miércoles, 1 de enero de 2014 in

Enero, el friolero, entra soplándose los dedos




Enero, el friolero, entra soplándose los dedos

“Se nos anuncia aunque
estéril será el año
lo sabemos sin engaño
no hace falta que lo diga ahora.
*Pero todos tenemos afán
y trabajamos sin tregua.
Cada día se se quita
con el corazón muy decidido
de acabar con la desazón
y avanzar en la vida suya”.

Según el Calendario Zaragozano entra el mes y el año con Luna Nueva en Capricornio a las 11, 15 horas con vientos duros y borrascosos del NO y SO que traerán frecuentes nublados con lluvias y nieves, temporal duro de invierno que, al fin irá cediendo para quedar algunos días más soleados, pero fríos, húmedos y nebulosos con temperaturas bajas. Así que a esperar al día 8 que entrará el Creciente donde aumentarán los fríos y las fuertes heladas. 

Me sugiere este refrán el cumplimiento del deber; el papel que al mes le fue repartido por la Naturaleza en la tragicomedia de las temperaturas. Jamás descuida su respetable apariencia, peinando canas de nieve, barbas de hielo y sayales plomizos de nubes, sin dejar por eso de suavizar la serenidad de su apostura, con alguna sonrisa de sol.

Llega el invierno. Hace mucho frío ahí fuera. Ya sé que este es un país muy grande, que se extiende a lo largo de muchos paralelos. Y que en los bosques de Canarias o en los sierras la temperatura no será tan baja, ni el silencio tan atronador.

Pero aquí, en los pinares, robledales y hayedos cercanos de la ermita de Lomos de Orio, en Villanueva de Cameros, en las montañas del Camero Nuevo, está nevando, el termómetro de la ventana marca varios grados bajo cero y es momento de arrimarse a la lumbre.

El crepitar del fuego es uno de mis sonidos del invierno. Pero en los bosques lo que predomina es el silencio. Tras la nevada los pinos se envolverán con su bufanda  de hielo para que nadie rebulla bajo las copas. De aquí para allá aquí nadie pía. Todo está en quietud gélida y la atmósfera, a ratos, destaca por otros crepitares. Crepitan las ramas de los robles, cargados de nieve. Chisporrotea un bandito de páridos y buscando alimento. Reclama murmurando un gorrión buscando ese grano suelto en el porche de la iglesia ennegrecida contra el silencio blanco. 

Y a medida que cae la tarde, nada más. Hay murmullos en los valles helados, sordos rumores formados por el viento y esas gélidas aguas impedidas en su fluir por los ríos. Es hora de volver a casa, de cerrar las puertas y encender algo de fuego. Comienza el año y es tiempo de calendarios. Y como si sobre el tejado estuviera cayendo todo el hielo de las estrellas, se nota que está helando sin salir afuera.

“Por el cinco de ene ro,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas”. 

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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