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martes, 3 de junio de 2025 in

Tiempo de verano

 


 



 Tiempo de verano

 Cuando la mar esté bajo tu almohada

¡Alegría de turbas infantiles!
¡Triunfo de los egregios, varoniles
pámpanos que estremece la alborada!” (Rosa Chacel)

Los calores, los exámenes, las vacaciones, los viajes, los agobios, el descanso… Lo de cada año como motivo para entornar las páginas de la Medusa. Esta vez, concreto un poco más: ¡hasta los días de septiembre (s. D. q.)!

 

Apenas salía del pueblo por los trascorrales, pasados unos cercados, una era alta y unas tierras ya segadas, el camino albarizo, duro a veces, polvoriento otras, iba ahondándose hasta enterrar una galera, carro o remolque cargados de haces. Andando al paso, amparado por el calor que se acomodaba sobre mi cabeza, iba mirando cereales ya hacinados, y vallados donde se abrían cuevas de lagartos y se elevaban afilados pitones, gallardos y resecos cardos, adornados de floridos brazos, a los que, aún no sé por qué, los chiquillos nos deteníamos a contemplar cómo se posaban sobre esas deshilachadas flores moradas las hambrientas cardelinas. Cuando iniciaba el camino que se allanaba entre la carretera, a la izquierda, y las eras, a la derecha, ya divisaba lo que iba a ser mi primer mundo asombroso, más allá de la pilastra de la iglesia y los trascorrales cercanos: a lo lejos, imprecisos, un paisaje de huertos cercanos a las balsas, infinidad de almendros y algún manchón de olivos y viñas; más cerca en la distancia, una alargada alameda de chopos bellísimos y alguna nogalera; y en la cercanía, un carrizal, eneales y dos grandes balsas con las ruinas, en la orilla de una de ellas, de lo que fue el aposento de aquella caldera extractora de esencias de lavanda o espliego. Lo demás, minifundios de tierra calma donde se levantaban, entre pedregales, distintas semillas o plantaciones sedientas. Y, aunque no la viera, sí que sentía el agua sulfurosa, brotando silenciosa.

Y recuerdo que lo primero que vi, adentrándome en las llanuras, levantarse allí fue trigo; pero, si fue trigo, lo primero que vi fue la siega, de la que iban asombrándome las gavillas y, tras ellas, el pajizo peine del rastrojal. Al poco, las hacinas, y cuando las gavillas se habían oreado, el acarreo a la era. Y en la era, el más asombroso espectáculo que conocí en el campo: la trilla y todo lo que la trilla traía: mulas enganchadas al trillo y trotando, hombres que volvían la parva con los bielgos, más vueltas de trillo y, cuando todo estuviera trillado, el almuerzo, el sesteo y, en cuanto viniera la marea, la avienta. Era ese capaz de cubrir casi toda la memoria de mi niñez, desde que se desmenuzaban los haces hasta que el grano, en costales, salía para el granero. Y también en la vega, regada por la escasa agua de la fuente podrida o del barranco, los maizales, alfalfas. Y el hortal. Y los escasos frutales. Y el tiempo de abonar, edrar y regar. Y la recogida de las verduras. Y la música del viento en los salteados chopos. Y los pájaros. Y el silencio de la siesta. Y el barranco, siempre. Y las preguntas. Los huertos, las balsas, el barranco, qué mundos…esos mundos de un niño en vacaciones. Vale.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


martes, 27 de mayo de 2025 in

Templos de piedra

 




En su libro sobre Nueva York, Carmen Martín Gaite apuntaba para sí misma: “Tienes que acordarte siempre de que la única manera de empezar a ordenar el caos es: 1) encender la luz sobre él y 2) sentarse”.

Es por eso, por lo de ordenar el caos, por lo que existen artistas en el Mediterráneo carbonero que simulan algunas figuras, como flores o un indalo, el símbolo de Almería, bajado de la cueva los Letreros. Son las maneras de relajarse de las gentes de por aquí. Otras veces esculpen dibujos en la superficie de las rocas, como flores o animales. Y hasta construyen pájaros, ya ha rehechos varias veces, porque se los han quitado y como la gente solía llevárselos, “cada vez lo hago más feo a ver si lo dejan" dejó dicho.

