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lunes, 27 de octubre de 2025

 



“Señor, ya es tiempo. Grande ha sido el verano.

Tiende tu sombra sobre los relojes
de sol, y desata los vientos por el campo.
Haz madurar las frutas más tardías,
dales dos días más de sur,
fuérzales a acabar, y echa
el último dulzor al vino recio.” (Rainer María Rilke)

 

PLAYA CASTILLICOS

 

Octubre dichoso.
Playa Castillicos.

 

El mar, apacible.
La marea, baja.
Ahíto el mirador,
llenas las terrazas.
Granas arenales.
Gaviotas que pasan.

Niños se entretienen.
Desde el mar se acercan
ovejitas blancas,
que algunos bañistas
audaces las saltan.
La Manga, a lo lejos.
salinas cercanas.
Tostados bañistas
que nadan y andan.
El mar, enigmático,
como siempre, calla,
pero su belleza
se adentra en mi alma.

 

Octubre dichoso.
Playa Castillicos.

 

PRJP. N. º107 Sentado en la orilla del Mar Menor, en Santiago de la Ribera, bajo un sol de verano, siendo finales de octubre, frente a la playa de Castillicos.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


lunes, 20 de octubre de 2025 in

PASEO DE OTOÑO

 

 


“Esparce octubre, al blando movimiento

del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.” (Otoño; Juan Ramón Jimenez)

 PASEO DE OTOÑO

Esta mañana me fui a pasear por las salinas y pinares circundantes, llenos de hojas caídas y de salinas rosáceas. Mi pelo es blanco desde esos años anteriores a la pandemia y mi piel colorea con su bronce ya gastado, pero el empaque todavía es intacto. Paseo a paso de procesión por Villananitos, entre el Mar Menor, charcas de lodos y sal y entre molinos. Entre el sol y sombra de los árboles tarayes y el otoño. Y, en mi memoria, sigue vigente la realidad que me divierte o atormenta, me distrae o me preocupa acercándome a las cosas como si no hubiera pasado el tiempo y así ha sucedido esta mañana, de la manera más fiel a mí mismo, y a la leyenda hecha de silencios. en este OTOÑO:

 

Lo que antes era una fiesta

hoy es rutina;

lo que antes era especial

hoy es costumbre.

El dolor ya no lo enfrento:

lo dosifico.

Me enseñaron que estar tranquilo

es mejor que estar vivo;

que lo importante no es sentir,

sino funcionar.

El mundo no quiere valientes:

quiere dóciles.

Y así camino,

sonriendo en los ascensores,

bostezando en las reuniones,

contando los minutos

hasta el próximo rular de calma.

El insomnio es la nueva peste

y el psiquiatra, el nuevo confesor.

Me recetan silencio y lo llamo bienestar.

El consumo no descansa.

Me venden píldoras con sabor a domingo,

cápsulas con aroma a playa desierta

y anochecer dorado.

La felicidad no la fabrico:

la dispenso.

Bebo para celebrar:

y no bebo para olvidar,

brindándolo con ustedes.

¡Que alegría!

 

PRJP. N.º. 108. Hoy 20 de octubre de 2025, junto al Mar Menor, en un día grandioso de veroño



Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.



lunes, 13 de octubre de 2025 in

Esos otros septiembres

 



Esos otros septiembres

 

El azul palidece hacia lo blanco.

El rojo halla en lo negro
su redobla ausencia.

El amarillo
desciende todas las escalas
hasta entrar en lo gris.

Pájaro largo del otoño acuérdate
de mí,
y de este canto,
cuando estés en tu reino. (José Ángel Valente)

 No sigas, no sigas, amigo, que lo que me estás diciendo me suena tanto que parece que me hubieses robado la copla. Te recuerdo aquellos versos de Whitman, otras veces citados y otras veces con razón: “…Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, / porque lo que yo tengo lo tienes tú.” Y si no lo tienes todo, más o menos. Si en la infancia nos juntábamos niños de seis a doce años y pasábamos todos por ser de la misma tanda, esta edad nuestra es la misma, porque estamos juntos en otra tanda, una tanda que entonces creíamos que jamás podría llegar, porque pensar entonces en que llegarían estos días era, más o menos, pensar al alba de mediados de junio que la noche acabaría llegando.

