “en las tardes ensimismadas en lluvia y ventimperio”.

Item más: no hace mucho, daban sus últimas bocanadas los días del mes de diciembre del año próximo pasado, cuando un volcán en erupción era una boca que también nos arrojaba palabras que solo él supo pronunciar correctamente. 

Por el cráter del volcán de Cumbre Vieja vomitaron unos términos que no conocíamos o que habíamos olvidado por desusadas. Palabras que se hicieron materia candente como: lava, magma, colada, piroclasto, fajana, lapilli...

De todas ellas, hoy en este armajal lingüístico me quedo con dos. Una es tremor, hermosa palabra, sinónima de temblor y emparentada con tremer, tremar, tremedal o trémulo. En todas ellas palpita esa ligera sacudida que es síntoma de íntimas alteraciones, ya sean de la tierra o del espíritu.

Cuando la masa incandescente se enfrió, surgió una realidad geológica formada, según el diccionario, por un "campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida".

¿Por qué será que hoy no encuentro mejores palabras para definir mi estado de ánimo? Vale.

Fotografía del banco de imágenes geológicas

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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