Llueve en el Mar Menor

Hoy, de nuevo, veo el alba tras la penumbra. Tras despertar, el desayuno y el aseo me liberan de cualquier otro afán y ya las horas no tienen más objeto que sí mismas.

De pronto, unas cuantas gotas de color arcilloso, más bien barro pegajoso, después de tanto tiempo, aligeran más aún la ropa con que bajo al aire, al mar, a una extraña esperanza… Ralentizo el paso y no me quejo; me rio, nervioso, me abandono al inesperado frescor que me regala el día como un presagio.

Me refugio bajo las velas triangulares desnudas de ese molino que adorna con su estética el entorno salitroso de la laguna y saco una foto, mojado, feliz, por un instante. Vale.

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