Qué distinto este septiembre, ya pasado, de aquellos que se nos venían oliendo al hule de la carpeta escolar, a tinta, a cuaderno nuevo, a pizarra con su pizarrín de manteca y un trapillo colgado de ella para limpiarla, a la goma de borrar, al queso americano, aquel olor amarillo de los días de la necesidad, cuando aquellos condiscípulos, preferidos del maestro, se pasaban media mañana remando en una caldera, luchando con el espeso oleaje de la leche en polvo en el cuarto contiguo al aula de las escuelas nuevas. En aquellos septiembres, la preocupación era forrar libros y rellenar con nuestro nombre, en la portada, aquel cuaderno que traía escrito un “para uso de…” que yo no entendí hasta muy tarde. Preocupación de pizarra y pizarrín, de la música y la letra de la tabla de multiplicar, de salir de la escuela como de una cárcel y correr al juego, corretear bien por las calles, bien al campo, que no era otro que las afueras del pueblo. Si en la calle, libertad con puntos seguidos de carros, carretas, galeras, remolques, mulos o algún coche; si en el campo, libres en aquella luz que maduraba como una fruta transparente envuelta en un olor a madurez absoluta, que si las cañaveras, que si el rastrojo que aprovechaban cabras y bestias, que si las veras del barranco, que si el ramoneo, allá en el tapiado, que siempre olieron a frescura y monte. Y ya ves estos septiembres: que si tengo que ir al médico a ver si me cambia las pastillas, que no mejoro; que si no sé dónde me he dado un golpe (en ningún sitio, es la edad) que me duele este codo; que a ver cómo me las avío para limpiar los canalones, antes de que llueva fuerte; que si tengo que cambiarle el aceite al coche; que si me voy a comprar un bastón porque he probado uno este año en las vacaciones y hay que ver lo cómodo que se camina con un bastón… y no porque me haga falta. Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti…Algo para la artrosis, y para el colesterol, y para los ardores, y para dormir, que no duermo muy bien… Y voy a cambiar las gafas, que con estas no veo bien, será que son viejas, no son las gafas, soy yo. Ay, septiembre…Vale.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 4 de octubre de 2025 in

MOSTO

 





 “La cardencha despuebla la llanura

en soledad de soles convocados.
Los vuelos por su altura.

Los muertos y los trigos derribados.” (Eladio Cabañero)

 Se fue el verano de 2025, se nos ha ido por el desagüe y ya está aquí el veroño, acrónimo de días soleados y tiempo seco y néctar de vendimia. Dejo que discurra suavemente aún sobre el sombrero de paja. Un libro, una hamaca, una buena sombra, una brisa agradable, los amigos y el mar. Podría añadir una limonada natural con hielo, no estoy para otras bebidas, y hierbabuena con sólo alargar la mano y, también, mosto. Pienso en el mosto y, después, “bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.” Excelente Rioja por supuesto. Id al campo, marchad a los viñedos, preguntadle a alguien de la tierra qué son. Y disfrutadlos, que los de este otoño son una locura.

 

Mosto

 

Ya todo está en sazón. el mosto hecho,

derramando ambrosía, raíz al suelo,

 profunda nervadura,

que tiende entre zarcillos

su fruto al cielo,

garnacha cierta, en ti, de su cosecha.

Cómo creces, ¡oh uva y qué dulzura!

Todo es hoy en tu cepa un solo anhelo

de vivir y vivir, color de terciopelo,

erguida en vertical, como la flecha

que se lanza al subsuelo.

tan erguida qué efluvios

desprendes con destreza

al pisarla sonriente y florecida.

Me remueve tu aroma. Por ella siento

que el pámpano combado se endereza

y el fruto de la vid sazona el viento.

 

PRJP. N.º 87 En recuerdo de algún día de vendimia y de bodega.

 

PD. BRINDIS.

 

Hoy levanto una copa de buen vino

a la salud de los que nunca temen,

brindo por aquel polvo del camino

que estoy casi seguro que le beben.

Brindo con una copa de buen vino

por los que se desvivieron por la vida

y por los que sin pan hicieron vino,

para encontrar un punto de partida.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 27 de septiembre de 2025 in

AROMATICO PASEO

 




AROMATICO PASEO

“Huele a sangre mezclada con espliego,

Venida entre un olor de resplandores.