Estos templos, - ¿esculturas? – que hemos contemplado en nuestro viaje mojacareño son la luz sobre el caos. Ahora toca sentarse y empezar a ordenar todo lo demás. Todo este enclave único, templo de esculturas, se encuentra en la playa del Algarrobico en Carboneras, a los pies de la Torre del Rayo; el ‘Torcal’ de Almería, detrás del cual se encuentra la mano de los artistas.

Templos de piedra

 Desde este cielo azul y despoblado

me asombró el perfecto

desorden ordenado
de guijarros que concurren junto al mar,
evocando a los indalos,

bajados de la cueva los Letreros,

tratando de encontrar el equilibrio,

imitando a los tótems,

dioses grandes, protectores,

mensajeros sagrados

de silueta humana con arco
rebullendo desde lo alto.

PRJP. N.º 74 de asueto por las playas de Nijar

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


miércoles, 14 de mayo de 2025 in

El Paseo de hoy

 

 


Hoy he paseado por el campo, ese campo que ahora se viste de charcos en cuanto caen dos gotas, y he contemplado sembrados, cultivos, parrales, olivares, naranjales y, también, limonares, y ahí en el limonar me he detenido para interrogarme. ¿Qué culpa tiene la hermosa paz del olivo, que está ahí clavado desde hace siglos y siglos, para que vengan voces, en otra lengua, además, a causarle insomnio? Aceite, aceitunas… Dos palabras totales que nos llenan la vida, una que nos chorrea sobre el pan de la mañana y otra que juega con nosotros en el platillo del aperitivo. Aceite y aceitunas. Y recuerdo, es natural, de aquello que cantaba Quilapayún: “La hierba de los caminos, / la pisan los caminantes. / La hierba de los caminos, / la pisan los caminantes…Qué culpa tiene el tomate / que está tranquilo en la mata…” Sí, y viene quien sabes tú que viene siempre y pasa lo que pasa. Vale.

 


El Paseo de hoy

 

Verde es el campo,

verde es el viento,

verde es el mar,

verde es mi sueño,

verde es mi llanto;

de verde multicolor

pinta mi campo.

Verde es la mañana,

verde es el canto,

verde es su manto,

verde es mi paso,

 verde es La Llana,

que llora lágrimas verdes

al compás de una murciana.

 

PRJP. N. ª 55. En primavera florida

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.




martes, 6 de mayo de 2025 in

CAMPO ABIERTO, CAMPO DE MAYO

 


 




CAMPO ABIERTO, CAMPO DE MAYO

En el atril de mayo veo, ordenadamente colocados, los versos de Juan de la Cruz y de Juan Ramón, que el de Fontiveros y el de Moguer tenían mucho mayo en su fe y en su tinta. Y esos versos, perfectamente organizados, los leerá la voz de la luz, que preguntará y contestará a un tiempo. El campo que Dios ha sembrado no tiene igual. No hay quien compita con esta hipérbole de margaritas, malvas, jaramagos, amapolas, romero, lirios, jaras, hinojos, azahares

 “Buscando mis amores, / iré por esos montes y riberas; / ni cogeré las flores, / ni temeré las fieras, / y pasaré los fuertes y fronteras». La luz lee despacio. Lee y, a veces, de reojo, mira cuanto le rodea. Y pregunta: «¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras, / de flores esmaltado!, / decid si por vosotros ha pasado”.

Sí, habrá pasado. Si no, ¿cómo se explica el milagro, aquel que asombraba a otro genio –¿o debo escribir “jenio”?–, de Moguer, por más señas, cuando se asomaba por días así al campo y decía:

“Abril venía, / lleno todo de flores amarillas, / amarillo el arroyo, / amarillo el vallado, la colina, /el cementerio de los niños, / el huerto aquel donde el amor vivía…”.

Se asombraba, como Juan de la Cruz, como yo, como las nubes que viajan, como el aire que pasa, como los pájaros que todo lo ven desde allá arriba… “¡El día / era una gracia perfumada de oro, / en un dorado despertar de vida!. Los dos de la mano, Juan de la Cruz y Juan Ramón, describiendo el milagro de Dios. Si el de Fontiveros, “… Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de fermosura”. Si el de Moguer: Con la labor de la Mano y estas dos voces, el campo es un altar ante el que hay que arrodillarse. Miremos los sembrados y los campos espontáneos, los árboles, los ríos, las flores que cantan cosecha, los verdes únicos… “…Mi Amado, las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos…”.

