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domingo, 13 de abril de 2025 in

Ramos del Domingo

 





 Ramos del Domingo

3

Miro mis manos y pienso con ojos de recuerdo. “Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos”. Recuerdo a este viejo domingo de palmas y campanas y veo que aquel prodigio se opera nuevamente. Con las manos el tiempo detengo todo un día. No hay agua que no pueda apresar con las manos, y se escape corriendo hacia el mar y la arena, y fluya entre mis dedos como arroyo impotente. Pues son los cuatro zancos del tiempo los que bajan, cuando suena un martillo que detiene la mañana, igual que esta mañana tan nueva y tan antigua dejó los dos costeros del reloj de la torre bien pegados a tierra con su campanerío.

 


Domingo de palmas

 

 Domingo de las palmas

lo llama mucha gente.

Los viejos calendarios

en rojo lo señalan.

Y para mí las palmas

no son estas triunfales

que con ramas de olivos

reciben borriquitas,

en un largo evangelio

que la Pasión relata.

 

Las palmas del domingo

son las dos de mis manos.

Domingo de las manos

intactas del que estrena

con esta primavera

el tiempo que retorna.

 

Me fijo en las manos

y todo es como entonces.

La mano de ese niño

que pide un caramelo.

La mano de aquel otro

que en su velón de cera

va inventando hemisferios

como imagen del mundo.

 

La mano de ese péndulo

oscilante del gozo,

el que hace tan exacto

el olor del incienso.

 

Mano de un penitente

que un rosario desgrana

en el barniz sin fecha

de una cruz de madera.

 

La mano de mi madre

siempre vuelve este día

para tenerla al lado.

 

Yo sé que esta mañana,

cuando suenen tambores,

le cogeré la mano

a mi novia de siempre,

otra vez dos muchachos

estrenando la vida.

Todo es siempre lo mismo,

sin reloj ni almanaque

en busca de emociones.

 

PRJP. N.º 51. En recuerdo, y desde Garnacha, de aquellos Domingos de Ramos

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 5 de abril de 2025 in

NIEVE

 




Cuando días atrás nos ha estado azotando la borrasca Nuria y anteriormente lo hicieron Laurence y Martinho, y al tener que estar recogido bajo las cristaleras de Garnacha, he sido consciente de que a lo largo de mi vida he ido experimentando situaciones que marcaron mi existencia. Hechos, datos o motivos que voy guardando sin darme cuenta en mi mente, pero que de vez en cuando salen a la luz a través de mis pensamientos. Cuando esto ocurre, evoco a la memoria, esa facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado. Recuerdos que se hacen o avisos que se da de algo que he pasado. Pueden ser infinidad de cosas de mi alrededor o situaciones que me hacen recordar, por ejemplo, un olor, un ruido, una casa, un lugar, un paisaje o una estación del año o, como está sucediendo ahora, los últimos coletazos de aquellos inviernos cuando era un crío.

 “Por el paisaje gris de mi memoria, cruzan arrieros sin retorno, pastores y alfareros olvidados, bardos ahogados en el miedo lacustre de sus propias leyendas. Solo estoy, en esta noche última, coronado de cierzo y flores muertas. Solo estoy, en esta noche última, como un toro de nieve que brama a las estrellas.” (Julio Llamazares; Memoria de la nieve)

NIEVE

Aun siendo primavera

te acercas silenciosa

y muy pronto huirás,

en silencio también,

dando oído y

después de provocar

ese primer susurro

del riacho que nace de tu muerte.

No hace falta gritar

para estar o para ser,

para hacer el mundo más hermoso

ni para entregar a los campos

la bendición del agua:

mensaje en blanco nivoso.

 

PRJP. N.º 50. En Garnacha ante los últimos copos del invierno en las tierras altas moratalleras y los primeros soles de la primavera 2025

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 29 de marzo de 2025 in

Paseo primaveral

 





En los montes del Tapiado

cuchichia la perdiz,
libre de todo.

Paseo primaveral

 

Hoy ando en mi paseo por las costeras de los secarrales mediterráneos, que en este primaveral día no son tanto, y no hago otra cosa que pensar y recordar campos lejanos mirando, cuando contemplo, cómo los campos, huertos y sedientas tierras de aquí

empiezan a manifestarse, y es que ya han llegado los abejarucos, y las golondrinas se están aposentando en los aleros del menorquino tejado cuando ya ha despuntado el primer azahar y la primera flor del membrillo. Ya soy consciente de que es primavera, han brotado las hierbas ignoradas, esas que piso en los paseos verdes de los atajos: los nazarenos, las lechetreznas, los zapaticos del Señor o de Dios, que en mi pueblo los dos tienen validez; los jaramagos y en los caminos de las sierras, las peonías, esas amapolas recién aparecidas, luminosas, esplendentes, erguidas, coquetas, rozagantes, en las que el cielo blanco níveo de los cúmulos pinta la ubérrima patria de marzo y las próximas de abril y mayo. 

