lunes, 26 de mayo de 2014 in

El paseo de los tristes








El paseo de los tristes

“Al pié del Generalife,
en la márgenes del Darro,
hay una fuente famosa,
la fuente del Avellano”.

Días atrás hemos paseado por el paseo de los tristes, ese que conduce hasta “La Fuente del Avellano y al Cementerio de Granada. Lo hicimos cruzando por el "Puente de las Chirimias" y por el "del Aljibillo" donde dicen existió un aljibe al otro lado del río.

Fue una tarde después de presenciar una puesta de sol desde el mirador de San Nicolás, con La Alhambra enrojeciendo delante. Contemplamos y recorrimos estas distancias paralelamente al Río Darro e imaginamos como, desde tiempos muy pasados,  los cortejos fúnebres pasaban por aquí antes de subir al cementerio detrás de la Alhambra. 

El paseo estaba adornado por unas mimosas tan grandes que no hacían otra cosa que robarnos toda la luz de la tarde. Sus flores eran más amarillas aun, que el sol que nos quitaban. Y a la mañana siguiente volvimos a verlas, esta vez caídas por hacer de vela con los vendavales de tormenta. Y sentimos su ausencia primaveral, aunque la luz decayera y fuese como una sombra. Y allí, tapados por los ramales de agua, quedaban los avellanos y sus amentos de verde claro. Lágrimas de polen. Mientras, de cerca, se nos presentaban flores femeninas de estilos rojos recordándonos estrellas de mar y hebras de azafrán en miniatura. 

Y, contemplando las varas de avellano, recordamos a ese señorito cornagués, de nombre Bernardino y de apodo “el Canca”, trenzando cestos, conduciéndonos hacia el recuerdo de uno para la leña que, viéndolo trenzar, tuvo que meterse dentro para hacerlo, de lo grande que era. Un día me lo advirtió: durará toda la vida. “El Canca” murió y ahí, en el recuerdo, el cesto que hizo con sus manos sigue como el primer día. Trenzado de varas de avellano a las que solo les falta florecer ahora, cuando va a empezar junio.  
  
Cruzamos el puente, giramos a la izquierda y nos dimos un paseo por el Camino del Avellano hasta llegar a su Fuente que nos ofreció unas vistas maravillosas del Sacromonte y del Albaicín. Y fue allí donde recordamos a ese grupo literario bautizado como el de la "Cofradía del Avellano". Y, asfixiados por la "Cuesta de los Muertos", o "Cuesta del Rey Chico o "Cuesta de los Chinos", nos dimos la vuelta.  Y es allí donde tracé el segundo cuarteto de ese embrión de soneto. Vale.  

Cuando el sol, de su cuna se levanta
y el jilguero, a su beso, se despierta,
en su rostro, a raudales, se proyecta
un rosario de luces, rosa y grana.


Texto y fotos  La Medusa Paca. Copyright ©

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