viernes, 5 de marzo de 2021 in

Jiménez Lozano, un año después

 

Jiménez Lozano, un año después


“La luna va ascendiendo, noche húmeda,

el alcaraván va tardío hacia su nido.

Tu no estarás, un día;

seguirá el prodigio.”  (Jiménez Lozano)

 

Recito su poema. El ya no está. Ahora. Cuando la losa cerró el silencio del mundo y esa belleza suya que él tanto amó. Murió en la madrugada de un lunes, lunes de marzo: “cuando tira el pastor el zarzo”, en fecha nueve y cuando el Coronavirus todavía andaba en pañales. La luz que comenzó a declinar en el cementerio de Alcazarén es, con exactitud milagrosa, la luz de su poema: “jaula de oro la tarde, / cúpula azul de porcelana; / los vencejos suben, bajan, giran, / chillan. No encuentran la salida, / la ventana del mundo.. La misma pregunta que, ante el seco resonar de los vencejos, asombraba a José Jiménez Lozano me golpea ahora: ¿por dónde poner sentido a todo esto? No respondo, por supuesto. Puede ser -pero eso lo pongo yo, que, un año después, asisto al cierre de la losa en este atardecer de una luz castellana demasiado cristalina-, puede ser que el mundo no tenga ventanas. Ni escape. Ni sentido.

Hace mucho, mucho tiempo que comencé a leer y reflexionar poemas como los de Jimenez Lozano y especialmente me entusiasmó una de sus poesías “Mendigo muerto”:

En la gélida noche,

a la cabecera del cadáver del mendigo,

reluce una maravillosa puntilla o filigrana,

tejida sobre la nieve por las patitas de los pájaros.

Ni los Faraones, ni los Césares,

tuvieron tal armiño en sus días de gloria,

ni en sus tumbas. (Pájaros 37)

 

 Los profesores siempre hemos trabajado con las palabras para poder descubrir su sentido y que nuestros alumnos, también nosotros, quedásemos fascinados por ellas. Estoy seguro de que hoy es necesario volver a su nivel más profundo y original para no utilizar el lenguaje mecánicamente y sin respetar la experiencia y la historia que cada palabra indica e identifica.

En este intento de trabajar con las palabras descubrí a un escritor que siempre me sorprendió y hoy, un año después de su fallecimiento, trato de mantener su recuerdo. El escritor, como ya habrán adivinado, se llama José Jiménez Lozano, un poeta que nació en Langa, un pueblo de la Moraña abulense, en 1930 y, en diciembre de 2002, le fue concedido el Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana, como culminación de una larga y fructífera carrera literaria.

Eclesiastés

 ¡Oh! ¿Y yo no estaré ya

para cuando florezcan?

La tierra que me cubra

¿no dará rosas?

¿Sólo hay olvido, ni niebla de memoria

bajo las hierbas rústicas?

¿En qué blasón antiguo

habéis visto ennoblecido el heno?

Hoy, está en su verdor

y mañana

lo arrojarán al horno.

Pero sabed que fui,

que viví y he existido.

Mi nombre no os importe:

podéis pisar el césped,

recostaros.

 

Aún hoy, en esa luz y en esa cúpula de un azul a punto de resquebrajarse, me puede una áspera congoja. No por él, no por mí. Él, para quien la escritura era sólo pensable como camino de santidad hacia una ascética pureza, había aprendido a saber la muerte portal de vida. Viejo epicúreo sin más esperanza que la de no ceder a ninguna, yo la veo como entrada en el único apaciguarse de las superpuestas angustias que componen una vida. Con distinta resonancia, la invocación de San Pablo nos sirve igual: “Muerte, ¿dónde está tu victoria?”. No, mi congoja en este atardecer del Mar Menor es por esta pobre patria, que ignora a sus mejores, los deja en tenues sombras desvaídas. Sin peso. Los olvida.

Y entonces, sólo entonces, me apercibo de que está bien que así sea. Que en lo efímero sólo tiene su lugar lo eterno. Recompongo sus versos, cuando el azul del cielo cede al gris. “En la gélida noche/ a la cabecera del cadáver del mendigo, / reluce una maravillosa puntilla o filigrana, / tejida sobre la nieve por las patitas de los pájaros. / Ni los Faraones, ni los Césares, / tuvieron tal armiño en sus días de gloria, / ni en sus tumbas”. Ni, mucho menos, en sus Panteones, en sus hueras solemnidades… Vale.

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

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