 Campo abierto, de todos; campo feliz, campo rebosante, enamoradamente mío, mío, mío… En lecho de luz quiero quedarme “entre las azucenas olvidado…”. Vale.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


martes, 29 de abril de 2025 in

El mar ha vuelto a casa

 



 


De pronto una mañana me incorporé en la cama y vi que las olas volvían a batir azotadas por el Lebeche.

 

 El mar ha vuelto a casa


Cuando comenzamos a vivir en la casa de La Ribera, a principios del año 2000, veíamos el mar desde la cama. Observábamos salir y regresar a puerto las barcas de pesca y el oleaje de los borreguitos los días de temporal en los que azotaba el Lebeche. Por aquellos comienzos de siglo la casa tenía alrededor campos de olivos, naranjos y limoneros, tierras de labranza, antiguas huertas y un jardín perfumado, el de las mil flores lo llamaban. Cerca había una granja adonde los niños, acompañados de sus papás íbamos a comprar con una cesta, como la de Caperucita, huevos y leche, picantones camperos y algún conejo. Desde un jardín, a medio construir, cada mañana nos despertaban los acordes tronantes de jilgueros, cardelinas y verdecillos que se expandían por la extraordinaria sonoridad del parque. El jardín estaba, y así sigue, cercado por una hilera de palmeras recién plantadas que fueron creciendo a medida que el desarrollo y la especulación comenzaron a llenar de cemento todo el paisaje. Las palmeras ganaron altura hasta que al cabo de los años sus grandiosas palmas taparon la visión del mar.

 Unas nuevas urbanizaciones o el acondicionamiento de antiguas casas de campo terminaron por invadir todo el territorio y el horizonte azul que se veía desde la cama se convirtió en una ensoñación. Ha pasado un cuarto de siglo de todo eso hasta que la lucha entre la vida y la muerte ha terminado por producir, una vez más, el milagro. Debido a una plaga llegada desde tierras egipcias, la del picudo rojo, algunas palmeras han muerto y ha habido que serrarlas por el tronco. De pronto una mañana me incorporé en la cama y escuché que las olas volvían a batir las aguas marmenorenses. El mar había regresado a casa. Si al olmo viejo, podrido y hendido por el rayo del poema de Machado le habían brotado algunas hojas verdes y el poeta esperaba para si un milagro semejante de la primavera, en este caso las palmeras muertas han devuelto al jardín la visión de aquel horizonte azul de los días de mi gozoso jubileo y la memoria de un aire incontaminado que nos traía hasta la cama los sonidos tintineantes de las barcas de recreo que se refugiaban junto a la escuela náutica, prestas para salir a navegar y a pescar deportivamente. Por encima de la muerte agarrada a los troncos podridos de las palmeras veo ahora cruzar los veleros.

 

Palmeras en ventolera

 

Gracias a los dátiles

azúcares volátiles  
del mediodía.

Gracias a la sed,

al fervor, a las arrugas,
al silencio de la noche,
a la danza sedosa
de espesura.

Gracias a lo que vuela,

nace y muere,
a las palmeras como alas
que el viento balancea,
a los reflejos huracanados
que rompen el olvido,
envueltos en lluvia
y en locura complacido.

 

PRJP. N. º18 En garnacha en el día que se retorcían las palmeras

  

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


martes, 22 de abril de 2025 in

! Despierta Grávalos despierta ¡

 




Grávalos se hace oración,

recogimiento y fervor,

sintiendo con sufrimiento

muchas palabras de amor

y rezos de sentimiento.

Grávalos es cofradía,

por supuesto Humilladero,

lleva música celestial

y azahar primaveral.

 

Parece que fue ayer, y han pasado tantos años, cuando me asomaba, tembloroso, a esa celosía de la puerta de madera de su ermita para darle los buenos días o las buenas tarde-noches, que cualquier hora era buena para saludarla, El tiempo en su discurrir, mi tiempo, se ha acelerado tanto que, en la distancia, no he dejado de mirarla hasta ahora, convenientemente, a sus ojos.

