viernes, 15 de octubre de 2021 in

CHALANA VARADA

 

 



CHALANA VARADA

 

“La chalana,

sola,

desierta,

pasando frío

 llora

con un lamento

de antiguos siglos.”

 

“Era la playa de Torre Salinas, con sus numerosas barcas en seco, el lugar de reunión de toda la gente marinera. Los chiquillos, tendidos sobre el vientre, jugaban a la capeta a la sombra de las embarcaciones, y los viejos, fumando sus pipas de baño traídas de Argel, hablaban de la pesca o de las magníficas expediciones que se habían en otros tiempos a Gibraltar y a la costa de África, antes que al demonio se le ocurriera inventar eso que llaman la Tabacalera. Los botes ligeros, con sus vientres blancos y azules y el mástil graciosamente inclinado, formaban una fila avanzada al borde de la playa, donde se deshacían las olas, y una delgada lámina de agua bruñía el suelo, cual se fuese de cristal; detrás, con la embetunada panza sobre la arena, estaban las negras barcas del bou, las parejas que aguardaban el invierno para lanzarse al mar, batiéndolo con su cola de redes; y, en último término, los laúdes en reparación, los abuelos, junto a los cuales agitábanse los calafates, embadurnándoles los flancos con caliente alquitrán, para que otra vez volviesen a emprender sus penosas y monótonas navegaciones por el Mediterráneo: unas veces a las Baleares, con sal; a la costa de Argel, con frutas de la huerta levantina, y muchas, con melones y patatas para los soldados rojos de Gibraltar.” (Vicente Blasco Ibáñez: La Barca Abandonada)

Mi Vivencia

Varada en la playa, como una antigua barca, atiborrada de arena, allí permanece la barca del abuelo, pescador pinatarense, lamentando su suerte de trasto viejo, degradada al triste oficio de soportar, día tras día, el fuego infernal donde se asan los espetos de pulpo y de sardinas, oficio aprendido de aquellos fenicios y romanos, probablemente los primeros en utilizar sus embarcaciones para asar el pescado en las orillas del mar. 

-Nunca más saldré a la mar -añoraba-, teniéndola tan cerca...

-Peor es mi destino, compañera -oyó, sorprendentemente, a sus espaldas.

Lo que quedaba de los viejos leños, bien de olivo, encina, algarrobo o naranjo, maderas tan densas y ancestrales que se dirían mineral, ardían lentamente alargando cuanto podían el breve viaje que separa la llama de la brasa.

-Tú, al menos, aún estarás aquí mañana. Yo seré un poco de ceniza que el viento se lleva a ningún sitio para mezclarse con la arena y la sal y también extrañar aquellas suaves laderas en las que arraigué hace unos cientos de años.

"Ya está bien de jeremiadas, vejestorios" cantaron a coro las sardinas que pronto iban a achicharrarse ensartadas en ese espeto en perfecto estado y en condiciones de hacerlo. Vale.

 

“Hay

 dos barcas

 en la orilla

 varadas

 junto a la mar

 y las dos barcas

 suspiran

 por volver

 a

navegar.”


Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


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