jueves, 19 de diciembre de 2013 in

El preludio de la nieve




El preludio de la nieve


Se me había oolvidado y es que en la ribera del Mediterráneo no suelen suceder estos fenómenos, ocurren otros, estos no. La tengo grabada en mi memoria, cayó la semana pasada en esa otra rivera más lejana de ese río llamado Iregua y afluente del  grandioso y espectacular Ebro. Fue una cencellada blanca sobre sus riberas. Se me mostró el paisaje como esa casa abandonada, que en vez de telarañas ennegrecidas por el paso del tiempo, era todo un adorno de niebla y  hielo. Era la cencella,  que no la escarcha, rocío congelado festoneando las hojas caídas y secas. Era esa niebla, sueño del agua, envolviendo como una gasa todo lo que toca para dejar hielo blanco sobre la vegetación y las cosas, igual que la sal en la rama que Stendhal dejara en la mina de Salzburgo para explicar qué es el amor, esa misteriosa cristalización.
Es como si, bajo el sol rondando en las alturas, sin una sola nube, pareciera nevar desde la niebla, dejando su aliento congelado en forma de agujas algodonadas, banderas y plumas que se posan. Ligerísimas porque es hielo blanco lleno de aire atrapado. Con la cencellada, todo en la ribera es de cristal. Entre la niebla, los chopos parecen ángeles con sus plumas blancas de hielo. Vale.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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