Mi escuela Rural Unitaria
Mi escuela Rural Unitaria
Lo dejó escrito José Luis Borges: De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso
es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio,
el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz;
luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es
otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.
¡Ay el
libro! ¡Ay de aquellas enciclopedias! ¡Ay de todos aquellos que pasamos los cuarenta, cincuenta o más años. La Medusa, que ya ha cumplido los sesenta, recuerda su "historia escolar" centralizada en aquella raída, pintarrajeada, grasienta, vetusta y heredada enciclopedia ALVAREZ. Forma parte de ella y de su historia. En ella aprendió lo fundamental de unas cuantas disciplinas, unos conocimientos generales imprescindibles que no todos los muchachos, que hoy estudian en libros más densos, adquieren. Todo
"el saber" concentrado en un libro de poco más de 500 páginas: lengua
española, aritmética, geometría, geografía, Historia de España y Ciencias de la
Naturaleza.
Todavía se escucha la cantinela de la tabla de
multiplicar y cómo resonaban aquellos bofetones, coscorrones o los trallazos de
aquella la vara de la doctrina, confeccionada de rama de olivo donada por los
mayores al salirse de la escuela. Todavía resuena en su interior el cantar el Cara
al sol brazo en alto en el patio de esa mi escuela rural y luego el recitar
a coro todo el Catecismo del Padre Astete. A mí me tocó. Eso sí, todo
ello bendecido por ese maestro funcionario, vestido con un largo blusón guardapolvo
de color azul, por supuesto Mahón.
Todavía
siento el caminar a esa escuela sobre la escarcha, bajo la lluvia y la ventisca
o el sol tórrido, por esas calles empedradas y de tierra. Todavía fluye la
sensación olorosa, impregnando nuestras ropas, de aquella estufa que, más que
calentar, echaba humo. Y recuerdo cómo aquel niño, ahora catedrático jubilado, contempla
con espanto cómo vuelven antiguos fantasmas despertando recuerdos desasosegados.
Ya lo dejó escrito José Bergamín.
“Escuela
de
duerme-vuela.
¡No hay
candela!
Lengua de
fuego el lenguaje
que apacigua
en el decir
lo que el
pensamiento hace.
¿A dónde va
ese camino?
Ese camino no
va;
ese camino se
queda
en el sitio en
donde está.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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