domingo, 26 de enero de 2014 in

Recorrido







Recorrido
 "En una decadencia de hermosura, la vida se desnuda". (Juan Ramón Jiménez)

En el principio fui espectador del mundo que se reducía a mi calle, el centro del Universo. Habría otros mundos pero ninguno era como el mío. Aunque lo recuerdo, no me acuerdo cuando tuve el primer reloj, no me hace falta, el tiempo siempre fue una sensación y hoy más. No hay reloj en el mundo capaz de medir el tiempo de mi infancia. Se levantaba el telón, se disipaba  esa neblina blanquecina con olor a sol, era la hora de bajar al paseo, ese paseo de tierra y polvo en el que los tiovivos levantaban las persianas. No sabía si el destino estaba barajando las cartas, o, quizá, ya estaba escrito, eso me tenía sin cuidado, mis preocupaciones no llegaban más allá de la noche. Las golondrinas, hermosas aves de coloración azul metálica, siempre me trajeron la primavera que precedía a ese larguísimo verano entre espigas y que el final del mismo llegaba con la recogida de aquellos frutos otoñales y con las temblorosas mareas septembrinas invadiendo el arenal. Y todo, el aire también, se llenaba de olor a salitre cuando comenzaban a fluir gentes, decían eran portugueses, a recoger la uva. Siempre supe de la llegada del otoño, porque con él, venían los estorninos. Y todo cuando, “en una decadencia de hermosura la vida se desnuda”, el canto de la lluvia y el gemir del viento siempre me despertaban en aquellas frías y oscuras mañanas de internado. Siempre fui medio feliz con la llegada del invierno y pensando que cuanto menos tiempo queda, y no sé porque, más deprisa pasa. Vale.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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