viernes, 4 de diciembre de 2020 in

Fue ayer

 


Fue ayer

Matinales neblinas, tardes rojas,

doradas; noches fulgurantes,

y la llama, la nieve;

canto del cuco, aullar de perros,

silente luna, grillos, construcciones de escarcha;

amapolas, ancianos, y desnudos

árboles de invierno entre la niebla;

los ojos y las manos de los hombres, el amor y la dulzura

de los muslos, de un cabello de plata, o de color caoba;

historias y relatos, pinturas, y una talla.

Todo esto hay que pagarlo con la muerte.

Quizás no sea tan caro. (José Jiménez Lozano; Elegías menores)

Hoy recuerdo la siguiente anécdota de mi madre cuando, sentada al calor de la lumbre, le tocaba deshacer una bufanda u otras prendas de vellón para aprovechar la lana, que iba volviendo suavemente al ovillo para tejer otra, probablemente esa manta de lana, multicolor, hecha a ganchillo, que aún conservo y que tanto me ayuda, también a mis nietecillos, a dejarnos caer arropados en el sopor después de la comida o recién caídos de la cama esperando el desayuno. Hasta que un punto se le atascaba. “Ten cuidado, que ahí hay una mentira”. Y me explicó que a lo que llamaba mentira era ese punto mal dado que el tejido disimula. ¡Qué metáfora de la vida!

Son mis recuerdos de hoy, cuatro de diciembre de este año bisiesto, maldito y de pandemia. Son recuerdos salidos de estos meses de enfermedad y encierro que me están conduciendo a añorar lo que he perdido. No pasa nada. Mis pérdidas dibujan un mapa invertido del paraíso. Es como si estos días oscuros me hicieran ascender a ese barco que me lleva hacia la primavera, entre la noche y la lluvia. 

Ahora me siento más a gusto. Viajo, veo el paisaje, contemplo a un hombre asomarse al enrejado de su puerta para mirar el atardecer de esta tarde con la luz consabida contra las palmeras de enfrente, la misma entre la luz otoñal de ayer, probablemente la misma de mañana; pero sale a mirarla, igual que ha ido a comprobar esas migajas de pan remojado que ayer puso a los pajarillos del parque, allí en los comederos, situados entre dos olivos y el monolito de granito que recuerda no sé qué efemérides. Ya está aquí la apreciación: de repente se me ha aparecido Curro recordándome un verano, cuando palpaba con los dedos la humedad de la tierra de sus macetas, repitiendo los gestos con que la vida, indistintamente, se hace y se mantiene. Vale.

A veces te preguntas

Cómo se sostiene la belleza del mundo;

Te fijas en las patas de las garzas blancas

Bajando regiamente a la laguna,

y comprendes. (José Jiménez Lozano; Pájaros 30)

 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

 

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