domingo, 1 de diciembre de 2013 in

Luna de Invierno, luna blanca, para echar en la cama cobertor y manta




Luna de Invierno, luna blanca, para echar en la cama cobertor y manta


“En las frías noches de diciembre, si ves lucir la luna blanca, echa en la cama cobertor y manta”. (Refrán popular)

“En la lluvia que cae muere el otoño.
Diciembre se ha cansado
de sostener cadáveres de hojas.
El viento ha esparcido
los espíritus tenues
que habitaban la fruta”. (Alejandro Céspedes)

Es tiempo de lumbre de encina, de roble, de haya, de almendro o de olivo. Siempre, como decía mi padre, de árbol con fruto de hueso. Leña dura, centenaria. La de mejor brasa, la que más calienta, la de las brasas ardorosas servidoras del brasero. La que invita a la lectura, aunque sea releyendo el Quijote.

Y, al amor de la lumbre, cuando los primeros copos de nieve invitan a la lectura, me he acordado de Cervantes, recordando por dónde transcurre su obra y digo que, aun transcurriendo por bosques de pinos, en toda la novela se nombran los pinares y sí la encina, hasta veinte veces, juntamente a sus bellotas, también nombradas otras tantas al ser alimento común de don Quijote y Sancho.

Siempre recuerdo el prólogo con esos encantadores adjetivos: avellanado, antojadizo, poltrón y esa manera de darse cuenta de que, en cada uno, las mismas palabras serán distintas: “Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”.


Lo cantaron las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna: “El aullido es el más negro de los gritos del paisaje”. Noche cerrada de invierno, fría y silenciosa. Noche de luna llena, luna de invierno y allí, en el cielo, la luna con su arco subraya la inmovilidad de la noche y abajo, entre sombras y luces plateadas, las cosas son distintas y la luna es una, siempre la misma; pero los sonidos de la oscuridad corresponden a noches distintas ya que, muy de vez en cuando, muy lejos, ladra un zorro.

Os dejo lo de este mes al relente de la luna de invierno y al chispear de los leños de una encina. Es domingo y se me presenta  en la balsa del camino viejo de Molares una hembra de azulón y un espino majuelo, de los que le gustaban a Proust, profusamente florecido y, mientras tanto, varios graznidos ásperos y arrastrados desgarran la noche.
Y con esto y al calor de la lumbre: “Dios te dé salud, y a mí no me olvide. Vale”

“Por el día sale el sol
y por la noche la luna
y entre las dos gira y flota
la rueda de mi fortuna”.
(Copla)

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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