Quizá las lluvias torrenciales de este invierno, con riadas, muertes y ruina, han retrasado los milagros de las cosas del campo, sobre todo en el norte. Aquí también ha llovido, y lo ha hecho con mucha educación, silencioso y por las noches. Transitando fantaseo con esos picachos de las tierras altas, cubiertos con la blancura de nueva nieve, y en sus faldas, en los inmensos valles, me ilusiono con los frutales en flor, las viñas a punto de echar la hoja después de sus lloriqueos y los castaños milenarios más dispuestos que nunca a la exhibición Porque los castaños son los árboles más dados a mostrarse, que para eso llevan siglos desnudándose o vistiéndose, amparando al jabalí, restantes alimañas y al lobo. Lo contrario que los hayedos, que han perdido a sus urogallos, y apenas quedan unas pocas parejas en sus bosques. Y las encinas, oh las encinas, manchas negras villarroyanas, lloradas de oro que, como narra José Antonio Muñoz Rojas: cuando éstas florecen hay que temblar. Se anuda la delicia en la garganta. Y de pronto hay un estremecimiento, y el árbol comienza a vestirse llovido de belleza. Las encinas no se conocen a sí mismas cuando llega el florecimiento. Están tan enamoradas que, casi componen una figura patética en el paisaje”. Y claro, el milagro de ese manzano joven, aún sin hoja, sí ese, el de la Fuentezuela, que pronto se ha puesto a dar flor, y que parece un candelabro de flores, y que me ha detenido hoy largo rato en mi paseo haciendo que me pregunte cómo es posible tanta hermosura en tan poco lugar. ¡Vale y buen sábado!

 ¡Oh barranco de mi pueblo!

 

Baja desbocado el barranco

¡oh barranco del Sotillo!

queriendo jugar a ser río,

quebrada añorando al mar,

riacho aprendiz de río,

siendo caudal insolente

royo vistes en desafío

hasta dar escalofríos.

¡oh barranco del Sotillo!

“¡Pobrecito río,

donde solamente botan

sus barquitas los chiquillos!”

Barquitos de juncos hechos,

rico en plantas de plantío,

pero de agua menguado

al convertirte en sequío.


¡Oh barranco de mi pueblo,

oh barranco del Sotillo!

 

PRJP. N.º 34. En Garnacha y en el día de la POESÍA.


Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.






viernes, 21 de marzo de 2025 in

A resguardo del chiringuito

 



A resguardo del chiringuito

 

¡Por Dios, que llueva!

Que llueva, hasta que el campo

tenga que poner a secar

al sol sus ropas de cama.

¡Por Dios, que llueva!

una lluvia floja,

una lluvia triste,

una lluvia que llora.

¡Por Dios, que llueva!

Yo he visto, por estas tierras playeras y sentado en el BLUE TROCADERO, allí en la playa Castillicos, a gente que se refugia cuando aprieta la tormenta en la taberna o el cubierto del chiringuito. Del tiempo que dure el chaparrón depende el punto de alegría con el que llegarán a casa. Si jarrea de forma continua, Sergio, pon otra pinta, que no veas la que está cayendo. Si para de repente, Paco, cóbrate, que voy con prisa. Y es que aquí las alcantarillas expulsan agua, no se la beben. Y los alcorques son hermosos aljibes murcianos cuando llueve tres días seguidos.

Me estremece cuando diluvia por estas tierras mediterráneas, con Dana o sin ella. Tanto me atormenta que, muchas veces, he llegado a interrogarme: ¿A qué cerro me subiría, si descargara tanto? A ninguno, por aquí no los hay. ¿A la torre de la iglesia, quizá? Tampoco, quedan muy lejos. ¿A las azoteas más altas? De ninguna de las maneras, no, están a ras del suelo ¿A un poste de la luz? No los hay, hace tiempo los eliminaron ¿A las palmeras más altas de la vera del paseo? No podría; otros habrían llegado antes que yo. Ya lo tengo, me agarraría al letrero luminoso que anuncia el BLUE TROCADERO después de que se hubiesen fundido los plomos y desaparecido la corriente y quizás para entonces ya lo hubiera arrastrado hacia el Mar Menor el torrente.