De la misma manera que el protagonista de “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez aferraba el recuerdo de su amada en los ríos y montañas de Macondo, yo ato la memoria de mi madre en nuestra Virgen y Señora del Humilladero, Virgen que me revive y me mata, antídoto de mis penas y el veneno que me embriaga. 

Yo disfruto de este día viviendo el festivo sueño de mi pueblo, y el de nuestros antepasados. Y si lo pensáis un poco, vosotros también lo hacéis, al igual que nuestros hijos, nietos y bisnietos vivirán los nuestros en el futuro. Y será con ese cierzo que sopla, con ese aire altanero que no desea dejar de empujar aun no siendo invierno, pero vestido con ese atavío de eterna primavera recortando tu silueta de mujer.

 

! Despierta Grávalos despierta ¡

 

! Despierta, Grávalos, despierta,

es tu día, Humilladero ¡

Mira Madre que yo quiero

morirme de trabador

que larga ha sido la espera

para ocupar el varal,

cuantos días han pasado

de mi ilusión infantil

agarrado a tu cendal.

Mi pueblo está en el despertar

de tenaz y larga espera,

 renace la primavera

con flores de mil jazmines

 y fragancias de azahar.

El incienso profundiza mis adentros,

el cielo y mar se afanan en disfrutar,

despiertan en fin las cofrades,

siervas se llaman allí,

despierta la noche, el día,

la ermita, todas las calles,

 hasta el silencio del valle.

 ¡ Despierta, Grávalos, despierta,

es tu día, Humilladero ¡

Con apremio y con empeño,

abre tus cinco sentidos

y revive ese gran sueño

de esta semilla cofrade

que realza sentimientos.

 De Humilladero vive la calle,

de una madre acongojada,

con el Cristo que agoniza

de un Cristo que se le muere

y de un Cristo que Resucita.

! Despierta, Grávalos, despierta,

es tu día, Humilladero ¡

Que a tus hijos tú vigilas,

con su presencia, enardeces,

acariciándote, se emocionan

con tu mudez, estremeces

con tu olor nos apasionas

y con tu atracción enamoras.

! Despierta, Grávalos, despierta,

es tu día, Humilladero ¡

Ya repica el campanillo,

repican grandes campanas,

que, gozosa, La Antigua aguarda,

festiva y con alegría,

la apertura de sus puertas

y que entre la Cofradía.

! Despierta, Grávalos, despierta,

es tu día, Humilladero ¡

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


domingo, 13 de abril de 2025 in

Ramos del Domingo

 





 Ramos del Domingo

3

Miro mis manos y pienso con ojos de recuerdo. “Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos”. Recuerdo a este viejo domingo de palmas y campanas y veo que aquel prodigio se opera nuevamente. Con las manos el tiempo detengo todo un día. No hay agua que no pueda apresar con las manos, y se escape corriendo hacia el mar y la arena, y fluya entre mis dedos como arroyo impotente. Pues son los cuatro zancos del tiempo los que bajan, cuando suena un martillo que detiene la mañana, igual que esta mañana tan nueva y tan antigua dejó los dos costeros del reloj de la torre bien pegados a tierra con su campanerío.

 


Domingo de palmas

 

 Domingo de las palmas

lo llama mucha gente.

Los viejos calendarios

en rojo lo señalan.

Y para mí las palmas

no son estas triunfales

que con ramas de olivos

reciben borriquitas,

en un largo evangelio

que la Pasión relata.

 

Las palmas del domingo

son las dos de mis manos.

Domingo de las manos

intactas del que estrena

con esta primavera

el tiempo que retorna.

 

Me fijo en las manos

y todo es como entonces.

La mano de ese niño

que pide un caramelo.

La mano de aquel otro

que en su velón de cera

va inventando hemisferios

como imagen del mundo.

 

La mano de ese péndulo

oscilante del gozo,

el que hace tan exacto

el olor del incienso.

 

Mano de un penitente

que un rosario desgrana

en el barniz sin fecha

de una cruz de madera.

 

La mano de mi madre

siempre vuelve este día

para tenerla al lado.

