sábado, 12 de diciembre de 2020 in

Primeros fríos

 



Primeros fríos

¿Quién nos calentara la vida ahora
si se nos quedó corto
el abrigo de invierno?
¿Quién nos dará para comprar castañas?
Allí sale humo, corazón, no a todos
se les mojó la leña. (Claudio Rodríguez)

Llevo unos días mirando y remirando, leyendo y releyendo, buscando y rebuscando, detrás de la cristalera de mi ventana. Aquí me encuentro, recluido y desolado por ese bicho que tarda en abandonarnos, Y doy con José Jiménez Lozano tratando de comprender a ese conjunto de garzas de porcelana y a esa serie de gatitos corteses, con hogueras devastadoras y sus pañuelos de sangre. A revisar un conjunto de almendros obstinados y cucos reidores, cabos de vela y fruteros azules. Me he enfadado con esos monarcas injustos y padecido con las bobas de corte. He compadecido a Zuleika y al incauto Jonás, he comprado berros y he visitado a la señora que abriga a los tomates y a la maestra que abona sus plantas, he comido aceitunas nuevas en “La Purisma” mientras movía las flores, he ido a la fuente a comer moras y al naranjal a ver la querencia de los búhos. Y sólo Dios sabe cuándo volveré a releer estas historias con palabras nuevas. Ya se me está haciendo largo el mirar. Y larga se me hace la espera. No pasa nada, estoy comenzando el Camino de Emaús junto a usted Don José Jiménez Lozano. Hay un tercero que camina junto a nosotros, va encapuchado, cubierto con un manto grueso y pardo. Es invierno y no hemos podido verle la cara, jamás se desprendió del manto.

“Haces el camino de Emaús,

solo o acompañado, con frecuencia;

y ningún desconocido se unió al viaje,

nunca.

Mas Emaús está aún lejos;

quizás más adelante ocurra/…

… ¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?

cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos

pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino

siempre hay otro que marcha a tu lado

deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado

no sé si es un hombre o una mujer,

¿pero quién es ése que va a tu lado?”

Esto se escribía sobre el 2005 y yo lo estoy remirando en diciembre de 2020.

Afuera ulula un viento helado y ráfagas de una nieve mezquina y ratonera, apenas esquirlas de hielo azotan los cristales. Mañana de pequeña tormenta de nieve, de una liviana ventisca, más cellisca que nevasca o nevazón como aquellas que pasé, disfrutándolas, en mi pueblo siendo niño. 

Y ahora que estoy bien resguardado y embozado en los vuelos de mi capa quiero combatir este frío ártico con una palabra recientemente rescatada en las lecturas de mi juventud: “RACHIZO”. Como me ocurre con frecuencia en estos casos, no la encuentro en el DRAE, pero vive en mi memoria. Y me gusta. Rima con 'hechizo' y en su etimología creo rastrear relaciones peregrinas con 'racha', 'rachear' y 'rajar'. Me conducen por un lado a las rachas de viento y nieve, y por otro a hacer leña, rajando con el hacha o con el tronzador, en esos días de invierno y de cuadra, un buen tronco para que arda mejor.

Según lo interpreto se refiere a un leño, grueso trozo de madera abierto y dispuesto para el fuego. Estos leños rajados, ya sean de encina, olivo o almendro, son puro combustible. Voy a echar uno a la lumbre. Una pena que no sea de olivo centenario, pero el de carrasco, aunque sea joven, tampoco está mal. A falta de pan...Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

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