 Y acabo y junto a un gélido verdejo: ¡Claro que aquí no saben vivir con lluvia! Y a mucha honra. El murciano, cartagenero, sampedrino o javiereño pierde tres paraguas al año o más, uno por cada día que llueve, porque siempre sale de su casa a pelo y se tiene que meter en un bazar, chino por supuesto, a llevarse uno de urgencia que luego, cuando se va del sitio aprovechando la clarita, se deja olvidado. Aquí los paraguas son de usar y tirar. Y como me dice un lugareño sentado a mi lado “donde quiera que haya agua se podrá trillar”.

Aquí quedo dejándola caer, mirándola como corre y sintiendo como empapa todo. Vale.

 

¡Oh, Mar Menor,

oh, chiringuito!

Ya volveremos,

mi lluvia y yo a tu orilla.

Mar, viejo amigo...

Ya volveremos.

Cuando otra vez mi silueta

haya su luz perdido…

¡Oh, Mar Menor

oh, chiringuito!

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.

 

viernes, 14 de marzo de 2025 in ,

MAR MENOR

 




Contemplo hoy a este mar, mi Mar Menor, como un conjunto de minúsculas olas sucesivas, borreguitos los llaman los marineros, que fluyen una detrás de otra. Mis días y mis horas baten mi espíritu llevando en su seno un placer o un dolor determinado que siempre acaba por pasar de largo, aunque se muestren como pequeñas olas, olas del mar, olas de viento pequeñas e inestables. Hoy contemplo cada borreguito como un pequeño cabrilleo que hace frente a esas olas muy tendidas que apenas mojan mis pies y que me conducirán con sumo placer a dormir esta noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado de sol pero no vencido.

Sentado en la orilla de la playa de Castillicos y junto al chiringuito Blue Trocadero, en un día de este mes de marzo, reviso desde mi vivencia y la creación poética los espacios fotográficos que Sorolla bien hubiera podido habitar y trasladar a sus lienzos como lo hizo con los espacios mediterráneos y que ofrecerían una amplia visión de la vida en torno al Mar Menor en estos días del comienzo primaveral. Ambos, fotografía y poesía confluyen en una misma visión naturalista que da como resultado una experiencia expositiva en la que se ofrece una nueva visión, mi visión, a través de relato versificado y fotografiado de mi experiencia.

La Medusa Paca desea reconstruir en este relato su propia memoria en torno al mar, otorgar voz a la vida que subyace en la iconografía universal de la laguna marmenorense y, al mismo tiempo, reflexionar sobre la estética luminista de este espacio sublime contemplado a las puertas de la primavera.


 MAR MENOR

Cuánta luz en este amanecer,

cuánta en ese sol naciente,

Mar Menor.

Esa es tu luz eterna,

esa tu luz es antigua

y a la vez, también, reciente,

Mar Menor

¡Cuánta luz en esas encañizadas,

cuánta en los ojos que miran,

cuánta luz en las sonrisas

y cuánta en esa piel tostada!

Mar Menor

Esa luz me deslumbra,

esa luz nos anima,

me conforta y protege,

Mar Menor

De tu luz muchos viven,

al ser fuente de vida,

de vida permanente,

Mar Menor

A tu luz acudimos,

en pleno mediodía;

a tu luz sonriente,

Mar Menor

 

PRJP N.º 1. En Santiago de La Ribera un 14 de marzo cuando el sol más lucía.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


jueves, 6 de marzo de 2025 in

DIAS DE LLUVIA EN GARNACHA

 



DIAS DE LLUVIA EN GARNACHA

“Cada uno de nosotros
toma impulso en un símbolo,
para poder vivir, para poder razonar.” (Pier Paolo Pasolini)

 

Son días de mesa camilla, música y lectura. Agua viene y mucha, pero de momento despacito. Aquí estoy y aquí me hallo. Creo en todo lo que rodea a lo rural, en la sorpresa de la vida de callejeo, en el susto de esquina, en el pueblo como religión ya que de él vengo. Lo rural como género literario, sí, con sus ninfas fumadas, sus visitantes despistados, sus sufridos y románticos pescadores y sus mujeres apócrifas.

