El Tiempo, mi tiempo
El Tiempo, mi tiempo
“…Quiero volver atrás, al tiempo en que las cosas
no eran tan complicadas, y el amor no era odio
y la nieve era nieve, y la paz y la guerra
eran palabras únicas, distintas, inequívocas,
y no la doble cara de un mismo aburrimiento.
Ya no quiero sudar rodeado de pingüinos.” (Luis
Alberto de Cuenca)
Desde la terraza de garnacha lanzo mis ojos hacia los
límites sinuosos de las montañas-murallas nubosas del horizonte. El tiempo, ese
compañero callado, impasible, me hermana con la historia. Compañero inseparable
de conciencia, viajes y trastadas. El tiempo me sumerge en el masoquismo
placentero de este calabozo. Si el tiempo se librara de su secuestrador,
irremediablemente de bruces daría con la muerte, a no ser que el fin del tiempo
fuese la puerta de la vida, pero esto es otro cantar: el canto de la fe y la
esperanza. Me mantengo en la duda. Quisiera por mucho tiempo, seguir siendo
hijo de esta Tierra. Que mi respiración se confunda con la función clorofílica
de las palmeras del parque, mis palmeras de mi parque, allá abajo donde los
mayores tomamos el sol en invierno cuando nuestro corazón tiembla con el
resoplar del viento entre sus hojas.
Es el tiempo mi dueño, marca mi edad y mi memoria. Su
existencia se me hace necesaria como un Dios por encima de todas las cosas. A
pesar de estas tajantes afirmaciones, no estoy seguro de nada. Dudo e ignoro
todo acerca de la naturaleza del tiempo, de la naturaleza de la misma
Naturaleza y de la naturaleza de su limitada naturaleza como ser humano. Sin el
tiempo no estaría vivo. El mismo día que vine al mundo me quedé a vivir con él.
Desde entonces el tiempo mueve cada uno de mis pasos. Es mi alma, el aire que
respiro. Aunque su compañía no siempre me resulta grata, sobre todo cuando me
muestra su cara más fea, y me hace llorar de rabia. Pero prefiero su presencia
respetuosa y callada a la nada de su existencia. No es un extraño. Pero de
tanto verlo, ni lo siento, ni lo noto. Ni siquiera sé si existe. Pero si no lo
tuviera, seguro que la tierra en la que vivo desaparecería bajo sus pies
sedientos.
Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©.
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