miércoles, 4 de diciembre de 2013 in

Sosiego





Sosiego

Llevo unas cuantas noches soñando con lo que me encontraré cuando abra mi casa en la aldea del verano, esa que ahora está corta de vecindario. No hago otra cosa que  fantasear qué especies se habrán instalado en mi ausencia, además del frío: acaso ese animal del invierno, esa humedad gratificante del verano o ese salitre aliviador, que no curador, de reumas. Aunque ya sé que este animalito que he idealizado en estos días no es vecino de estos lugares, sueño que, cuando me acerque, pueda encontrarme con ese soñado lirón careto durmiendo en la despensa y, como la hibernación es un estado tan profundo, me ilusiono con que el dormilón no se despierte al ponerlo en la palma de mi mano y sí lo haga al darle el sol en el antifaz que le habilite abrir los ojos con esa mirada que traen los que vienen de ver esas cosas luminosas que hay en las profundidades del mar oscuro, que es el sueño. Ya sé que los lirones, y más ahora cuando la nieve es mantita de abrigo armiño, suelen dormir  entre las hojas de las hayas de esos paisajes cargados de tonos marrones, verdes y ocres, donde él allí descansa, aúlla el lobo, se posa el búho y medita confusa, la pequeña enamorada. También yo, con la nieve en las alturas de mi Rioja, donde mejor me encuentro es entre los libros, con su hojarasca de palabras. El cuartito general de mi biblioteca tiene para mí la paz de un hayedo. Esa paz que sólo hallo en ese mi refugio jalonado por ese añoso peral plantado en medio de esa escalera carcomida por los hielos. Es mi deseo que la paz de ese lirón que respira sin saber cómo es el invierno sea mi sosiego. Vale.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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