 

Yo sé que esta mañana,

cuando suenen tambores,

le cogeré la mano

a mi novia de siempre,

otra vez dos muchachos

estrenando la vida.

Todo es siempre lo mismo,

sin reloj ni almanaque

en busca de emociones.

 

PRJP. N.º 51. En recuerdo, y desde Garnacha, de aquellos Domingos de Ramos

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 5 de abril de 2025 in

NIEVE

 




Cuando días atrás nos ha estado azotando la borrasca Nuria y anteriormente lo hicieron Laurence y Martinho, y al tener que estar recogido bajo las cristaleras de Garnacha, he sido consciente de que a lo largo de mi vida he ido experimentando situaciones que marcaron mi existencia. Hechos, datos o motivos que voy guardando sin darme cuenta en mi mente, pero que de vez en cuando salen a la luz a través de mis pensamientos. Cuando esto ocurre, evoco a la memoria, esa facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado. Recuerdos que se hacen o avisos que se da de algo que he pasado. Pueden ser infinidad de cosas de mi alrededor o situaciones que me hacen recordar, por ejemplo, un olor, un ruido, una casa, un lugar, un paisaje o una estación del año o, como está sucediendo ahora, los últimos coletazos de aquellos inviernos cuando era un crío.

 “Por el paisaje gris de mi memoria, cruzan arrieros sin retorno, pastores y alfareros olvidados, bardos ahogados en el miedo lacustre de sus propias leyendas. Solo estoy, en esta noche última, coronado de cierzo y flores muertas. Solo estoy, en esta noche última, como un toro de nieve que brama a las estrellas.” (Julio Llamazares; Memoria de la nieve)

NIEVE

Aun siendo primavera

te acercas silenciosa

y muy pronto huirás,

en silencio también,

dando oído y

después de provocar

ese primer susurro

del riacho que nace de tu muerte.

No hace falta gritar

para estar o para ser,

para hacer el mundo más hermoso

ni para entregar a los campos

la bendición del agua:

mensaje en blanco nivoso.

 

PRJP. N.º 50. En Garnacha ante los últimos copos del invierno en las tierras altas moratalleras y los primeros soles de la primavera 2025

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 29 de marzo de 2025 in

Paseo primaveral

 





En los montes del Tapiado

cuchichia la perdiz,
libre de todo.

Paseo primaveral

 

Hoy ando en mi paseo por las costeras de los secarrales mediterráneos, que en este primaveral día no son tanto, y no hago otra cosa que pensar y recordar campos lejanos mirando, cuando contemplo, cómo los campos, huertos y sedientas tierras de aquí

empiezan a manifestarse, y es que ya han llegado los abejarucos, y las golondrinas se están aposentando en los aleros del menorquino tejado cuando ya ha despuntado el primer azahar y la primera flor del membrillo. Ya soy consciente de que es primavera, han brotado las hierbas ignoradas, esas que piso en los paseos verdes de los atajos: los nazarenos, las lechetreznas, los zapaticos del Señor o de Dios, que en mi pueblo los dos tienen validez; los jaramagos y en los caminos de las sierras, las peonías, esas amapolas recién aparecidas, luminosas, esplendentes, erguidas, coquetas, rozagantes, en las que el cielo blanco níveo de los cúmulos pinta la ubérrima patria de marzo y las próximas de abril y mayo. 

Quizá las lluvias torrenciales de este invierno, con riadas, muertes y ruina, han retrasado los milagros de las cosas del campo, sobre todo en el norte. Aquí también ha llovido, y lo ha hecho con mucha educación, silencioso y por las noches. Transitando fantaseo con esos picachos de las tierras altas, cubiertos con la blancura de nueva nieve, y en sus faldas, en los inmensos valles, me ilusiono con los frutales en flor, las viñas a punto de echar la hoja después de sus lloriqueos y los castaños milenarios más dispuestos que nunca a la exhibición Porque los castaños son los árboles más dados a mostrarse, que para eso llevan siglos desnudándose o vistiéndose, amparando al jabalí, restantes alimañas y al lobo. Lo contrario que los hayedos, que han perdido a sus urogallos, y apenas quedan unas pocas parejas en sus bosques. Y las encinas, oh las encinas, manchas negras villarroyanas, lloradas de oro que, como narra José Antonio Muñoz Rojas: cuando éstas florecen hay que temblar. Se anuda la delicia en la garganta. Y de pronto hay un estremecimiento, y el árbol comienza a vestirse llovido de belleza. Las encinas no se conocen a sí mismas cuando llega el florecimiento. Están tan enamoradas que, casi componen una figura patética en el paisaje”. Y claro, el milagro de ese manzano joven, aún sin hoja, sí ese, el de la Fuentezuela, que pronto se ha puesto a dar flor, y que parece un candelabro de flores, y que me ha detenido hoy largo rato en mi paseo haciendo que me pregunte cómo es posible tanta hermosura en tan poco lugar. ¡Vale y buen sábado!