A sangre huelen las quemadas flores

Y a súbito ciprés de sangre el fuego.” (Rafael Alberti)

 

Estaban al borde de un ribazo y de un enorme charquetal. Eran unos hilillos perfumados, muy jóvenes, el tronco fino, hilazas violáceas, erguidas sobre el fondo pálido del cielo, y unas hojas diminutas, verdes, apuntando, revolando en las ramas delgadas. El aire y la luz del paisaje realzaban aún más con su serena belleza la de aquellos conjuntos de múltiples filamentos.

Me acerqué a verlos. Me senté frente a ellos, cara al sol en la frescura de la mañana, y mientras los contemplaba, poco a poco sentía cómo iba invadiéndome una especie de beatitud. Todo en derredor de ellos quedaba teñido, como si el paisaje fuera un pensamiento de una tranquila hermosura clásica: el charcal donde se erguían, las peñas al fondo, la llanura que desde allí se divisaba, la hierba, el aire, la luz.

El reloj imaginario de una espadaña derruida y cercana dio una hora. Todo era bello y, en aquel silencio y soledad, se me saltaron las lágrimas de admiración, de ternura y de recuerdos. Mi efusión, concretándose en torno a la clara silueta de aquellos hilillos perfumados, me había conducido hacia ellos. Y como nadie aparecía por ese campo, por su hoya y por los alrededores y llanuras de la iglesia-corral derruida, me acerqué confiado a sus débiles tallos e intenté abrazarlos, para estrechar contra mi pecho un poco de su fresca, balsámica, verde juventud e infinitos recuerdos. Vale.


ESPLIEGO

 

Marché a jugar entre jaras

hasta que las encontré.

 

Me senté

en el espigón calcáreo

de la peña los ahorcados

y el aroma de los montes

me llenó de color y fragancia 

con su efímera belleza,

tranquilidad y lindeza,

encumbrando melodías

al esconder sus perfumes.

 

Un hálito imperceptible,

un soplo, una bocanada

se enredaron en mi mejilla

y la mezcla deleitosa

saboreó mi sosiego.

 

Un hilo violáceo

bordaba en mi brazo derecho:

el espliego.

 

PRJP. N.º 86. En Ordoyo en un día fresco de agosto de enormes y bellos recuerdos.

 

Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 20 de septiembre de 2025 in

VERANEAR

 

 



 Los campos vaciados que se me presentaron y contemplé un jueves por la mañana nada tenían que ver con los de aquellos jueves de mi juventud en los que sentado a la sombra de la pilastra de la iglesia-corral leía la exclamación de Alicia según Lewis Carroll: “¡Que extraño es todo hoy! Ayer sucedía todo como siempre. ¿Habrá cambiado todo por la noche?”.

 

VERANEAR

Aproveché los días del mes de agosto próximo pasado para pasear por caminos entre almendros, encinas, fincas de girasoles y de cereal, las menos, y esas nuevas extensiones coloristas con los olorosos bancales de lavanda que circundan y dan colorido a lo que siempre será la hoya de Ordoyo. Hacía tiempo no trotaba por estos andurriales que fueron de grandes estancias en mi juventud. Han sido como una especie de ritual temporal que me invitaron a la meditación. Unos van y otros vuelven mientras los girasoles van girando al sol naciente. Pienso en la sabiduría de Heráclito cuando dijo que el camino hacia arriba y el de hacia abajo es uno y el mismo. Hay en la naturaleza un sustrato que integra los opuestos y que podrían simbolizar esos llanos que permanecen igual a sí mismo en su perpetuo cambio.

Todo pasa, todo se desvanece, como apuntaba el filósofo de Éfeso. La vida es un continuo fluir en el que, a cierta edad, las ausencias empiezan a ser más numerosas que las presencias. Y esto se nota en las vacaciones cuando uno vuelve hacia aquellos lugares, a los mismos sitios y en los mismos meses de aquellos pasados veranos. Siempre hay algo que ha cambiado: aquella iglesia-corral casi totalmente hundida, el nogal, ya tronchado, donde sesteaban las ovejas en los calurosos veranos, esa era, ya desaparecida, en la que una trilladora tomaba posesión durante casi un mes y esa abejera que ha sido derruida y ya no hay ni abejas ni flores ni dulzores.

