miércoles, 1 de mayo de 2013 in

Mayo es la perdiz roja ajeando y el ruiseñor concertando



  Mayo es la perdiz roja ajeando y el ruiseñor concertando


Mayo es el mes de las delicias, que la estrofa de Alexandre retrata con estos cuatro versos.

“sedía el mes de mayo coronado de flores,
Afeitando los campos de diversos colores,
Organeando las mayas et cantando de amores,
Espigando las mieses que siembran labradores.”

Aquí mayo no llega a tales bondades. Es más bien el mes del verde reciente en el hayedo, el mes de las hojas.

ROMANCE DEL PRISIONERO

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
             déle Dios mal galardón.
(Anónimo)

Ayer, cuando me puse a escribir, no hacía calor y chispeaba medio agua-nieve. En el paseo de la mañana me di cuenta que los trigos y cebadas ya estaban encañados; las cebadas a punto de volverse ceriondas. Los campos estaban en flor múltiple y exultante. No vi, ni oí cantar las calandrias, que para eso suben hacia el cielo, y el ruiseñor todavía no había llegado a los pagos de San Vicente, pero sí escuché a los omnipresentes mirlos dar los últimos afinamientos a sus monótonas flautas. Había un silencio prieto y solemne, como de grandes fiestas y como esperando al santo patrono de los labradores, ese al que pasearán con el arado, aquí todavía sin ser expuesto como símbolo, por un paraíso verde y sin sospechas. Las aguas de las perennes lluvias pasadas se derramaban por doquier, entre álamos, chopos, sauces, fresnos y alisos. Por el camino hacia Alberite me topé de bruces con un viejo álamo, derrotado por las excavadoras que, al moverlo y con tierra fresca y nueva, ha dejado un larga familia de vástagos jóvenes, que tardarán muchos años aún en sustituirlo, o ese es mi deseo. La celeste lámina de Clavijo se rizaba al vientecillo mañanero y el agua llegaba al cuello de la balsa-presa artificial situada al borde del camino y cuya agua no podía huir, de momento, rumbo al riego de las fértiles huertas en las que se trasplantan las plántulas de los semilleros a los surcos. Era el espacio y el tiempo de la belleza, que es infinito y eterno. 

Y…en la cercana lejanía una ladera de rocas, claros y árboles, aparecerán las atardecidas de mayo, unos minutos después de que el sol desaparezca bajo el horizonte, tres murmullos y el croar monótono de los sapos corredores armonizarán, se fundirán y rellenarán el fondo sonoro del campo villametrense, clavijeño o clavillense y alberitense.

Y…junto a ellos, los toques horarios de los cucos, que despedirán el día, solapándose con los ululatos de los cárabos, que saludan a la noche. Y entre medias, en estos momentos de incertidumbre, los cantos de los petirrojos caminan como indecisos por la raya que separa la luz de la oscuridad.

Y...al fondo, desde una vaguada cubierta de marañas, se escucharán las voces de esos ruiseñores, desatados en el momento álgido del celo. 

Pero con la luz todo irá cayendo, salvo las estridencias de los grillos, el ronroneo de los sapos y la voz, entre insecto y anfibio, de un ave nocturna.

Y…es que:  “Ya viene Mayo por esas cañadas, espigando los trigos y granando cebadas”.




Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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