viernes, 1 de noviembre de 2024 in

El Tiempo, mi tiempo

 




El Tiempo, mi tiempo

“…Quiero volver atrás, al tiempo en que las cosas
no eran tan complicadas, y el amor no era odio
y la nieve era nieve, y la paz y la guerra
eran palabras únicas, distintas, inequívocas,
y no la doble cara de un mismo aburrimiento.
Ya no quiero sudar rodeado de pingüinos.”
(Luis Alberto de Cuenca)

 Desde los barrotes de mi balcón hay un mirador que me conduce a trascender el tiempo. El tiempo huye hacia las nubes etéreas. Siente en la distancia, en el espacio que le une al horizonte desdibujado-color-plata-plomizo, el latir de su corazón prisionero al compás de la respiración de las palmeras que marcan con su verde el silencio del amanecer.

Desde la terraza de garnacha lanzo mis ojos hacia los límites sinuosos de las montañas-murallas nubosas del horizonte. El tiempo, ese compañero callado, impasible, me hermana con la historia. Compañero inseparable de conciencia, viajes y trastadas. El tiempo me sumerge en el masoquismo placentero de este calabozo. Si el tiempo se librara de su secuestrador, irremediablemente de bruces daría con la muerte, a no ser que el fin del tiempo fuese la puerta de la vida, pero esto es otro cantar: el canto de la fe y la esperanza. Me mantengo en la duda. Quisiera por mucho tiempo, seguir siendo hijo de esta Tierra. Que mi respiración se confunda con la función clorofílica de las palmeras del parque, mis palmeras de mi parque, allá abajo donde los mayores tomamos el sol en invierno cuando nuestro corazón tiembla con el resoplar del viento entre sus hojas.  

Es el tiempo mi dueño, marca mi edad y mi memoria. Su existencia se me hace necesaria como un Dios por encima de todas las cosas. A pesar de estas tajantes afirmaciones, no estoy seguro de nada. Dudo e ignoro todo acerca de la naturaleza del tiempo, de la naturaleza de la misma Naturaleza y de la naturaleza de su limitada naturaleza como ser humano. Sin el tiempo no estaría vivo. El mismo día que vine al mundo me quedé a vivir con él. Desde entonces el tiempo mueve cada uno de mis pasos. Es mi alma, el aire que respiro. Aunque su compañía no siempre me resulta grata, sobre todo cuando me muestra su cara más fea, y me hace llorar de rabia. Pero prefiero su presencia respetuosa y callada a la nada de su existencia. No es un extraño. Pero de tanto verlo, ni lo siento, ni lo noto. Ni siquiera sé si existe. Pero si no lo tuviera, seguro que la tierra en la que vivo desaparecería bajo sus pies sedientos.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.


Leave a Reply

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores