miércoles, 28 de enero de 2015 in

El Zampullín





El Zampullín

Aquella mañana una bruma grisácea envolvía todo como una gasa. Al fondo las salinas, los retorcidos e inclinados pinos, los arenales y las charcas, las lagunas saladas, las dunas, saladares y pinadas y aguas como espejos, y más allá, el cielo gris, azul y blanco. Los he visto en el hermosísimo paisaje que tienen estos días las charcas de las Salinas de San Pedro del Pinatar con sus carrizales y masegares de invierno, como si la clorofila estuviera sumergida para dar ocres y dorados al mirar al agua mientras las nubes se reflejan con la orla de una vegetación que ha comprendido, enraizada, que la vida pasa. Sé que por aquí los flamencos se han ganado el título de ‘reyes’ de las Salinas y Arenales de San Pedro, por su bello plumaje rosado y su esbelta figura. Pero garzas, avocetas, chorlitejos, cigüeñuelas y charrancitos tienen poco que envidiarles. Deseaba otra cosa en mi paseo entre las dunas y los senderos marcados por retorcidas copas de formas imposibles. 

Y allí los encontré, buscaba al zampullín, como encarados unos con otros, estaban sobre el agua salitrosa y como emitiendo un canto relinchante, formaban como un cortejo, como un canto de amor o más bien dúo de amor y hasta pude ver como el macho entregaba a la hembra un simbólico presente de hierbas. 

Se me presentaron como pequeños somormujos, con pico agudo, sin tener nada de patos y sin los pies unidos a las patas. Ahí estaban como preparando el criadero en la charca remansada, en una maraña flotante de hierbas, acuáticas, a veces asentados, o anclados a la vegetación. 

Observé su vuelo raso y recto, como con el cuello estirado, manteniéndolo más bien por debajo del nivel del cuerpo, y con las patas colgándole detrás. Me fijé en su despegar del agua con chapoteo y sumergirse en ella sin dificultad. En tierra dio la impresión de ser un ave torpe y saliendo a ella lo menos posible. Escuché su“tuit-tuit” como si fuese una nota de alarma. Su voz no era un parpar, sino un trino. Los identifiqué, me lo indicaron, porque, en invierno, en el macho el mentón es blanco y pardas las áreas castañas. Hoy les he visto los ojos como rubíes. Y hasta me agradó verles alimentarse con pececillos; camarones; ninfas de libélulas, escarabajos acuáticos, otros insectos y moluscos de agua.

Comprobé que es un pájaro como caído al agua. Se sumergía y aparecía y levantaba el vuelo dejando unas huellas como las de la lluvia sobre la laguna. Sólo porque el zampullín sea feliz merece la pena conservar el Parque, es que para él el agua es su tierra. Vale. 

Texto y fotos La Medusa. Copyright ©

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