 ¡Oh barranco de mi pueblo!

 

Baja desbocado el barranco

¡oh barranco del Sotillo!

queriendo jugar a ser río,

quebrada añorando al mar,

riacho aprendiz de río,

siendo caudal insolente

royo vistes en desafío

hasta dar escalofríos.

¡oh barranco del Sotillo!

“¡Pobrecito río,

donde solamente botan

sus barquitas los chiquillos!”

Barquitos de juncos hechos,

rico en plantas de plantío,

pero de agua menguado

al convertirte en sequío.


¡Oh barranco de mi pueblo,

oh barranco del Sotillo!

 

PRJP. N.º 34. En Garnacha y en el día de la POESÍA.


Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.






viernes, 21 de marzo de 2025 in

A resguardo del chiringuito

 



A resguardo del chiringuito

 

¡Por Dios, que llueva!

Que llueva, hasta que el campo

tenga que poner a secar

al sol sus ropas de cama.

¡Por Dios, que llueva!

una lluvia floja,

una lluvia triste,

una lluvia que llora.

¡Por Dios, que llueva!

Yo he visto, por estas tierras playeras y sentado en el BLUE TROCADERO, allí en la playa Castillicos, a gente que se refugia cuando aprieta la tormenta en la taberna o el cubierto del chiringuito. Del tiempo que dure el chaparrón depende el punto de alegría con el que llegarán a casa. Si jarrea de forma continua, Sergio, pon otra pinta, que no veas la que está cayendo. Si para de repente, Paco, cóbrate, que voy con prisa. Y es que aquí las alcantarillas expulsan agua, no se la beben. Y los alcorques son hermosos aljibes murcianos cuando llueve tres días seguidos.

Me estremece cuando diluvia por estas tierras mediterráneas, con Dana o sin ella. Tanto me atormenta que, muchas veces, he llegado a interrogarme: ¿A qué cerro me subiría, si descargara tanto? A ninguno, por aquí no los hay. ¿A la torre de la iglesia, quizá? Tampoco, quedan muy lejos. ¿A las azoteas más altas? De ninguna de las maneras, no, están a ras del suelo ¿A un poste de la luz? No los hay, hace tiempo los eliminaron ¿A las palmeras más altas de la vera del paseo? No podría; otros habrían llegado antes que yo. Ya lo tengo, me agarraría al letrero luminoso que anuncia el BLUE TROCADERO después de que se hubiesen fundido los plomos y desaparecido la corriente y quizás para entonces ya lo hubiera arrastrado hacia el Mar Menor el torrente.

 Y acabo y junto a un gélido verdejo: ¡Claro que aquí no saben vivir con lluvia! Y a mucha honra. El murciano, cartagenero, sampedrino o javiereño pierde tres paraguas al año o más, uno por cada día que llueve, porque siempre sale de su casa a pelo y se tiene que meter en un bazar, chino por supuesto, a llevarse uno de urgencia que luego, cuando se va del sitio aprovechando la clarita, se deja olvidado. Aquí los paraguas son de usar y tirar. Y como me dice un lugareño sentado a mi lado “donde quiera que haya agua se podrá trillar”.

Aquí quedo dejándola caer, mirándola como corre y sintiendo como empapa todo. Vale.

 

¡Oh, Mar Menor,

oh, chiringuito!

Ya volveremos,

mi lluvia y yo a tu orilla.

Mar, viejo amigo...

Ya volveremos.

Cuando otra vez mi silueta

haya su luz perdido…

¡Oh, Mar Menor

oh, chiringuito!

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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