miércoles, 27 de noviembre de 2013 in

El sendero de los cérvidos





El sendero de los cérvidos

Virgilio en el libro primero de la Eneida nos relata en los versos, del 180 al 185, el sendero de los ciervos, mientras Eneas trepado en el acantilado, intenta divisar si alguna birreme Frigia es arrastrada por el viento hacia a Anteo o a su descendiente Capis, armados en  Caíco en lo alto de sus popas. No observa ninguna y, sin embargo, sí observa: a tres ciervos/vagando por la playa; sigue por detrás entera la manada/ y pace larga formación por los valle/.

Hoy Virgilio me da pie a relatar, porque me lo contaron, que algunos ciervos, siempre tras la berrea, acuden a la orilla de la playa artificial de los pantanos y que, de cientos de venados, son sólo algunos los que tienen esta costumbre que ya describiera Virgilio en La Eneida. 

También me contaron que es a la orilla de los embalses que inundaron e inundan las trochas de los cérvidos, donde sucede que se lanzan a nadar sin miedo como quien pasea por su pueblo, o por su territorio, hoy sumergido. 
Y que los serranos, no hace mucho, fotografiaron a un corzo cruzando a nado el embalse de Mansilla en La Rioja, y junto a las riberas límites con Villavelayo a una manada de ciervos con la hembra más vieja haciendo de guía, por las aguas de un esmeralda oscuro, del pantano de Mansilla, en la sierra orlada de encinas. Iban de un lado al otro por el sendero en el agua desaparecido.

Y esto sucede cuando el otoño ya muere. Es curioso, a los cérvidos también les gusta invernar caliente después de caminar por senderos salpicados de arroyos y esculturas naturales El otoño es para ellos como para los humanos una de las mejores épocas para recorrerlo, les agrada el suelo cuajado de hojas, apenas holladas, de los árboles que jalonan su itinerario: castaños, robles, alisos, nogales, acebos; el aire, limpio como siempre, pero tal vez un poquito más por las lluvias que se derraman cada tanto; la atmósfera, transparente; la temperatura, grata y tan amable que hasta nos permite abrigarnos. Y la luz, ideal para fotografiar o simplemente para mirar. Y los venados intentando nadar para acercarse a la orilla, senda de vida y agua, puente, valle y descanso junto al arroyo.  



“Luego, al entrar, divisase eminente,

del sol quebrando el trémulo destello,

hórrido bosque, y negro, y grande; en frente

cóncava peña cierra un antro bello.

Y allí hay bancos de piedra; allí una fuente

de agua dulce; es de Ninfas gruta aquello!

No aquí el cansado esquife ata la amarra;

no del áncora el garfio el fondo agarra”.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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