viernes, 1 de noviembre de 2013 in

Noviembre es de estío la puerta del frío




Noviembre es de estío la puerta del frío


Hoy primero de noviembre viniendo de mi paseo habitual campestre me he encontrado con un descubrimiento singular…He asistido a un concierto de música curioso, precioso, novedoso y original…éramos mi agricultor y yo los únicos locos en el campo; el uno bregando y el otro escuchando a la triste naturaleza de noviembre bajo una suave pero tenaz lluvia…He oído correr y saltar el agua con la alegría de muchos arroyos y a mis oídos sonaba mágico, pues ni había tanta agua ni mucho menos un arroyo cantarín….Me costó un poco distinguir de dónde venía aquel trinar tronante.

Pero heme ahí que las humildes y gigantescas coles que tenía detrás hacían de cuenco y amplificador multiplicando el trayecto de las gotas que en ese receptáculo llegaban a sonar como verdaderos cursos de agua trazados en los nervios de las ciclópeas hojas. Así oía yo torrentes y arroyos por todas partes… ¡Música, sí señor, y alegría por estar loco y salir lloviendo a compartir la mañana con mi agricultor! Y es que escuchando escuchando, me doy cuenta de que la Naturaleza nos cuenta mucho más de lo que creemos.

Llueve poco, llueve tarde, fuera de las fechas habituales. Llueve en suelos y empedrados y en las plazas de piedra donde resuenan las campanas, la lluvia tiene voz propia, chapotea en las losas y escurre su hueco sonido por los canalones.
Pero llueve al fin. Según dónde caiga, el sonido de la lluvia tiene efectos contrarios sobre el paisaje sonoro. En los campos, en el campo, el aguacero hace callar todas las demás voces. Callan los arrendajos; callan los tenaces petirrojos; callan, en general, todas las aves forestales, con alguna salvedad: las cornejas, es decir los grajos, que en definición de Ramón Gómez de la Serna son una palabrota con alas, siempre van por libre.

Y fuera, en los campos, arrecia el temporal y el paisaje se empapa; las heredades, resecas y cuarteadas, se convierten en barrizales primero, se inundan después. Y el paisaje sonoro, silencioso en casi todas partes, se llena de gritos, trompeteos y gangueos. Las aves aman intensamente el agua.


Me gusta que la Naturaleza se manifieste. Me gusta verla y me encanta percibirla y sentirla. Recuerdo que leyendo poesía bucólica griega, hay pasajes en los que casi se ve cómo es ésa música de la Naturaleza la que inspiró el surgimiento de las otras músicas, la de las palabras o poesía, la de los trazos y colores en la pintura y, faltaría más, la de los instrumentos. No en balde, la propia palabra música viene de las Musas. Y las musas eran aquellos espíritus de la Naturaleza que inspiraban a los poetas y artistas, como aquellas del monte Helicón que inspiraron a Hesíodo. Era como la flauta de los bosques. No diré nada de cuántas veces me he quedado escuchando a los ruiseñores, poetas de los sotos. Ni a los cárabos en las noches, osando incluso imitarles para ver cómo me respondían. 

Las lluvias de otoño son el aviso. Las avefrías, la confirmación. Noviembre es un mes quejumbrosamente animado y cantado por grajas, grajillas, cuervos, cornejas, urracas, arrendajos, córvidos, aves denostadas, generalmente negras como el carbón y hasta de malos agüeros, aves anunciadoras de fríos y mal tiempo, (ya conocen aquello de que cuando el grajo vuela bajo...). Son aves de letras, erres y jotas ásperas, arrastradas, antipáticas, rotas y quejumbrosas, con el mal tiempo impreso en su nombre y anunciadoras de negrura y de tristeza en la proximidad del invierno. Todas ellas son, como el mes, arrastraderas de quejidos, gritos constantes y ruidos continuados como cuando resuena una tela rasgada. Son aves de mala voz y, porqué no decirlo, de muerte. Más que cantores son charlatanes, maullidos y ladridos secos en la quietud de la tarde al caer el sol e irrumpir la soledad de la noche. Son aves de nostalgia, capaces de rellenar la atmósfera con gritos astillados y ásperos, estridentes y chirriones. Son aves de invierno, vocingleras, de chasquidos prolongados y restallantes. Son aves de voz áspera y rota, las mejores representantes sonoras de lo agreste, de la vida y del mes. Vale.

“Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
Noche de cielo balbuciente
y aire tartamudo.
Tres borrachos eternizan
sus gestos de vino y luto.
Los astros de plomo giran
sobre un pie.
                          Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
Dolor de sien oprimida
con guirnalda de minutos.
¿Y tu silencio? Los tres
borrachos cantan desnudos.
Pespunte de seda virgen
tu canción.
                          Abejaruco.
Uco uco uco uco.
                          Abejaruco”.
(García Lorca)

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores