Primeros fríos
Primeros
fríos
¿Quién nos calentara la vida ahora
si se nos quedó corto
el abrigo de invierno?
¿Quién nos dará para comprar castañas?
Allí sale humo, corazón, no a todos
se les mojó la leña. (Claudio Rodríguez)
Llevo unos días mirando y remirando, leyendo y releyendo, buscando y rebuscando, detrás de la cristalera de mi ventana. Aquí me encuentro, recluido y desolado por ese bicho que tarda en abandonarnos, Y doy con José Jiménez Lozano tratando de comprender a ese conjunto de garzas de porcelana y a esa serie de gatitos corteses, con hogueras devastadoras y sus pañuelos de sangre. A revisar un conjunto de almendros obstinados y cucos reidores, cabos de vela y fruteros azules. Me he enfadado con esos monarcas injustos y padecido con las bobas de corte. He compadecido a Zuleika y al incauto Jonás, he comprado berros y he visitado a la señora que abriga a los tomates y a la maestra que abona sus plantas, he comido aceitunas nuevas en “La Purisma” mientras movía las flores, he ido a la fuente a comer moras y al naranjal a ver la querencia de los búhos. Y sólo Dios sabe cuándo volveré a releer estas historias con palabras nuevas. Ya se me está haciendo largo el mirar. Y larga se me hace la espera. No pasa nada, estoy comenzando el Camino de Emaús junto a usted Don José Jiménez Lozano. Hay un tercero que camina junto a nosotros, va encapuchado, cubierto con un manto grueso y pardo. Es invierno y no hemos podido verle la cara, jamás se desprendió del manto.
“Haces el camino de Emaús,
solo o acompañado, con frecuencia;
y ningún desconocido se unió al viaje,
nunca.
Mas Emaús está aún lejos;
quizás más adelante ocurra/…
… ¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos
pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino
siempre hay otro que marcha a tu lado
deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado
no sé si es un hombre o una mujer,
¿pero quién es ése que va a tu lado?”
Esto se escribía sobre el 2005 y yo lo estoy remirando en diciembre de 2020.
Afuera ulula un viento helado y ráfagas de una nieve mezquina y ratonera, apenas esquirlas de hielo azotan los cristales. Mañana de pequeña tormenta de nieve, de una liviana ventisca, más cellisca que nevasca o nevazón como aquellas que pasé, disfrutándolas, en mi pueblo siendo niño.
Y ahora que estoy bien resguardado y embozado en los vuelos de mi capa quiero combatir este frío ártico con una palabra recientemente rescatada en las lecturas de mi juventud: “RACHIZO”. Como me ocurre con frecuencia en estos casos, no la encuentro en el DRAE, pero vive en mi memoria. Y me gusta. Rima con 'hechizo' y en su etimología creo rastrear relaciones peregrinas con 'racha', 'rachear' y 'rajar'. Me conducen por un lado a las rachas de viento y nieve, y por otro a hacer leña, rajando con el hacha o con el tronzador, en esos días de invierno y de cuadra, un buen tronco para que arda mejor.
Según lo interpreto se refiere a un leño, grueso trozo de madera abierto y dispuesto para el fuego. Estos leños rajados, ya sean de encina, olivo o almendro, son puro combustible. Voy a echar uno a la lumbre. Una pena que no sea de olivo centenario, pero el de carrasco, aunque sea joven, tampoco está mal. A falta de pan...Vale.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©
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