Aquí sigo en la Curva y en el paseo junto al chiringuito Trocadero Blue, que hoy esta trancado, que es el paseo que da la crónica resuelta a todo paseante. Aquí me hallo, desgranando memorias, poniendo acentuación, casi con pudor, a algún texto de “Un ser de lejanías”, y como un cantaor, rasgando su voz, prestandole fama de metal herido al tango “Como el agua” de Camarón de la isla.

Es una mañana de mesa camilla, música y lectura. Es una mañana en la que también llueve, como ayer y como los de la Amed anuncian lo hará mañana y todo el próximo fin de semana. Releo a Camilo José Cela en sus Páginas de geografía errabunda, a La santa compaña de Lorenzo G. Acebedo y a Julio llamazares en Distintas formas de mirar el agua y a más notables que esperan en la estantería del mismísimo porche del salón de Garnacha, donde aparejo esta mañana emotiva, sincera, y felizmente musical. A mi lado tengo la tableta, mi tableta, sóla como un candil, sofisticada como una vértebra, muda como sólo enmudecen los pianos, con toda la música de la escritura parada hacia dentro.

Quedo contemplando la quietud del Mar Menor que, aunque llueve, todavía, afortunadamente, no ha cambiado de color. Espero no lo haga. Estoy en mi contemplación a resguardo del Blue Trocadero, que es un lugar molón, y con el paso del tiempo, a nada que se esmere Sergio con la ayuda de Paco llegará a ser mitológico e infalible donde los errantes diversos harán la mayor acampada de terraza de sus sueños ribereños. Ahora mismo no hay terraza global sino mesas y sillas recogidas, ordenadas y no amontonadas, porque se viene metiendo el Levante y a ratos el Lebeche y hay mucha lluvia, viento y frío en el paraje. No olviden que, aposentados en el asiento columpio que cuelga de una de las columnas y cuando en su fachada dé el sol del amanecer, sucederá una de las postales clásicas e inolvidables de la costa marmenorense en la playa de los Castillicos.

Por ahí mismo, cuando el chiringuito abra permanentemente porque el sol apriete en su momento, el Blue Trocadero puede llegar a ser conocido entre la bohemia como el parnasillo y los poetas desportillados que frecuenten esta botillería playera darán paso a las valquirias del turisteo de todos los países, valquirias que hoy no animan su terraza ni las arenas de la playa ni sus aledaños, donde las murcianicas guapas y los flamencos de alterne se acercarán a ver si pescan lío o romance. Vale.

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 22 de febrero de 2025 in

¡Almendro gravaleño!

 


 


 Entre enero y febrero, coincidiendo con la floración de los almendros, el paisaje de las tierras de Grávalos adquieren una belleza espectacular. Los almendros en flor, con sus variadas tonalidades, tienen un atractivo especial para fotógrafos, pintores y para todos los amantes de la naturaleza.

Es un árbol valiente, el almendro, se arriesga a las heladas antes que a la sequía del estío.

Y me pregunto, ¿de dónde esa fascinación tan fuerte que, año tras año, me empuja a la soledad de los campos, hasta arrojarme -literalmente- en los brazos de los almendros en flor? ¿Qué es lo que me comunica ese árbol en su efímera floración, que tanto poder tiene sobre mi espíritu inquieto, sobre mi palabra sedienta de belleza? Lo que me seduce, amén del contraste entre su tronco gris y rugoso con la cristalina transparencia de sus profusas rosas es, sin duda alguna, el mensaje de desprotección con que hermosura tanta se ofrece a mi mirada atónita. Me recuerda y me hace meditar sobre el misterio del ser. Me siento perdidamente hermano de su generoso florecer, ofrecido sin resistencia a los rigores e inclemencias del tiempo, pero sabiendo que, aceptar florecer para morir, es la sabiduría máxima que cabe en corazón de criatura. Así me ayudaba a comprenderlo la palabra del filósofo, empapada ella misma de poesía:

 

¡Almendro gravaleño!

 

Vendrá, ya verás, la primavera

con alas de aleluyas de libélulas.

con espigas sedientas de trigales

y esperas delicadísimas

de increíbles almendrales.

¡Almendro gravaleño!

Mi corazón alegras
con tu flor, tan minúscula,

y tu silencio.
¡Cómo llenas las horas del ocaso
de mi pasar saciado!

Almendro de la gracia sorprendida,
regalo de los inviernos;
almendro que haces vinculo esta mañana
entre mi alma y lo eterno.

¡Almendro gravaleño!

 

PRJP. N.º 26. En Garnacha y cuando florecen los almendros.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


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