viernes, 30 de noviembre de 2012 in

¡Adiós!



¡Adiós!


¡TOMÁS, “TATA”, AMIGO!

No quiero que los roncos tañidos de campana
den su tan-tan monótono que parece un pregón,
ni rompan el silencio que tiene la mañana,
anunciando que has muerto, con su macabro son.

No quiero que tu muerte asuste a los que quedan,
ni que sea alegría para el enterrador.
Deseo que cantos litúrgicos, monaguillo que fuiste,
precedan igual que los clarines lo hacen al vencedor.

Deseo que cuentas de rosarios trencen tus manos grandotas,
formando blanco sudario compañero de viaje,
modelando junto a tu cuerpo tronchado
dalias, azucenas, campánulas y rosas,
mezclando en su conjunto las flores olorosas
y el perfume macabro a la muerte entregado.

Yo quiero que a la cera de tu carne sin vida,
alondras y calandrias se prendan en tu frente amarilla
lanzándote sonidos como besos de amable despedida
y la emoción que encierra su caricia sencilla.

Yo quiero que tus labios
que tanto sonrieron,
recen los latines en salmodia de sabios
y muertos, hablen como en vida me hablaron.

¡TOMÁS, “TATA”, AMIGO!

Si juntos recorrimos la senda de la vida
siguiendo su camino,
espérame en el valle con embrujo sibilino
para fuerte, a tu lado, ampararme
entre sombras flotantes de espectros que fingieron
gozando muertas la dicha que vivieron.

Has muerto como naciste,
en remanso hogareño
con manos amantes dándote el mismo cuido
que de niño te dieron.

¡TOMÁS, “TATA”, AMIGO!


Nº 27-PRJP. Santiago de La Ribera; otoño 2012, siendo exacto 20 de noviembre de 2012.

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