viernes, 8 de noviembre de 2013 in

Escribir




Eunate entre maizales

Escribir

Escribir es una predisposición a escribir del alma. La lluvia la reclama cuando cae, constante, sobre la tierra: escribe, escribe, escribe; igual que hace con las manzanas que flotan, rojas y amarillas, en los charcos, como en el barril de una feria, dándoles una orden parecida: germina, germina, germina. Bajo esa lluvia, los abedules, con los pies calzados de helechos rojos, ámbar y verde, están a punto de quedarse a solas con su esqueleto de madera, refulgente y blanco, entre sus últimas hojas amarillas. Las castañas están por el suelo y hay setas que han arrancado, con el sombrero, unas briznas de hierba. Al maíz le han dado, a media altura, un corte biselado; El maíz ya habla con las hojas. Se rozan unas a otras como brazos en el metro, pero el sonido que produce no es el sonido vacío de los codazos, sino rumores que se mezclan con el canto de esas aves granívoras, escribanas que salen y entran del maíz como si fuera un mar, y no un campo. De todo ello, de las hojas, de las mazorcas, y del mar que es campo, sale algo misterioso. No podré explicarlo nunca. y a la puerta de la casa está apilado a modo de cabaña de indios para el forraje de las vacas, con dos paraguas colgados, uno de lunares y otro negro. Los regatos se han vuelto torrentes alimentados con el agua del cielo. Y sigo escribiendo. Vale.

 Río Iregua
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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