domingo, 3 de noviembre de 2013 in

El Icue y…cuando la victoria es sufrimiento






El Icue y…cuando la victoria es sufrimiento

“El sufrimiento purifica. Aquel que sepa sufrir mejor, hará mejor obra”. (John Milton)

Sí, sí querido Icue, todos estamos contentos y hasta conformados aquí en las tertulias que acaban de formarse en torno a tu figura y en tu plaza. Aquí estamos, sentados para iniciar ese asiático calentito y oloroso con la tranquilidad que nos ha proporcionado el partido loco, muy loco que nuestro Cartagena, a horas muy tempraneras y desacostumbradas, dilucidó en Híspalis, tratando de superar ese empate que se dio la temporada pasada, después de una primera parte primorosamente jugada, en esa ciudad y campo, dejándonos a todos como muy confusos.  

Si la victoria del pasado miércoles fue, en palabras de Luis G. Tevenet: “una victoria para relamernos ante el mejor equipo que ha pasado por aquí hasta el momento y nos ha exigido al máximo”, la de esta mañana ha sido una victoria de primer puesto, de campeón, de aguantar, sufrir y de impartir miedo y sustos a todos los aficionados y no porque nuestro equipo se haya puesto la máscara en estos días de Halloween, sino porque se ha presentado en la Ciudad Deportiva del Sevilla con “ la cara lavada y recién peiná” preparando a estos jóvenes filiales para el baile de una zambra que ha sido iniciada con un solo garabato oportuno como si fuese una taurina revolera de las que suelen pintarse en los alberos de esas tierras. Este Cartagena de nuestras entretelas vive y deja vivir y juega sin mirar atrás. Arrojó sus caretas en las orillas del Guadalquivir, para que este fuese testigo de esa sexta victoria liguera aunque la haya conseguido no el mejor Cartagena, comandado por Limones, Antoñito y Megías y sí por unos tipos de mucho cuidado cuando se complementan con Fernando, verdugo también de un jovencísimo Sevilla que dio la cara con un fútbol primoroso, bien trazado, entusiasta, aunque siempre un par de peldaños por debajo en efectividad y no mereciendo perder, aunque si sirvió en este banquete cartagenero.

El Icue ha comprobado que los de Tevenet plantan la temporada partido a partido, batalla a batalla, con el rictus serio, coráceo, sin dar un pláceme a la bonanza, al rosa o a la sonrisa fácil. Así que en el terreno, pura y verde alfombra, de la Ciudad Deportiva del Sevilla los blanquinegros resbalaban, sin poder sacar ese punto canalla que en otros partidos anteriores les hizo tan peligrosos. Hoy hubo muy pocas contras cartageneristas y los centrocampistas no acercaban balones con peligro de ser rematados por Fernando.  La estructura blanquinegra se tambaleaba y el FC Cartagena se dio cuenta de su empanada  y a punto estuvieron de darse cuenta de que podían pagarlo.


Pero hubo toque de corneta y los de Tevenet  se pusieron a contrarrestar las constantes cargas de la caballería de los potrillos sevillanos. A todo o nada, como si le fuese la vida en ello, que le iba. Ahí entró en juego la maestría, la veteranía y comenzó a enredarles en su nerviosismo, fueron a todos los choques, pusieron la pierna, el Sevilla Atlético respondía, tropezaba y estaba a punto de liarla. El juego no se paraba y, mientras, el tiempo se les iba a los jóvenes sevillanos. Y llegó esa victoria de oficio, de angustia, de sufrimiento con un fútbol absolutamente práctico. Victoria sin brillo, pero con mucho oficio.

De nuevo los de Tevenet han estado en línea, en la línea de lo que el conjunto blanquinegro nos ofreció en sus compromisos del último mes ya concluido. De todo pudo pasar y de todo pasó, pero -¡ya era hora!- apareció la suerte de los campeones ante el dominio local, golpe visitante, control cartagenerista, reacción sevillista y faltó el canto de un duro para que la remontada hacia el empate se consumase. No hubo tal milagro gracias a esa pena máxima, cobrada sobre Mejías en el minuto 23 de la primera parte, y que Fernando introdujo en la portería de Rico y que sirvió para que, al final, los puntos subiesen al casillero cartagenero.  Era el partido que había que ganar y, se ganó. 

Finalizado el partido, tratando de expulsar de mi interior la tensión acumulada recordé algunos aromas primordiales que estructuraron el alma de mi niñez: el  de la caja de los gusanos de seda, el almidón del armario ropero, el polvillo en suspensión del baúl en el que guardaba mis recuerdos mucho tiempo cerrado, el de la alacena y la despensa con los sucesivos estratos entreverados de la chacina, dulces y conservas, el de los lápices de Alpino, el de la goma de borrar con sabor a coco, el de solución de pegamento para arreglar los pinchazos de mi bicicleta. Entre todos aquellos aromas había uno que perfumaba a los héroes: el olor al álbum de los cromos de futbolistas, que yo niño barajaba, compartía y cambiaba con los amigos de la niñez. Ese aroma, el aroma de mis héroes de mi FC Cartagena, como el sufrido partido de esta mañana, quedará alojado en los umbrales sensoriales como un renuevo de mi memoria deportiva hasta el final de la vida. Y es que esta mañana hubo de todo en Sevilla, hasta olor a sudor de sufrimiento. ¡Ay, ay, ay! 

Pedro-Roberto J.P. desde un “Rincón para Doce”. Dies 11/3: ante diem tertium Nonas Novembres. Nº 305.

Texto La Medusa Paca. Fotos http://qapta.es/ y La Medusa Paca. Copyright ©

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