Mi vendimia
Mi vendimia
Como el amor. lentamente
el vino se va filtrando
dulcemente enamorando
los sentidos y la menre" (PRJ).
No hace muchos días volví de mi estancia marmenorense
y fui consciente de que llegaba tarde a la vendimia y no sólo a este afán, sino
que tampoco llegué a contemplar cómo en las viñas abandonadas y ya vendimiadas los
vendimiadores de racima se afanaban en recoger alguna escuálida uva blanca y
tuve que contentarme con contemplar como racimaban alguna uva pasa, de meloso
tempranillo, que aún supuraba en otra viña contigua más abandonada aún e invadida
por la maleza.
El vino ha sido desde siempre el producto esencial
riojano, y junto al cereal y la fruta, la primera fuente de ingresos de nuestra
agricultura. Las excavaciones han ido descubriendo lagares y bodegas en las
villas con antigüedad vitivinícola como Rodezno, Ollauri, Villamediana de
Iregua, Cenicero, Fuenmayor, Haro, San Asensio y... Los exteriores e interiores
de nuestras iglesias románicas, góticas y barrocas se adornan frecuentemente
con uvas, parras y escenas de vendimia. Poco antes de la terrible filoxera, que
destruyó nuestros viñedos en 1890, se cultivaban miles de hectáreas de
plantación, donde reinaba la garnacha, la mazuela, el tempranillo y la viura, también
otros vidados, que daban y siguen dando aquellos recios caldos tintos, medios en
grado y sublimes en fuerza y boca.
Muchas generaciones de riojanos, también el
articulista, han participado, todavía lo hacen, en las tareas rituales del
abono, poda, sarmentar, cultivo, esforrocinar, deshijuelo, sulfatamiento y
vendimia. Ésta última era y sigue siendo, aunque menos, una fiesta, la fiesta
familiar más alegre del año agrícola: la preparación de la bodega y los lagos,
el madrugón, el tajo, las cestas, tijeras y corquetes, las comportas, el
acarreo, el pisado de las uvas, la cena en común, el vaciado de los lagos, la
prensa de la vinaza, las cubas, los toneles, tinos y depósitos, el chiquiteo
casero, la compra-venta del vino, muchas veces forzada por la pobreza y siempre controlado por aquel garapitero
llamado Lino… Después, las bodegas comunales cambiaron mucho el rito artesanal
y familiar, y la modernización actual, con las altas viñas emparradas, la
vendimiadora mecánica, el transporte mecánico, los depósitos metálicos… lo han
hecho desaparecer casi del todo.
Aún queda lo esencial. El cultivo amoroso de la vid
durante todo el año. La belleza y el gusto, únicos, de la uva. La cata, en la
que la vista, el olfato y el gusto arrastran al cuerpo y al espíritu al común
festín. Vale.
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