 Han sido días de veraneo de colcha, jersey y de recuerdos que han tenido mucho de nostálgico, incluso la propia palabra “veranear” me ha estado sonando a tiempo pasado. Los ritos y creencias y las costumbres me han ayudado a conjurar el transcurso de los años. Hay algo de verdad en la idea de un eterno retorno que es pura repetición. Y un cierto placer en ese reencuentro con los viejos hábitos asociados a un lugar. Vale.

 

 TINIEBLAS DE OLVIDO

 

Hoy tengo la infancia ahogada

ahí abajo, dando pena,

en el fondo de la niebla,

bajo las oscuras aguas del tiempo,

entre las tinieblas del olvido,

y no soy capaz de adivinar

esas tierras del pasado;

las umbrías de algún bosque,

ya perdido para siempre;

los fantasmas de niñez

que aún permanecen

en algún lugar extraño,

y que nunca terminan

de volver completamente.

 

PRJP. N.º 85. En memoria de las tierras frescas de Ordoyo hoy violetas y olorosas.

 Texto y fotografías de La Medusa Paca. Copyright ©.


sábado, 13 de septiembre de 2025 in

MI INFANCIA Y SUS PÁJAROS

 

Chiringuito de secano

“Ella esperó los días de verano,
Ella esperó más de siete años,
Todos los años pasaba un transeúnte.

Ella esperó los días de invierno,
Y su cabello estaba a la espera
De recordar la luz.” (Maurice Maeterlinck)

 

MI INFANCIA Y SUS PÁJAROS

 En mi infancia muchos de los pájaros que volaban a mi alrededor tenían un plumaje negro (tordos, cuervos), en blanco y negro (alcaudones, golondrinas, cigüeñas, vencejos, aviones, urracas), o de colores parduzcos y terrosos (gorriones, ruiseñores, alondras, cogujadas, malvices). Esta sobriedad cromática armonizaba bien con el espíritu sombrío de la época o les servía para camuflarse y desafiar nuestra inconsciente crueldad (producto también de aquellos tiempos). Sobre dos de ellos pesaba una prohibición ancestral no escrita, un tabú religioso que los convertía en intocables. Las golondrinas le habían arrancado las espinas de la corona a Cristo; las cigüeñas anidaban muy alto, muchas veces en sagrado, y servían de volátil excusa para no explicarles a los niños la elemental biología de la reproducción.

Pero existían unos pajarillos alegres de canto y de plumaje. Su nombre más común es el de cardelina, pichentes, verderones, zorzales, tórtolas, pinzones, jilgueros, pardillos ... Nosotros, remarcando sin saberlo su feliz rebeldía contra aquel mundo en blanco y negro, los llamábamos colorines. “Chui, chui, ya han caído”, eran los tiempos de nuestra juventud, recordó mi amigo después de dar vuelta a sus cepillos o costillas con su respectiva aluda, hormiga con alas, revoloteando en el “chicholete” del cepillo, que nos servían para cazarlos de las más diversas maneras, con red o con esa liga casera, pegamento natural, que se untaba a lado del cebo, y se colocaba encima de los zarzales o ramajes resecos, debajo de la higuera, debajo de la parra, recién vendimiada, sobre cardos, lentiscos, haramagos y en los calvas de los encinares. Todo esto son recuerdos de mediados y finales del siglo XX y es mi experiencia con amigos de siempre y de tiempos pasados. Eran días de holganza, de diversión y, sobre todo, de disfrute gastronómico: era un alimento saludable, que aportaba alto valor nutritivo y se digería con suma facilidad. Vale.

PD. El público urbanita no sabría hoy ni procesar ni cocinar los animales cazados, ni cuenta en sus viviendas con el lugar y los medios para hacerlo. Siempre recordaré, ¡ay amigo!, va por ti, gran gastrónomo y cocinero, que cuando asaba unos zorzales introducidos en un pimiento morrón, los servía a la cuadrilla pronunciando inexorablemente aquella frase: “hoy vamos a deleitarnos con el sabroso sabor rojo de la huerta y el pajarillo asado más chico que pueda comerse”. Que aproveche. Días.

 

Nido de gallareta

Texto y fotografía de La Medusa Paca. Copyright ©.

 

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